LA
INVASIÓN DE LOS LADRONES DE CUERPOS
1.-
NO A LA GUERRA QUE TRATAN DE IMPONERNOS
Ante la posibilidad de que una serie de lamentables
sucesos tuvieran lugar en este mundo, que a todos nos interesa porque es
el nuestro, decidimos, cuando el número anterior de la revista ya estaba
en la red, incluir un segundo editorial. Era nuestro rotundo NO A LA
GUERRA que nos quiere vender (apoyando al “amigo” americano) la banda
de los ocho europeos capitaneada por dos “grandes” demócratas de toda
la vida: el presumible izquierdista (¡que gracioso apoyarse en ese título!)
Blair, primer ministro de Inglaterra, y el derechista ultramontano,
oficiante de capataz de ranchos, y al parecer (según sus nefastos amigos)
presidente de la República (¿acaso la III de número igual a la próxima
o siguiente guerra que será conocida como Mundial?) Española. No se
puede admitir tal grado de vasallaje, de unos países independientes,
hacia un Gobierno tan fanático, reaccionario y amante de resolver las
conflictos a base de bombas como el que actualmente gobierna (?) América.
Lejos quedan los tiempos de una política estadounidense basada en la paz
e inspirada por el Presidente Carter, uno de los mejores (y más atacados)
gobernantes que allí han tenido en los últimos años.
¿Qué razón hay para hablar de esto en una
revista de cine? ¿Alguien puede pensar que sólo debemos hablar de películas?
No nos engañemos, el cine como expresaron los cineastas en la entrega de
los Goya y en el festival de Berlín, forma parte de la vida. Las imágenes
expresan opiniones, nos hablan de una y otra sociedad, de distintas formas
de entender el mundo. El cine sugiere y plantea discursos que no pueden
entenderse fuera de un nivel social y por tanto desde una determinada
posición política. No seamos ingenuos para creer que el cine es una cosa
y nuestro posicionamiento ideológico otro. Por supuesto que si hablamos
de películas tendremos que distinguir lo que se dice y como se dice.
Podemos defender las tesis de, por ejemplo, Amen,
el último filme de Costa-Gavras, pero su burda realización de trazos
gruesos o el más que discutible procedimiento utilizado en la forma de
narrarlo, nos llevará a ponerle en entredicho como obra artística. O
valorar infinitamente más la solidez de El
pianista, de Polanski, que la sensiblería de Spielberg en La
lista de Schindler, que anula cualquier planteamiento crítico serio.
Dicho lo anterior queremos insistir en que la
actual guerra preparada por la inconcebible administración Bush con el
apoyo de los “pajaritos” europeos (de nacimiento, pero no de
pensamiento) señalados más arriba, es INJUSTA e INADMISIBLE. El derecho
Internacional (y cualquier honrado pronunciamiento humano o divino) niega
cualquier legitimidad al uso “preventivo” de la fuerza. Nuestra posición
es por tanto la misma que la enunciada por diferentes grupos políticos,
sindicatos, instituciones de todo tipo, confesiones religiosas cristianas
(católicas, anglicanas comandadas por sus máximos representantes), ONGS,
y otros muchos movimientos.
2.-
MENTIRAS Y MAS MENTIRAS PARA CONVENCER A LOS CIUDADANOS
Los Estados Unidos convencidos de ser la mano que
Dios (¿será posible que a estas alturas un país se crea elegido por la
divinidad para salvar al mundo?) no tienen problema alguno en utilizar la
fuerza para convencer a sus enemigos. Ahora quieren meter a todos cuantos
“presionen” en una nueva guerra (la segunda de la era Bush). Una
guerra absurda y desproporcionada. El intentar comparar al dictador, que
realmente es Sadam Hussein, con Hitler resulta risible cuando no doloroso.
Intentar convencer a la opinión publica de que Irak (país cercado,
observado, hundido desde hace más de diez años) equivale (en el hoy) a
la fuerza bruta y fanática del pueblo nazi (en el ayer) es una autentica
falacia. Un señuelo con el que se quiere doblegar a los millones de
ciudadanos de nuestro planeta. ¿Cuál será el próximo país que se
destruirá después de Irak? ¿Quiere así Bush y su camarilla evitar los
reiterados fracasos de su política intervencionista? ¿Dónde está, por
ejemplo, el ex-jefe afgano o el misterioso Bin Laden? Es tal el cúmulo de
despropósitos de la administración americana (sólo comparables a los
que está cometiendo el Gobierno Español en conjunto o de forma personal
por el que parece ser el mayor enemigo de su partido, su Presidente) que
no sabemos cual va a ser la próxima jugada. Algunas perlas como ejemplo:
enigmáticos videos o mensajes radiofónicos de Bin Laden que,
curiosamente, llegan en el momento que más se necesitan; falsos ataques a
aeropuertos o centros de interés público y militar; enigmáticos barcos
que transportan de un lado a otro del mundo (¿dónde estarán cuando
Sadam las necesite para defenderse?) el arsenal militar del dictador iraquí;
resoluciones de Estados Unidos cada vez más humillantes para cualquier régimen;
el intentar cargarse el único foro político legal, la ONU... La
propaganda Norteamérica también se deja sentir en algunos periódicos de
aquel país, inflamados de absurdos (o interesados) pensamientos patrióticos
como es el echar en cara a los franceses que no les tengan en cuenta
cuando en la II Guerra Mundial les salvaron de los nazis. Si algunos
medios de allá (y su Presidente sobre todo) conociesen algo la Historia
sabrían que Estados Unidos no declaró la guerra a Alemania e Italia.
