| LAS JUERGAS DE BLAKE(A propósito de "El guateque" y otras fiestas) Por José Luis Barrera
El guateque
está realizada en el arranque de la etapa más prolífica de Blake Edwards,
cuando acababa de abandonar el registro serio que había abordado con muy
notable éxito el thriller, con su Chantaje
a una mujer o el melodrama con su emocionante Días
de vino y rosas. Edwards, que siempre se ha movido con más comodidad en el
campo de la comedia y en donde empezó siendo guionista de Richard Quine, al que
le unen grandes similitudes, realizará en la s décadas de los sesenta y
setenta una un montón de filmes bastante desiguales, cuyo exponente más claro
lo tendríamos en La pantera rosa y su
secuela, y donde se ligaría con el que sería su actor fetiche Peter Sellers.
Una segunda etapa de comedia, más ponderada se abrirá a raíz de su matrimonio
con la actriz Julie Andrews. La otra
dificultad que me hace antipático el acceso a El
guateque es precisamente su arranque: la secuencia inicial, con clara
alusión a la comedia dell’arte y un
claro homenaje al cine de aventuras ambientado en las hazañas de los soldados
de las colonias del imperio británico (tipo Gunga
Din, Las cuatro plumas, etc). El
momento de heroísmo resistente del trompeta que avisa la presencia del enemigo
y que es acribillado una y otra vez abatido sin éste hacer ademán de morir,
tiene su gracia al principio pero de tanto subrayado se estropea, y se convierte
en cargante: esa es el adjetivo que colocaría a las actuaciones de Peter
Sellers. La estructura
del El
guateque contempla una introducción que nos muestra la inocencia y lo
“cenizo” que es su protagonista: estropea la secuencia de la emboscada
inicial, destruye antes de tiempo todo un fortín construido como decorado de
una película. Los exteriores dejan de aparecer en la película y ésta ya se
desarrolla toda en interiores, menos en la escena final conclusiva. Edwards
empezará a describirnos los distintos personajes del filme, con trazos cargados
de ironía y cinismo: el productor y su esposa, nuevos ricos que simbolizan esa
ignorante y zafia alta burguesía norteamericana, el director de cine, engreído,
sin escrúpulos y prepotente, las estrellas de éxito de las ramplonas películas
comerciales, los amigos de éstos, los camareros y criados torpes y borrachines
y la inocente actriz que empieza y no sabe que para conseguir un pequeño papel
tiene que vender su dignidad. Sólo hacia estos actores secundarios o
principiantes la mirada de Edwards se llena de ternura y de benevolencia. En El
guateque Edwards da rienda suelta a una temática común en muchos de su
filmes situado en el ambiente de una fiesta multitudinaria ¿cuánta películas
ha filmado donde aparece alguna fiesta o
sarao? Ese tema es la descripción de la sociedad como una especie de mar
revuelto, donde cada personaje “va a su bola”, donde algunos de ellos
intentan salvarse del naufragio. En este caso el actor hindú, por su desastrosa
personalidad, por su idiosincrasia cultural, parece salvarse constantemente del
naufragio que él mismo provoca.
Tiene el
personaje encarnado por Peter Sellers rasgos que Blake Edwards ya pintó en el
inspector Clousseau de La pantera rosa y que siguen la tradición de algunos de los tipos
propios de la tradición del slapstick,
la comedia loca, el cine primitivo lleno de gags
que fue encarnado por algunas grandes figuras del cine. Peter Sellers recuerda
al algunos momentos a los personajes de Laurel y Hardy, al impasible Keaton y a
los más modernos Jerry Lewis y Jacques Tati. Tiene El
guateque una elegante puesta en escena enmarcada en planos-secuencia muy
bien desarrolladas en medio de los amplios decorados con los que cuenta la película
y pese al desbarajuste y los accidentados sucesos que ocurren a lo largo de ella
un riguroso orden le da al filme un ritmo y un tempo impecables.
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