Encerrada (The Ward) (1)

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¿Qué fue de John Carpenter? 

encerrada-1Dos años después de su realización y de su presentación en el Festival de Sitges, llega directamente a DVD la segunda película dirigida por John Carpenter en la última década, un título que viene a demostrar que el bache de Fantasmas de Marte (2001) no era un espejismo y que es el propio director quien ha aceptado retirarse de la primera línea, reservándose el papel de fuente de inspiración de numerosos remakes y secuelas, además de cortos y otros saqueos varios, dejando su trabajo al pie del cañón únicamente para algunos episodios de la serie de televisión Masters of Horror.

Carpenter formó la línea dura del cine comercial de terror norteamericano de los 70 y 80, la última gran ola del cine de autor. Sus grandes obras se alinearon junto a las de Tobe Hooper (La matanza de Texas, Poltergeist), George A. Romero (La noche de los muertos vivientes, Zombi), Brian DePalma (Carrie, Vestida para matar) y Wes Craven (La última casa a la izquierda, Las colinas tienen ojos, Pesadilla en Elm Street).

Incluso a esta nómina más o menos estable de realizadores habituales del género se podrían añadir algunos apuntes ocasionales de marginales de la serie B, con Larry Cohen a la cabeza (Estoy vivo), o superproducciones en toda regla más rompedoras de lo que en su día se dijo, como se puede comprobar comparándolas con los blockbusters veraniegos para todos los públicos que hoy nos invaden: El exorcista de William Friedkin, Tiburón de Steven Spielberg o Alien, el octavo pasajero de Ridley Scott son buenos ejemplos de lo dicho.

En veinte años, los que van de La noche de Halloween (1978) a Vampiros (1998), Carpenter fue elevado al altar de los genios, de los monstruos sagrados, hasta el punto de utilizar su nombre delante del título, casi como una garantía de autenticidad y calidad, parafraseando al mismísimo Hitchcock, que tardó mucho más tiempo y películas en lograr ese nivel de “autoridad” en su obra.

A esta época pertenecen títulos hoy considerados como clásicos; además de los citados, es obligado recordar Asalto a la comisaría del distrito 13 (1976), La niebla (1980), 1997: Rescate en Nueva York (1981), La cosa (1982), El príncipe de las tinieblas (1987), Están vivos (1988), En la boca del miedo (1994) y El pueblo de los malditos (1995).

Tampoco su filmografía se puede calificar de sobresaliente, ya que en esas mismas fechas alternó sus grandes obras con títulos menores, como Christine (1983), Starman (1984), Golpe en la pequeña China (1986), Memorias de un hombre invisible (1992) y 2013: Rescate en L. A. (1996).

Pese a los altibajos, como se puede comprobar hablamos de una filmografía de gran coherencia temática y un nivel general más que aceptable, al margen de sus continuas incursiones televisivas, donde resultaba menos visceral pero también visitaba con asiduidad el cine fantástico y terrorífico, mereciendo en este sentido una urgente revisión el film de episodios Body bags, bolsa de cadáveres (1993), codirigido por su colega Tobe Hooper.

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¿Qué pasó entonces?

Sencillamente, que se le agotó el crédito de la industria.

Pese a sus coqueteos con las grandes multinacionales (La cosa, Starman, Memorias de un hombre invisible), Carpenter siempre se movía mejor en la pequeña productora, en trabajos de coste medio o bajo que solían resultar muy rentables y que, al mismo tiempo, permitían una independencia casi absoluta a un hombre acostumbrado a escribir, producir, dirigir e incluso componer la banda sonora de sus películas.

Pero este cine entre crítico y visceral, de ambientes sombríos, macabro por momentos, en el que la puesta en escena y la creación de un clima es fundamental, cayó en desuso, los nuevos realizadores —casi todos procedentes del campo de la publicidad o del videoclip— arrinconaron a los viejos maestros, que se veían abocados a realizar nuevas versiones de viejos éxitos (véase a George A. Romero con su saga de los zombis) o a vender sus historias para que unos jovenzuelos las “adaptaran” a los nuevos tiempos, lo que casi siempre ha supuesto una puesta en escena más “cuidada” (ya lo hemos dicho: son realizadores de videoclips), pero una carencia absoluta del concepto de “puesta en escena” (que es sustituido por bonitas imágenes y una amplia colección de tarjetas postales) y, sobre todo, un posicionamiento ideológico mucho más reaccionario.

