Aunque la mayoría de
los socios fundadores de EN CADENA DOS vivimos a orillas del
Mediterráneo, en Valencia, tenemos un colaborador cuyo domicilio se
encuentra a orillas... ¡del Guadalquivir!, pero su espíritu es tan
mediterráneo como el nuestro. Cada mes os invita a acompañarle en el
análisis de un tema cinematográfico de actualidad.
FONDO Y FORMA
Por
Juan
de Pablos Pons
La
evolución del lenguaje cinematográfico ha sido una de las constantes en
la centenaria historia del cine. La consolidación y superación de los géneros,
la creciente complicación y sofisticación de los códigos y la
permanente aportación de la tecnología han ido marcando nuevos estilos y
subrayando el envejecimiento de películas y formas de contar historias.
Sin embargo, en la actualidad estamos llegando a lo que aparentemente
resulta el final del camino, si nos guiamos por algunas propuestas o films
de reciente factura.
Así,
Matrix y sus dos secuelas (1999 y 2003) dirigidas por Andy y Larry
Wachowski parecen haber reelaborado o inventado un lenguaje, haciendo una
propuesta que en cierto sentido podría decirse que se aleja del cine.
Desde un punto de vista estructural sin duda se trata de un videojuego. De
ese referente digital la saga toma esquemas narrativos, estéticas, iconos
o si se quiere no-personajes, ambientes y lo que resulta quizás más
relevante: su falta de sentimientos. Esta incapacidad para emocionar al
espectador sustituida por una bateria de efectos especiales que impactan y
sorprenden resulta evidente en esta saga o en otros films similares.
Alfred
Hitchcock afirma en el libro de diálogos con François Truffaut: “La
verosimilitud no me interesa. Es lo más fácil de hacer. (...) Seamos lógicos:
si se quiere analizarlo todo y construirlo todo en términos de
plausibilidad y de verosimilitud, ningún guión de ficción resistiría
este análisis y solo se podría hacer una cosa: documentales.” {El
cine según Hitchcock (1990, pp. 83 y 84)}. Si en Hichcock la huida de
lo verosimil se hace por la vía de una narración envolvente y la
utilización de “recursos literarios” como el “understatement” o
el “Mac Guffin” (conceptos no traducibles al castellano), en el cine
actual ese distanciamiento de lo verosimil, que nos vincula a lo
cotidiano, se busca preferentemente mediante el recurso a los efectos
especiales cada vez más espectaculares. En Matrix y sus secuelas
los movimientos circulares de cámara alrededor de los personajes que se
atacan o los desplazamientos de éstos en saltos imposibles parecen señalar
fórmulas para huir de lo verosímil.
Aparentemente
en contradicción con el cine que más éxito tiene en la actualidad,
ejemplificado en el caso de Matrix y en función de las palabras de
Hitchcock que hemos reproducido, otro fenómeno cinematográfico característico
de nuestros días es la recuperación del documental como género
cinematográfico de interés. El éxito internacional y masivo de
propuestas como Bowling for Columbine (2002) de Michael Moore así
lo avalan. Otro documental que ha tenido una gran acogida en esta
temporada ha sido Comandante (2003). Se trata de un documental
dirigido por el conocido director norteamericano Oliver Stone, que trata
de profundizar en la personalidad de Fidel Castro, un personaje que forma
parte de la historia contemporánea. El documental se apoya básicamente
en el material grabado durante tres jornadas, a través de una entrevista
o diálogo entre Oliver Stone y Fidel Castro, sin duda de gran interés
dadas las características del entrevistado. Una de las personalidades que
más claves conoce de muchos de los acontecimientos más importantes
ocurridos en el último siglo.
Aunque
solemos tender a manejar la idea de que un documental simplemente presenta
una realidad, en este caso, además del retrato de Fidel Castro, Comandante
propone una nueva forma de presentar y narrar. Frente al modo clásico,
fundamentalmente lineal, Oliver Stone crea formalmente un nuevo modo de
contar, muy dinámico y basado en una manera de presentar la realidad
descompuesta en múltiples visiones. Para ello utiliza simultáneamente
varias cámaras digitales que le aportan diferentes texturas y una
composición espacial diferente. Este material le permite un trabajo de
edición similar al “directo televisivo”, aunque persiguiendo una
finalidad distinta. En este caso, una aproximación más poliédrica a un
personaje complejo y sin duda contradictorio como Fidel Castro. Comandante
revoluciona el lenguaje del documental dotándole de más recursos
expresivos y de nuevas posibilidades para presentar una realidad.
Como
consecuencia o conclusión de todo lo dicho, parece que en el cine actual
tenemos suficientes ejemplos, además respaldados por el éxito comercial,
de que nuevas formas de contar, resultan como tales más atractivas que el
fondo o el contenido de las historias presentadas. ¿Es esta situación
buena o mala en sí misma? Parece razonable pensar que la respuesta a esta
cuestión tenga más sentido afrontarla desde una perspectiva individual o
personal que colectiva.
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