Silencio de hielo (3)

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Las dos caras de la verdad 

silencio-de-hielo-1Aunque el título del film en su traducción original sea simplemente El silencio (Das lezte schweigen), aquí se ha optado por estrenarlo con el mismo título de la obra en la que se ha basado, Silencio de hielo, segunda novela de la serie creada por el escritor alemán afincado en Finlandia Jan Costin Wagner alrededor del policía Kimmo Joentaa, quien trabaja en la sección de Asesinatos y Homicidios de la ciudad de Turku, situada en la costa suroeste del país.

Sus peripecias comienzan tras la trágica muerte de su mujer, que padecía la enfermedad de Hodgkins. Triste (no podía ser de otro modo), íntegro, serio, es intuitivo y alcanza a ver lo que se oculta a otros, llegando a empatizar incluso con los motivos de los criminales.

Hasta ahora se han llegado a publicar tres novelas sobre la figura de este singular defensor de la ley: Luna helada (2003); Silencio de hielo, y su adaptación cinematográfica que ahora nos ocupa (2007) y El invierno de los leones (2009).

El director del film, el suizo Baran Bo Odar, ha decidido introducir sensibles cambios espacio-temporales a la hora de plasmar en pantalla este exitoso best seller nórdico. La acción tiene lugar en Baviera, cerca de la Selva Negra alemana, y se sitúa veintitrés años después (en la novela son treinta y tres) de que se cometiera el asesinato, nunca esclarecido, de una muchacha mientras paseaba en bicicleta.

Ahora ha vuelto a desaparecer otra chica en el mismo lugar, con detalles que denotan un paralelismo evidente entre ambos sucesos, por lo que el detective, acompañado de su antiguo jefe ya retirado, comienza a investigar sobre el terreno con la esperanza de hallar por fin respuesta a las incógnitas de antaño. Por su parte, los dos agresores comienzan a observarse mutuamente. Y para uno de ellos, en especial, el viaje hacia el pasado supondrá una despiadada confrontación con su propia responsabilidad, acallada durante tanto tiempo.

Nos hallamos ante un film minucioso en su estructura y que tiene en su sosegada puesta en escena y su caudal de matices sus mayores logros. Los seguidores confesos de todo el alud de novelas y películas sobre crímenes e investigaciones que, derivados del monumental éxito de Los hombres que no amaban a las mujeres, de Steig Larsson, no han cesado de bombardearnos en los últimos años, quizás echen en falta un ritmo más acelerado y algo de acción en la trama; pero es que aquí se trata más de enfatizar los aspectos psicológicos que envuelven un suceso como el explicado y de escudriñar las diferentes reacciones producidas en la psique de todos los implicados que ofrecernos un espectáculo donde primen las persecuciones y los momentos efectistas.

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En este aspecto todo el engranaje del film se acercaría a propuestas como la muy recomendable serie danesa Forbrydelsen o a Zodiac, de David Fincher, trabajos donde el tono propio se consigue a través de su solidez narrativa a la hora de recopilar datos tratando de reconstruir un tipo de violencia que se aleja de la espectacularidad acostumbrada.

En Silencio de hielo se reinventa la figura del asesino en serie de una forma muy original y a contracorriente de los killers propios del thriller norteamericano, ya que se utiliza la vía de la austeridad desde la óptica del compromiso total del autor con el material que está manejando.

Así, no importa tanto el suspense de la investigación como las historias de sufrimiento cercanas a la locura de familiares e investigadores. Existen momentos en el film donde esto que explicamos se refleja de manera magistral: tras una pesadilla del protagonista donde vemos cómo confluyen en un mal sueño todos sus fantasmas internos, éste se despierta llevando como única vestimenta un camisón perteneciente a su mujer fallecida. En ese momento aparece en escena su obsesionado ex jefe quien, absorto en la indagación desde hace dos décadas del culpable de los crímenes, ni tan siquiera se percata de tan ridículo atavío.

Nadie se salva de esta espiral de alienación enajenada que parece salpicar cada fotograma: los padres de las finadas se encuentran superados por la magnitud de la catástrofe a la que se ven abocados; los culpables se ven arrastrados a cometer sus fechorías porque no pueden hacer frente a sus impulsos pedófilos, e incluso los policías encargados de resolver los casos se muestran impotentes a la hora de encontrar indicios que les lleven a resolver los asesinatos.

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Lo macabro está presente a través de las snuffs movies con las que se deleitan los maleantes y con la manera que tiene el director de mostrarnos la crueldad de sus actos. En este sentido es encomiable la labor de montaje de Robert Rzsacz, en el que se supone su debut como montador en un largometraje de ficción, y sobre todo la sobrecogedora fotografía trufada de desasosegantes panorámicas aéreas de Nikolaus Summerer (conocido por sus trabajos en Vickie, el vikingo y Todo un hombre), que convierten los escenarios en algo así como en un infierno a plena luz del día.

Hay quien ha querido encontrar más de una similitud entre esta película y Fargo, de los hermanos Cohen, y si bien es cierto que la calmada puesta en escena y la presencia de una de las investigadoras embarazada y a punto de dar a luz nos remiten automáticamente a ese clásico instantáneo, Silencio de hielo no está a su altura, pues en el debe de la producción alemana hay que hacer constar algunos errores de guión apreciables (¿cómo alguien puede ser tan descuidado como para dejar a la vista de todos imágenes de abusos a menores en su ordenador personal sin tan sólo disponer de una contraseña que dificulte su acceso?) y cierta falta de severidad a la hora de encadenar la temporalidad de las dos tramas coincidentes (los hacedores del film deberían saber que si pretenden que un mismo actor interprete al mismo personaje con veintitrés años de diferencia, no basta con ponerle una peluca en plan ye-ye).

Con todo y con eso, estamos ante una película estimable que no debería pasar desapercibida a todos los fans del cine negro proveniente de los países nórdicos (se recomienda, como siempre en estos casos, la versión original antes que la doblada, ya que tan sólo viendo el trailer de la copia en castellano se te ponen los pelos como escarpias ante el destrozo acaecido); una obra que trata temas tan inherentes al género humano como la culpa, el remordimiento y la soledad, y que incluso se permite el lujo de dejar ir una crítica implícita a un sistema, el policial, con más agujeros que un queso Gruyere, sobretodo en un epílogo tan demoledor como clarificador, un punto y final que aquí no desvelaremos pero que redondea todo lo que se nos ha dejado leer entre líneas a lo largo y ancho de las cerca de dos horas de metraje.

Escribe Francisco Nieto

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Título Silencio de hielo
Título original Das Letzte schweigen
Director Baran bo Odar
País y año Alemania, 2010
Duración 120 minutos
Guión Baran bo Odar
Fotografía Nikolaus Summerer
Música Kris Steininger y Michael Kamm
Distribución Karma Films
Intérpretes Ulrich Thomsen (Peer Sommer), Wotan Wilke Möhring (Timo), Burghart Klaussner (Krischan), Katrin Sass (Elena), Sebastian Blomberg (David)
Fecha estreno 10/08/2012
Página web http://www.das-letzte-schweigen.de/