Fueron esas potencias las que se la declararon a ellos (como se ha
apresurado a afirmar Umberto Eco en un artículo reciente aparecido en
diversos periódicos europeos). Con anterioridad se había producido el
(enigmático) ataque de Pearl Harbour con el que se iniciaba la guerra
entre Japón y Estados Unidos.
Algo más para terminar este asunto: si en la
actualidad hay un país al que todos debemos temer es a Estados Unidos.
Son ellos los que más armas de destrucción masiva poseen, los que se
niegan a firmar tratados de eliminación de arsenales. Ellos pueden
investigar otros países al tiempo que impiden ser investigados. Bonita
ley enunciada desde el dogmatismo del Imperio. Por otra parte -ya que dice
Powell que Estados Unidos no tiene que pedir disculpas a nadie por lo que
su país ha hecho, o dejado de hacer, en el siglo pasado- conviene
recordar algunas atrocidades de las que los norteamericanos no se sienten
(a pesar de haberlas hecho) culpables: utilizar bombas atómicas para
destruir dos ciudades (ningún otro país lo ha hecho) japonesas cuando la
Guerra estaba prácticamente concluida; invadir Panamá y Granada; ayudar
a Pinochet a derrocar a Allende; gasear con Napalm a los vietnamitas...
Si los turbios intereses de los norteamericanos están
claros para intervenir en esta guerra (más peligroso que Irak es Corea
del Norte, aparte de que además de Sadam hay mucho más dictadores en el
mundo, algunos de los cuales son amigos de Bush y su muchachada), no
resulta imposible comprender la extraña historia de amor protagonizada
por el Presidente (creo que cada día los españoles lo sentimos menos
nuestro) de España. ¿Qué piensa ganar con todo ello? ¿Qué le ha
prometido Bush? ¿Le construirá un rancho y le enseñará también a
conducir ganado? ¿Le concederá una pensión millonaria de jubilación?
Ni se entiende la actitud presidencial, ni las de sus ministros, ni la de
las bases, ni la de los dirigentes del partido: optan por callar ante el
diluvio que se le viene encima. ¿Acaso Aznar piensa que sólo quien ha
enderezado el partido es digno de destruirlo? Entonces su máxima aspiración
sería la de asemejarse a Dios...
3.-
LA CENSURA QUE NOS INVADE
¿Y el cine como se mueve en el hoy? Pues se puede
adivinar. Aquellos cineastas estadounidenses críticos con el sistema (al
igual que ocurriera durante el triste periodo de la Guerra Fría, la
triste “caza de brujas”) son apartados de sus trabajos. Sean Penn, por
ejemplo, se “ha caído” de la película en la que iba a intervenir por
ir a Irak. Es un caso al que seguirán otros que serán represaliados
simplemente por decir no a la guerra. En el lado opuesto -los adeptos a
los tesis belicistas- se aprestan (como antaño) a lanzar sus filmes pre-bélicos.
Ya saltó la alarma con la última entrega (la segunda parte de la primera
parte) de La guerra de las galaxias (El
ataque de los clones). A este título han seguido otros varios como Pánico
nuclear: De todas maneras la que se lleva la palma es Minority
Report: Spielberg siempre ha sido un fiel servidor del amo. Ahora ya
ha rendido, al poder, su pleitesía. Sin encomendarse a nadie ha realizado
una película que sibilinamente es (como apunta Mr. Arkadin en su crítica
de La flor del mal) una clara defensa de la guerra preventiva planteada
por Bush y su cuadrilla. No se puede decir que vuelve la censura y la
persecución de los disidentes, porque eso siempre ha existido, pero, si
hay que decir que ahora vuelve (la censura) de forma descarada, brutal,
pisoteando, por razones de seguridad, la libertad por la que tanto se ha
luchado desde siglos atrás. De eso y otras muchas cosas, ¡que se enteren
todos!, sabe mucho la vieja Europa. No se olvidar ese dicho de que más
sabe uno por viejo que por sabio.