Así las cosas, Carpenter ha sobrevivido en la última década gracias a los numerosos derechos de autor que han generado sus películas, a la venta de sus guiones que, curiosamente, casi siempre se han considerado como la parte más débil de su cine, ya que lo suyo era la puesta en imágenes, crear momentos inolvidables (¿alguien puede olvidar plano-secuencia en cámara subjetiva del comienzo de La noche de Halloween?), su punto fuerte era ofrecer un cine duro dentro del sistema (las transformaciones de La cosa aún no han sido superadas), en fin, que tenía algo que contar y una forma particular de hacerlo. Un estilo.

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Sin ánimo de ser exhaustivo, en lo que va de siglo se han estrenado —basados en films de Carpenter— títulos a veces comerciales, pero en general tan poco atractivos como Halloween: Resurrección (2002) de Rick Rosenthal, Asalto al distrito 13 (2005) de Jean François Richet, Terror en la niebla (2007) de Ruper Wainwright y la nueva versión de La cosa / The thing (2011) de Matthijs van Heijningen jr.

Eso sí, junto a ellos también hay una nueva serie sobre su personaje de Michael Myers, iniciada con Halloween: El origen (2007) y continuada con Halloween II (2009), ambas de Rob Zombie, un tipo al que al menos no se le puede negar cierto carácter rompedor y una línea visceral en su puesta en escena que remite al mejor Carpenter, al de sus comienzos, aunque a Zombie le atraiga más la puesta en escena sucia y los ambientes escabrosos. Digamos que sería la versión trash del Carpenter de los ochenta.

En definitiva, salvo dos incursiones en la serie Masters of Horror (El fin del mundo en 35 milímetros y Pro Vida, realizadas en 2005 y 2006), Carpenter llevaba una década jubilado de la dirección cinematográfica, en parte por el cambio de gustos del público, en parte por su testarudez en controlar las producciones, en parte porque había perdido el pulso firme de su buena época y, por qué no recordarlo, porque sus películas ya no funcionaban en taquilla: el fracaso a todos los niveles de Fantasmas de Marte fue una jubilación anticipada.

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Aún sigue vivo

Por ello sorprendió la noticia de un film rodado en 2010, titulado The Ward. Producido por gente ajena a sus colaboradores de otra época, sin nombres habituales de su cine, con intérpretes bastante flojos (la monina Amber Heard no contribuye lo más mínimo al funcionamiento de la trama), pero dentro del campo del cine fantástico. Había una posibilidad de que Carpenter hubiera vuelto.

Pasados dos años sin estrenarse en nuestros cines, su aparición directa en DVD (curiosamente casi coincidiendo en los videoclubs con Halloween II de Rob Zombie: otro que tampoco dirige al gusto de las mentes biempensantes y los paladares más exquisitos) nos ha dado la oportunidad de revisar su último intento de retirarse con todos los honores.

Y no lo ha conseguido.

Para empezar, la historia no es nada original. A priori puede parecerlo, pero llega un momento en que las numerosas incongruencias del sanatorio mental en el que está recluida la protagonista nos obligan a pensar que aquello no puede ser real…

(Anotación entre paréntesis: los enemigos del spoiler, es decir, los que no quieran conocer nada de la historia, para que no le arruinemos la sorpresa, que se salten los dos próximos párrafos: luego no digáis que no os hemos avisado. Dos párrafos sin leer. Gracias.)

Y no lo es, evidentemente: Encerrada transcurre, literalmente, en la mente de la protagonista, quien inventa personajes que materializan su trastorno de personalidad múltiple. Es decir, todas las mujeres recluidas en psiquiátrico son ella misma, las distintas vidas que ha creado para sobrevivir a meses de tortura y secuestro en una casa abandonada cuando era apenas una niña.