No podemos perder nuestros derechos, no debemos
admitir la arrogancia de gobernantes que nos llaman tontos, que no nos
respetan, que toman como democracia sólo aquello que a ellos les
beneficia al tiempo que nos amenazan con dejarnos de dar migajas si
protestamos (Fraga, ese anciano ministro del Gobierno de Franco, aun en
activo -como tantos otros activistas reales o soñadores del viejo régimen-
no pudo menos de decir hace no mucho que su Gobierno suprimió la subvención
de los premios a la Gala de teatro porque él no va a dar dinero para que
le llamen, encima, tonto)... Tiempos oscuros, con unas televisiones públicas
cada vez (y cuidado que parecía difícil) menos publicas y convertidas más
en la voz de su amo, el Gobierno. Hoy, realmente, no podemos por menos que
añorar aquella etapa en la cual Pilar Miro era la Directora General del
Ente y Fernando Moreno quien preparaba los (inmensos) ciclos de cine de
las dos cadenas. Ambos han muerto. Si hoy vivieran no podrían resistir al
ver el estado cochambroso en que se encuentra aquella televisión por la
que tanto trabajaron...
4.-
DE PREMIOS Y DE OTRAS COSAS
Como era de esperar Los
lunes al sol no pasó la criba de la selección a los Oscars. No era
previsible aun contando con la carta jugada por la presencia de Javier
Bardem en el filme. Tampoco salió nominada, por ejemplo, Kamchatcha, aunque por motivos diferentes (ver en el apartado “sin
perdón” de este mismo número la crítica del filme de Piñeyro). La
película de León de Aranoa quedaba descartada desde el mismo momento que
años atrás habían contado para los Oscars con un filme de estructura
parecida: Full Monty. Pero, la
verdad es que eso (el que se haya quedado fuera la película) no debe
conducir a la absurda polémica mantenida de si hizo bien o no la Academia
al no seleccionar la película de Almodóvar. La Academia, pienso, escogería
la obra por su calidad. Sus miembros debieron creer que el filme de Almodóvar
era inferior al de León de Aranoa (aunque no me interesan demasiado ni
uno, ni otro, creo que Hable con
ella es algo mejor que Los lunes
al sol), pero, como siempre, basándose en supuestos demasiados
conformistas, poco (o nada) transgresoras. Sólo así se puede entender
que nunca se opte por escoger obras realmente innovadores como El
efecto Iguazú, El deseo de ser
piel roja, Octavia o Smoking room. Haber optado por este sugestivo título hubiera sido
apostar valientemente por un cine joven, incluso diferente desde un
sistema de producción. Otra vez será. De momento el último Almodóvar
se ha subido al carro de los Oscars grandes, después de haber recibido
premios en muchos lugares. No quiere decir demasiado. Simplemente que su
distribuidora a nivel internaciones, Sony, lo ha promocionado ampliamente.
El pianista, el último Polanski,
también está recibiendo numerosos premios desde que obtuvo la Palma de
Oro en el último festival de Cannes. Nuestra redacción también lo ha
considerado el mejor filme estrenado en Valencia durante el 2002. Le sigue
de cerca el último Lynch. Es el mismo orden, en lo que se refiere a la
dos primeras películas clasificadas, otorgado a nivel de Estado Español
en la votación (entre diferentes críticos) de la revista
“Fotogramas”. La película española (no distinguimos en nuestra
votación entre películas extranjeras y españolas) mejor clasificada en
nuestro (y vuestro) “En cadena dos” ha sido En
la ciudad sin límites. El
listado general de nuestra votación se encuentra en la sección “el
bazar de las sorpresas” de este número. Varias de las películas que
aparecen en los primeros lugares hubieran tenido que dejar su sitio a una
gran mayoría de las exhibidas durante los meses de enero y febrero de
este año. Y es que en los dos últimos meses se han estrenado una serie
de obras realmente admirables. Podemos citar: El
hombre sin pasado (con irónicas alusiones a Frankenstein),
Felices 16 (una extraña mezcla
entre Los cuatrocientos golpes, Uno
de los nuestros y Una historia
de Bronx), Dolls (un
sorprendente Kitano), Las horas (demostración
de que el realizador de Billy Elliot
es un valor a tener muy en cuenta), 24
hours party people (Winterbottom sigue destacándose como uno de los más
grandes realizadores del cine actual), El
efecto Iguazú (un enorme y comprometido documento sobre el mundo
obrero), Gangs of
New York (el
particular Novecento de Scorsese),
Bloody Sunday (impactante
reconstrucción sobre la represión del ejército Inglés en Irlanda)...
Que siga la racha y no pare. De momento esperando (y surgirán además
otras agradables sorpresas como la de la “pequeña”, The
good girl) estreno están también títulos a priori interesantes: El principio de la incertidumbre (Oliveira), Chicago (Rob Marshall), Las
hermanas de la Magdalena (Peter Mullan),
Lejos del cielo (Tod
Haynes), Mi vida sin mi (Isabel
Coixet), Punch-Drunk-Love (Paul
Thomas Anderson), El
americano impasible (Noyce)... Muchos títulos parecen...
Adolfo
Bellido López
(Director
de EN CADENA DOS).