De estas anomalías impropias de un mundo “real” vamos dándonos cuenta al principio por pequeños detalles que son ilógicos, finalmente cuando el fantasma de una desaparecida aparece literalmente por los pasillos y nuestra protagonista acaba matándolo de un hachazo (¡a un fantasma!) ya no tenemos ninguna duda: aquello no puede ser real… y, efectivamente, estamos en pleno desvarío de Kristen.

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Momentos, sólo momentos

El problema fundamental es que el giro final, o mejor dicho, la trama básica de Encerrada ya la hemos visto en cine, en un título aproximadamente de la misma época: Identity. Su relativa cercanía en el tiempo permite al espectador imaginar pronto qué está sucediendo en ese extraño psiquiátrico poblado por locas, fantasmas, mad doctors y alguna enfermera escapada de Alguien voló sobre el nido del cuco.

Demasiados parecidos, demasiadas ideas ya gastadas.

Queda, eso sí, cierto estilo en alguna escena, como la larga fuga nocturna de las dos amigas, con pequeños toques de irrealidad que ya nos avisan de que aquello no puede estar pasando… y más si nos preguntamos qué hace una morgue en los sótanos de un psiquiátrico.

También nos quedamos con ese cuaderno de dibujos que sugiere más de lo que realmente muestra y la escena de las “locas” bailando un clásico como Run, baby, run… quizá uno de esos instantes que mejor recogen el espíritu de locura que intenta presidir el film, aunque no siempre lo consigue.

Y, eso sí, un final antológico: copiado, por supuesto, pero acojonante.

Porque desde Carrie no se veía un susto final tan bien preparado, tan elaborado para jugar con las expectativas del espectador (hoy en día un perfecto conocedor de la mecánica del susto final), tan medido, tan sobrecogedor: tan perfecto que te obliga a dar un salto en la butaca (o en el sofá, vaya usted a saber) pese a que todos tenemos claro que ese susto va a llegar… pero no imaginábamos cuándo y cómo.

Otro momento, otro destello, pero son pequeños detalles aquí y allá.

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Muy poco para una película que se mueve peligrosamente cerca del telefilm, que nunca acaba de arrancar, que se conforma con sugerir en algún momento aislado, pero que no se lanza nunca a hacer suyo su propio discurso sobre la mente humana, sobre la locura, sobre el mundo de los psiquiátricos.

Para entendernos, es como si Carpenter hubiera realizado un remake inconfeso de En la boca del miedo (In the mouth of madness, 1994), aquel título en el que Sam Neill sí se lanzaba a fondo a la búsqueda de Sutter Cane, el escritor de novelas de misterio absorbido por su última novela… y él mismo acababa formando parte de una auténtica pesadilla. Pero, claro, estamos ante un remake adaptado a los nuevos tiempos: políticamente más correcto, con mujeres en vez de hombres, sin apenas sangre, sin sexo, sin vísceras, sin poner en tela de juicio las expectativas del espectador…

Un simple entretenimiento para un envejecido Carpenter.

Una auténtica pena, los viejos rockeros quizá no mueran, pero hace tiempo que las cuerdas de su guitarra andan más desafinadas que sus propias cuerdas vocales.

Escribe Mr. Kaplan

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Título Encerrada
Título original John Carpenter’s The ward
Director John Carpenter
País y año Estados Unidos, 2010
Duración 88 minutos
Guión Michael Rasmussen y Shawn Rasmussen
Fotografía Yaron Orbach
Música Mark Kilian
Producción Doug Mankoff, Mike Marcus, Peter Block y Andrew Spaulding
Intérpretes Amber Heard (Kristen), Lyndsy Fonseca (Iris), Danielle Panabaker (Sarah), Jared Harris (Dr. Stringer), Mika Boorem (Alice), Marnie Gummer (Emily), Reila Aphrodite (Naomi)
Fecha estreno Estreno en DVD, mayo 2012
Página web http://theward.theofficialjohncarpenter.com/