SOMBRAS EN UNA BATALLA
(De la
guerra de Irak a los Oscars de la guerra)
1.-
Octubre en abril
La primera parte, de esta escandalosa puesta en escena que es
la guerra de Irak, ha tocado a su fin. Quedan otras partes importantes
cuyos efectos ya se empiezan a vislumbrar: enfrentamientos en la región
entre las distintas etnias; crímenes vergonzantes contra la Humanidad;
odio de los lugareños, países limítrofes y no tan limítrofes contra
aquellos que han hecho posible esta inmoral e injustificable guerra y en
especial contra los enviados del arrogante Bush y su corte demoniaca.
Creo que ha quedado clara la postura de ENCADENADOS en
nuestros editoriales anteriores: no aceptamos ni la dictadura de Sadam, ni
cualquier otra existente en alguna parte del globo terráqueo. Para
nosotros, en el hoy, es tan dictador Sadam como pueda serlo Castro o...
Bush (otro tipo de dictadura). En este último caso el Presidente
Norteamericano cuenta además con un enorme poderío militar y con el
aplauso, por sus execrables acciones, de gran parte de su pueblo. Se trata
de “alguien” que posee la mayor parte de las armas de destrucción masiva
de cualquier tipo y que está dispuesto a implantar a sangre y fuego su ley
por todo el orbe (hoy Irak mañana o pasado Siria, Irán, Cuba o quién
sabe). Se nos aseveraron antes del conflicto cosas lamentables (la gran
cantidad de armas químicas, biológicas... en poder de Irak, su gran
ejercito, el terrorismo que patrocinaba...) que luego no han sido más que
patrañas en cuya difusión, por desgracia, también participó el Presidente
del Gobierno (¿o de la III República?) Español. El proceder de las tropas
del Imperio recuerda demasiado la actitud (y arrogancia) de Hitler: otro
salvador del mundo investido de (falsos) poderes divinos.
La caída de Bagdad, que se presumía como final de la guerra,
demostró algo que ya habíamos adivinado durante los días anteriores a su
toma, incluso a aquellos primeros en los que se produjo el “conflicto”
(manera utilizada por “Ansar” para llamar a esta guerra no declarada como
tal pero bendecida por el trío del petróleo escondido en las Azores): los
malos directores (y narradores) con los que cuenta el desarrollo de la
“película”. Basta ver los descubrimientos realizados en tal lugar y los
posteriores desmentidos: intoxicación y fatal puesta en escena de unas
imágenes manipuladas por unos y otros contendiente nos dan cuenta de que
el director, o directores, encargados de la puesta en escena de los
acontecimientos, son unos inútiles. Vamos a referirnos exclusivamente a la
dirección del “acto” principal de este destarife en el lado
norteamericano, ya que “los del otro bando” no contaban siquiera con
“realizadores”, por lo que no sorprende lo primitivo, y claramente
chulesco, de sus métodos de información o desinformación.
Dejemos a un lado la actitud permisiva, e incalificable, de
los soldados norteamericanos ante los saqueos en las ciudades, su
desprecio de la cultura al dejar arder la biblioteca de Bagdad o admitir
el expolio del museo arqueológico o incluso su criminal actuación contra
los periodistas instalados en el hotel Palestina (¡que nombre más
curioso!), y vamos a centrarnos en el hecho central ocurrido en Bagdad a
la MISMA HORA (aproximadamente) en que tuvo lugar hace años, un 11 de
septiembre, el ataque (un hecho aun no suficientemente explicado por la
Administración Americana: ¿a quién beneficiaba realmente aquel
recriminable acto terrorista?) a las torres gemelas situadas en el corazón
de Manhattan. Reflexionemos: tanques americanos entran en Bagdad y van a
colocarse CASUALMENTE frente al hotel Palestina, el mismo lugar que el día
anterior había sido objeto de un ataque inexplicable y criminal por parte
de un tanque norteamericano (¿era quizá una llamada de atención o un acto
de poderío dirigido a los periodistas de todo el mundo para que supieran
quien era el vencedor y, por tanto, a quién debían rendir pleitesía?).
Sorprendentemente en ese lugar, en su plaza, se mantenía un símbolo del
poder de Sadam: su estatua, erigida frente al hotel, no había sido
bombardeada. Permanecía desafiante en su pedestal. Los tanques rodearon el
lugar mientras los cámaras filmaban lo que ocurría. Se había buscado el
lugar exacto para poder narrar al mundo “global” lo que estaba ocurriendo
¿de verdad?: la total “eliminación del régimen. Varias personas, y
soldados norteamericanos, tratan de que la estatua, que representa a Sadam,
caiga del pedestal. ¿Quienes son las personas que participan en la “gran”
secuencia? Unos cuantos (aparentes) iraquíes que de forma “espontanea”
tratan de mostrar su odio al tirano. Es curioso comprobar como el ejercito
norteamericano, desconfiado frente a tanto enemigo camuflado, permite
acercarse (y ser rodeado por ellos) a unas pocas decenas de entusiastas
ciudadanos que dan gritos contra el régimen. ¿Son realmente iraquíes de a
pie? Según el corresponsal de Tele-5 que narra el momento se trata de unos
“quinquis”. Pero, claro hay que reconocer que el reportero de la cadena se
encuentra aún bajo el impacto emocional del asesinato de su compañero
ocurrido el día anterior. Así no es raro que confunde a los agradecidos y
“liberados” representantes del pueblo iraquí con desarrapados o
mercenarios. Mejor será escuchar la radio. En la SER alguien comenta con
el locutor los acontecimientos que visionan al mismo tiempo millones de
seres de la red mundial. Dice el comentarista que aquellos ciudadanos de
Bagdad parecen ser más bien integrantes de la CIA o gente actuando bajo
sus ordenes. Y de ordenes debe saber bastante el improvisado comentarista
ya que no es otro que un coronel del Ejercito Español.
Pero, dejemos las disquisiciones para otra ocasión, y hagamos
que nuestra sorprendida mirada trate de identificar el momento que está
televisándose con una serie de imágenes (maestras) cinematográficas. El
realizador de la “película” que se nos transmite toma prestado nada menos
(en vano) que el nombre de Eisenstein y de su genial Octubre. La
caída de la estatua de Sadam no asemeja (como dijeran en curiosa sintonía
Aznar y Rumsfeld) la caída del muro de Berlín (guión deslavazado, fallido,
demasiado forzado) y si la caída del zarismo ruso. Sólo hay que comparar y
ver la gran semejanza sobre el papel, pero distante en ejecución,
existente entre la demolición de la estatua de Sadam por el pueblo (?) con
la del Zar (simbólicamente tratada al venir representada por los distintos
estamentos rusos) en la película de Eisenstein. Los elementos se repiten:
gran estatua (símbolo del poder), sogas tiradas, tensadas, por personas
con el fin de arrastrar al sátrapa, hacerlo caer como forma de mostrar el
derrocamiento del régimen, pero, en ambos casos, el principal actor pugna
por seguir en el pedestal... La diferencia entre ambas secuencias estriba
en que el pueblo entusiasta (y actoral) de la película rusa era
representado por multitudes (simbólicas) mientras que en la película
norteamericana, a pesar del dinero que emplea Hollywood en estos eventos,
eran pocos (y malos actores, además) extras los actuantes. Incluso para
acabar de afear la cosa al marine encumbrado a la estatua (de origen
chino) se le ocurrió tapar la cara de Sadam con una bandera...
norteamericana. Como el director de tal desaguisado no parecía muy diestro
hubo que pedir auxilio, para que el acto terminara, a una grúa (al parecer
pasaba por allí): traca final pero de efectos amortiguados. Al ejercito
norteamericano se le olvidó llamar a Spielberg o a la factoría Lucas para
lograr una puesta en escena que al menos fuera nominada a los próximos
Oscar.
2.-
... A alguien le importan los Oscars
Curiosamente en este desgraciado e intranquilizante año 2003
la entrega de los Oscar de Hollywood vino a coincidir con el comienzo de
la guerra. El acto nada tuvo que ver con la entrega de los Goyas. Fue más
aburrido y anodino. Los presentadores tenían ordenes expresas de no
“pasarse” del guión, aunque, por fortuna, hubo alguno que (sin importarle
las represalias) fue capaz de ejercer su libertad. Fue el caso del actor
mejicano García Bernal o de Dustin Hoffman que con sus alusiones contra la
guerra y a favor de la paz se saltaron el guión pactado. Mucho más
“sangrientos” fueron algunos de los premiados. La “música” había sido
adiestrada para “apagar” cualquier discurso “incorrecto”, pero no pudo
contra Adrien Brody, extraordinario actor de la menos excelente El
pianista, de Polanski, quien “ordenó”, al recibir el premio al mejor
actor, bajar la música. Su presentación en el escenario fue realmente
inmpresionante con ese “muy efusivo” beso a Halle Berry, la encargada de
“leer” el Oscar al mejor actor. Fue la demostración palpable de sus dotes
de actor. Lógico que siguiera luego interpretando a un gran personaje.
Pero el apoteosis llegó con Michael Moore al recibir el Oscar al mejor
documental por su interesante y necesaria Bowling for Columbia.
Moore, una especie de Santiago Segura pero en comprometido, invitó a que
le acompañaran en el escenario a todos los nominados en el apartado
documental. Luego ya, con el Oscar en sus manos, no tuvo reparo alguno en
decir lo que pensaba sobre esta absurda guerra y contra uno de los peores
presidentes norteamericanos (“... a todos nosotros nos gusta la no ficción
pero hoy vivimos tiempos ficticios... Vivimos en una época en la que
contamos con resultados electores ficticios, que designaron a un
presidente ficticio. Vivimos además en una época en la que tenemos a un
señor que nos envía a una guerra por razones ficticias, ya se trate de la
ficción de la cinta adhesiva o la de las alertas naranjas. Estamos contra
la guerra señor Bush, que vergüenza señor Bush, que vergüenza...”). Otros
premiados, también manifestándose contrarios a esta guerra, fueron menos
explícitos aunque sus gestos fueron elocuentes. Fue el caso de Rob
Marshall el prometedor director de Chicago, de la cada vez mejor
actriz Nicole Kidman y..., como no, de Pedro Almodóvar, que, a pesar de
la prohibición de la organización, sacó de uno de sus bolsillos una
“chuleta” para protestar contra la ilegalidad de la guerra. Sus palabras
fueron comedidas. Su más virulento discurso fue el pronunciado
posteriormente en la rueda de prensa. Arremetió contra los dirigentes de
aquí y de allá, contra los nada claros intereses de esta guerra.
Almodóvar, durante la ceremonia, también lució (en un estilo más elegante,
pero probablemente menos comprometido, del de las “tarjetitas” del grito
de “nuestro” no a la guerra) en su solapa la paloma de la paz al igual que
hicieran entre otros varios (además de los citados anteriormente) Chris
Cooper, Richard Gere, Brendan Fraser, Salma Hayek, Geena Davis, Daniel Day-Lewis,
Susan Sarandon, Ben Kingsley... Algunos otros decidieron no acudir al acto
al considerar que no era el momento más idóneo para “zarandajas” de este
tipo. Fue el caso del director finlandés Aki Kaurismäki, que optaba al
Oscar a la mejor película extranjera por la importante Un hombre sin
pasado.
Hay que resaltar un dato elocuente: al parecer entre los
espectadores se “escondían” varias personas “invitadas” dispuestas a
impedir (con silbidos o muestras de descontento) que las palabras contra
la guerra pudieran ser vitoreadas excesivamente. Un fehaciente ejemplo de
democracia.
¿Y los premios? Probablemente era lo de menos en estas
circunstancias, aunque curiosamente haya que decir que en la actual
edición las nominaciones, para sorpresa de propios y extraños, se
centraban (como pocas veces) en películas de gran calidad. Era el caso de
la casi totalidad de las películas que aspiraban a recibir el Oscar a la
mejor películas. Cuatro al menos de las cinco, a excepción, claro, de
Las dos torres, eran merecedoras del gran galardón. El pianista,
Las horas, Gangs de Nueva York y (la premiada) Chicago
son grandes y, en general, de una u otra manera, comprometidas
películas. Como también lo eran los cinco directores nominados. Cuatro (Polanski,
Daldry , Scorsese, Marshall) eran los de cuatro de las películas citadas,
el quinto (Peter Jackson no era nominado por Las dos torres) era
Pedro Almodóvar por su “intratable” y avasalladora Hablé con ella,
uno de los filmes más comprometidos y lúcidos de nuestro “quijote”
cinematográfico. El premio fue para Polanski, que no estuvo presente por
sus problemas con la justicia americana: está acusado de haber violado,
hace varios años, a una menor. Una película, la del polaco-francés, seria
y lograda, muy en su línea (el juego con los ambientes cerrados, los
falsos héroes, los seres desequilibrados) y que sobre el tema judío (la
película va, por fortuna, mucho más allá) da mil vueltas a la oportunista
Lista de Schlinder, de Spielberg.
Julianne Moore e incluso Renée Zellweger podrían haberse
llevado el premio a la mejor actriz (ya lo ganaran en otra ocasión), que
con justicia recayó en la estupenda, y casi irreconocible, Nicole Kidman
por su papel de Virgnia Woolf. Una actriz capaz de dar vida (como le va
pasando a la protagonista de Chicago que pasa de “gordisima” a
“escultural”) a cualquier personaje y en cualquier registro.
Cinco grandes actores, por cinco buenas interpretaciones,
eran nominados. Se trataba, además, de Broody (El pianista), de
Nicolas Cage (por su divertida intepretación de “dos” -?- hermanos gemelos
en Adaptación), Michael Caine (por su papel en la más bien insípida
El americano impasible), Daniel Day-Lewis (Gangs de Nueva York)
y, el más discutible, Jack Nicholson (como siempre gesticulando más de lo
necesario en la más bien estomagante A propósito de Schmidt). Queda
dicho que muy justamente se lo llevo Broody por un papel aparentemente
fácil pero de gran dificultad: hacer creíble a un hombre “normal” en una
situación extrema.
El mejor guión original fue para Almodóvar. Sin duda es de lo
mejor de Hablé con ella junto a la fotografía de Aguirresarove y la
interpretación de Cámara (todo ello injustamente olvidado por la Academia
Española).
Acertados fueron los premios al mejor documental (Bowling
for Columbia), montaje (Chicago, aunque Gangs de
Mueva York o Las horas también podrían haberse llevado el
premio), actor secundario (Chris Cooper por Adaptación aunque
excelente eran también los otros nominados: Ed Harris por Las horas,
Paul Newman por Camino a la perdición, John C. Relly por Chicago
o Cristopher Walker por Atrápame si puedes). Menos acertado fue el
galardón para la mejor actriz secundaria. No lo hace mal Catherine Zeta-Jones
en Chicago pero mucho mejor está Julianne Moore en Las horas
(quizá le perjudicó a esta gran actriz el haber sido nominada en dos
apartados interpretativos) o, incluso, Meryl Streep en Adaptación.
El Oscar a la mejor fotografía, entre los otros nominados,
estaba cantado que lo recibiría (a titulo póstumo) Conrad L. Hall por
Camino a la perdición. Este clásico director de fotografía ya
había ganado con anterioridad el Oscar. La fotografía de cualquiera de las
otras cuatro filme nominados (Chicago, Gangs de Nueva York, El
pianista y Lejos del cielo) era una digna ganadora, pero la
muerte de Hall, ocurrida al terminar el rodaje del irregular y
sobrevalorado filme de Mendes, fue la razón fundamental para que la
balanza terminara por desnivelarse a su lado.
Una obra indiscutible de la animación, El viaje de
Chichiro, venía a demostrar que no solamente es importante el cine
norteamericano de dibujos. La Academia con este galardón reconoció el
notable trabajo que su realizador Hayao Miyazaki (Porco Rosso,
La princesa Monanoke) realiza en Japón. El filme ya había sido
premiado en el festival de Berlín del pasado año, galardón que compartió
con Domingo sangriento.
En el
apartado de la mejor película extranjera se ignoró a Hero el último
filme de Yimou o al estupendo Un hombre sin pasado de Aki
Kaurismäki, de manera que el premio fue para un filme alemán desconocido
titulado Nirgendow in Afrika de Carolina Link, directora que
tampoco se desplazo a Hollywood por la postura norteamericana en la
guerra.
La gran perdedora de la ceremonia fue sin duda la película de
Scorsese Gangs de Nueva York, que no recibió ningún premio de los
diez a los que optaba. El irse de vacío puede entenderse como algo más
que la falta de calidad del filme, ya que la tiene y mucha: algunas de sus
secuencias son realmente impresionantes. Si se trató de hacerle el vacío
probablemente se debiera a sus planteamientos ideológicos. El filme del
Scorsese no es políticamente correcto para el momento de exaltación
mística (mas bien fanática) que planea sobre la sociedad norteamericana.
La película muestra una terrible visión sobre el nacimiento de un país
repleto de violencia y de sentido mesiánico. El dar la espalda al filme de
Scorsese no es sino poner en entredicho la propia (y cacareada)
independencia de la profesión (y sobre todo de sus dirigentes)
cinematográfica.
3.- El póker de la muerte
Los chulescos cuatreros norteamericanos dispuestos a defender
su maltrecho honor (?) contra los que no piensan como ellos, se han
convertido ahora en gobernante, que hacen su agosto engañando a su propio
pueblo y destruyendo su concepto de (¿real?) democracia. Se dice que los
EE. UU. representan, desde su (confusa) fundación, al país con mayor
tradición democrática. Probablemente se deba a la redacción de su famosa
Constitución, que, en su libertad recién estrenada, supuso, en variados y
frecuentes casos, la persecución o el desamparo de algunos de sus máximos
redactores. Tal fue el caso de Payne.
Su sentido de la democracia se ha basado muchas veces en la
fuerza económica y militar que poseen. Hiroshima y Nagasaki, su cerebral
destrucción, muestran su sentido de la “oportunidad” favorecedora por
encima de cualquier gesto “humano”. Por ese hecho nadie les condeno como
criminales de guerra, algo que ellos hicieron contra los dirigentes de
otros pueblos, tan execrables como ellos mismos. Los vencedores ignoran su
culpabilidad y administran la injusticia olvidando que serán juzgados por
la Historia.
La referencia al Oeste, a un mundo sin ley repleto de
tramposos y violentos, ha sido explícita en Irak. No sabemos a quien se le
habrá ocurrido una idea tan atroz como la de exponer en carta de la baraja
las figuras de los dirigentes iraquíes buscados por los norteamericanos.
Es el “wanted” publicitado por tanto relato del “oeste”. Cada carta asigna
a un mandatario. Su valor (en dólares, please) está en función del poder
que ostentó (con el beneplácito de los que ahora ponen precio a su cabeza)
en el Gobierno (o desgobierno) de su país.
Asombra que países antiguos pregonen la amistad con tales
fulleros. Y no sólo eso: también apoyen o participen de sus partidas
criminales. El ejemplo a la vuelta de la esquina. Aznar (o “Ansar”), un
burdo poliglota paleto, se erige en cornetín de esta cruzada sin
importarles que el pueblo español (en una gran mayoría), la mayor parte de
los países del mundo y hasta el mismísimo Papa de Roma estén en contra de
esa actitud. Por si nos quedamos duda el dirigente de la derecha española
ha proclamado ser más papista que el Papa, ser el representante religioso
por excelencia. Su palabra es ley. Y condenados, y pobres, de los que no
la admitan. Los que no piensan como él han sido insultados, masacrados por
sus palabras y por la de muchos de su Gobierno. Algo que espero no sea
olvidado fácilmente.
Creíamos que la derecha española era democrática. Los hechos
nos están demostrando lo contrario. Tímidamente tratan de cortarnos
libertades, brutalmente quieren llevar al país un estado de crispación
como no había habido desde los primeros tiempos de la democracia. Los
partidarios de la vida (es decir los contrarios del aborto) han dejado
claro que su compromiso con la vida responde únicamente a sus personales
intereses. Y que su cristianismo católico es también de pura conveniencia.
La ley es la que ellos decidan proclamar.
Pasará tiempo hasta que muchos españoles admitamos que en
este país todos (incluso la derechona) somos demócratas. La triste lección
de estos días con la vergonzante manipulación (a alturas que nunca se
había llegado durante los -pocos- años que llevamos viviendo en
democracia) a la que estamos sometidos por los medios informativos
públicos (o sea pagados por nosotros y no por el partido del Gobierno)
debe pasar recibo a pepe. Que no se nos diga que somos inmaduros,
olvidadizos, volubles. Debemos exigir un respecto, ese que nadie nos ha
tenido.
Nos consideramos indignados por haber sentido que nuestro
país ha sido co-patrocinador de esta absurda guerra, por sentir que se ha
atentado contra nuestra seguridad y nuestra libertad. Nos hemos sentido
arrojados en brazos de amigos poco respetables al tiempo que se nos
alejaba de los amigos cercanos. Triste comprobar que nuestro Gobierno
optaba por (mandato de Bush y su malévolo séquito) dinamitar la ONU y la
UE, el único bloque que puede hacer frente al expansionismo
norteamericano, que puede parar sus ansias de ejercer el Gobierno total,
de hacer y deshacer a su (fascista) antojo.
El día 25 de mayo hay elecciones. Cada uno deberá votar en
conciencia ante los hechos vividos. Saber que partidos son “más”
democráticos y cuales menos. Qué partidos tienen más en cuenta los
intereses (propios nuestros) de Europa que los de Estados Unidos. ¿Acaso
es casual que el país invadido tomase como moneda de cambio el euro en vez
del dólar?
Votemos, pues. Podemos no hacerlo en una posición fácil y
pasota. Otros, así, elegirán por nosotros. Curiosamente manera de poder
echar las culpas luego a los demás. De no mancharnos, comprometernos. Es
el juego a estar y no estar. Hay que votar y no dejarnos engañar por esos
(del partido) que dicen que si el Gobierno lo ha hecho ahora mal debe ser
“juzgado” en unas elecciones generales (¡largo me lo fiáis!) y no en unas
autonómicas y municipales. Esas palabras son un engaño manifiesto. Aquí y
ahora hay que pedir explicaciones al PP. Decirle lo que pensamos e
intentar que con nuestro voto sepan lo que realmente pensamos de su
vergonzante actitud. Sólo así podemos llevar la cordura a un país que
parece estarla perdiendo en aras de una confrontación exasperante, como no
la ha habido desde los primeros tiempos de la transición. Es inadmisible
el carácter chulesco, apolítico, insultantes del Presidente del Gobierno y
de su corte poco celestial. Lo peor de todo son esos anuncios que vamos
escuchando de libertades que pretenden ser “aprisionadas”. El contenido
(filtrado) del proyecto de Gabinete de Defensa, con amenaza de multas y de
cárcel a los que se manifiestan contra una guerra en la que intervenga
nuestro país (la de Irak podría ser un ejemplo) o sus aliados es todo un
clarín de arrebato. No el único. Basta abrir ojos y oídos y ver y
escuchar. El “pepe” probablemente, si pudiera, ilegalizaría partidos,
condenaría (las sorprendentes ordenes del Gobierno de Galicia para los
centros escolares durante el “conflicto” armado son un ejemplo) cualquier
actitud que vaya contra sus ideas, eliminarían leyes que no les dejaran
hacer su “diabólica” voluntad... Se ha luchado mucho en este país para que
sea otro muy distinto (aunque no tanto como se quisiera) al heredado de la
dictadura. Por eso no se puede permitir retroceder nada. Hay que avanzar
aunque sea despacio. Y los jóvenes (no tan pasotas como se creía) parecen
venir pisando fuerte, clamando por una mayor justicia. Su presencia en
todo el mundo en las manifestaciones contra la guerra no son más que una
prolongación de sus protestas antiglobalizadoras: una postura de búsqueda
de un mundo distinto del que ahora viven. Éste tendente a la
globalización, de no verdadera democracia (de democracia vigilante) no les
gusta. Todo, en él, es pura apariencia.
No olvidemos, pues, la cita obligada del día 25 de mayo. Y
ejerzamos con responsabilidad, memoria y vista de futuro la votación. Que
nuestro voto vaya a un partido claramente democrático, no a partidos que
se aprovechan de la democracia para ejercer su autoritario poder en el que
únicamente son sus dirigentes los que importan.
Adolfo
Bellido López
Director
de Encadenados.
|