Entretenimiento puro
Al filo del mañana es una película que puede tener muchos defectos, pero desde luego y sin lugar a dudas, entre ellos no se cuenta el de ser una mala película.
El autor de esta crónica ha estado debatiendo durante muchas horas consigo mismo sobre si no poner una nota mayor en el encabezado, más acorde con la calidad real del filme. Ha vencido quizá la fría objetividad y la necesidad de atemperar el entusiasmo con que salió de la sala de cine, pero en honor a la verdad, un servidor no puede dejar de recordar que la última película de Doug Liman y Tom Cruise realmente vale la pena.
Entre los mencionados defectos puede contarse uno lo suficientemente señalado por la inmensa mayoría de la crítica: la inspiración de Al filo del mañana bebe de muchas fuentes demasiado conocidas al reelaborar, homenajear y dar varias vueltas de tuerca a una película casi clásica, como es Atrapado en el tiempo (1993) de Harold Ramis, sin olvidar que muchos de sus hallazgos visuales ya se han ensayado en películas como Aliens (1986), Starship troopers (1997) y Matrix (1999), por no hablar de las reminiscencias de Salvar al soldado Ryan (1998).
Con todo, Liman reconoce estos débitos de una manera implícita, cuando señala muchos de los más importantes hitos históricos de las confrontaciones clásicas en su desarrollo de la guerra contra los extraterrestres: nombres como los de Verdún, mapas como los de la Europa aplastada bajo la bota nazi o guiños cronológicos y geográficos que señalan inequívocamente al desembarco de Normandía, hacen notar que el director no está dispuesto a renunciar a los más señalados referentes bélicos del aterrorizado inconsciente colectivo para situar su batalla por la supervivencia de la especie.
Con ello quizá quiere decirnos que su recurrencia a la memoria del espectador no se limita sólo a la cinematografía, sino que abarca todo espectro cultural posible; la justificación de sus guiños se arropa en la necesidad de abrir el foco interpretativo: el cine vive de referencias de toda índole, y pretender eliminarlas es como renunciar a la autocomprensión y el reconocimiento del espectador en el séptimo arte.
Es difícil saber si esa es una justificación válida —puesto que hay películas del mismísimo Cruise como la infausta Oblivion, que se sirven del mismo recurso con resultados vergonzantes—, pero desde luego a este crítico le resulta suficiente: la habilidad de Liman para reelaborar premisas o sincretizar géneros disculpa todo abuso del homenaje; si además es capaz de darle a todo un baño de humor negro o gamberrismo de cartoon, no podemos menos que reconocerle talento para el entretenimiento puro, algo a lo que sin más parece aspirar Al filo del mañana.
Si hacemos abstracción de lo antes mencionado, la película transcurre con una asombrosa agilidad y un interés creciente hasta el último tramo de metraje, donde se abandona a la acción estruendosa y pirotécnica, justificada por la consecución de un objetivo militar. El filme parece perder entonces un poco de su magia —del mismo modo en que irónicamente lo hace el protagonista interpretado por un notable Tom Cruise—, pero logra recuperar el pulso en un nuevo giro final que deja un sabor de boca lo bastante agradable como para no reparar en que se trata otra vez de una conclusión clásica.
Uno sale del cine con satisfacción, y aunque poco a poco pueda ir asumiendo que la obra apenas dejará poso, debe reconocer que puede aguantar más de un visionado y que recomendarla no es un atentado al buen gusto.
Dicho esto, no puede obviarse su ocasional estética de shooter —casi un mal endémico en estos tiempos en que para emocionar, el cine de acción debe competir con esos generadores de aventuras individualizadas que son las videoconsolas—, y sus excesivas concesiones a una causalidad lineal, que si bien facilitan la comprensión por parte del espectador, ciegan una de las vías de salida a una película con tramas espacio/temporales que podrían dar mucho más juego de ser más elaboradas. Sin embargo, viendo en qué tipo de paradojas temporales desembocan algunas de las producciones más recientes de Hollywood, quizá esto no sea más que un signo de justificada prudencia.
En otro término debemos destacar el trabajo actoral: el eternamente joven Cruise, a quien no se puede negar magnetismo y una asombrosa capacidad para generar química con sus compañeras de reparto, retoma con éxito la senda del autoescarnio humorístico iniciada en Tropic Thunder (2008). En esta ocasión encarna el papel de un funcionario militar —y presuntamente cobarde— que se ve obligado a vérselas con un enemigo implacable en el campo de batalla.
Cruise sabe hacerse con el respetable; su pretendida transformación en un improbable héroe es fruto de un esfuerzo titánico basado en la repetición, y no se niega en ella la posibilidad del fracaso: no nos encontramos frente a un ser tocado con el aura de la invencibilidad, la predestinación o una moral intachable, sino ante un arribista que protagoniza una evolución personal hasta hacerse digno de compartir amistad con una heroína y su cuerpo de élite.
Así, el hecho de que como personaje masculino no ejerza ningún tipo de superioridad intelectual o moral sobre su mentora, dice mucho de cómo en algunas cosas el cine de Hollywood parece dispuesto a asumir nuevos aires. Ello no puede hacernos obviar que el protagonismo femenino se halla un tanto diluido por la necesaria omnisciencia del personaje de Cruise.
Emily Blunt, por su parte, sigue haciéndose un hueco en el olimpo de las protagonistas de la ciencia-ficción y parece convertirse en una especialista en viajes en el tiempo o vidas paralelas; respecto a su trabajo en la película que nos ocupa, cumple con creces en su papel de Sigourney Weaver rubia, y es en su personalidad expeditiva donde se explota otra vena humorística nada despreciable. Su versatilidad es indiscutible: esta actriz parece poder cambiar de la ternura a la bravura sin despeinarse, y lo que es más, sin resultar impostada. Ayudan en el reparto los personajes del estupendo Bill Paxton —otro jornalero de la ciencia ficción— y el más discreto —menos histriónico— pero no menos eficiente Brendan Gleeson.
Una película en fin, que no puede ni quiere resistirse a glosar grandes hitos del género para jugar sin asomo de vergüenza con ellos. La ventaja de Al filo del mañana sobre productos como Oblivion es que en este juego desvergonzado, al menos aquélla no quiere darse aires de grandeza.
Quizá aún no estemos en condiciones de decir si este procedimiento es lícito: al fin y al cabo puede aducirse que no hay nada nuevo bajo el sol, y que incluso un género clásico tan prolífico como el western no paró de homenajearse a sí mismo hasta colonizar todos los demás géneros.
Puede que aún no estemos en condiciones de comprender el futuro del cine, y es cierto que siempre habrá genios capaces de reinventar su lenguaje; mientras tanto, los bufones que juegan a ser reyes serán necesarios para hacernos más llevadero el tránsito.
Escribe Ángel Vallejo
Título | Al filo del mañana |
Título original | Edge of tomorrow |
Director | Doug Liman |
País y año | Estados Unidos, 2014 |
Duración | 113 minutos |
Guión | Christopher McQuarrie, Jez Butterworth y John-Henry Butterworth |
Fotografía | Dion Beebe |
Música | Christophe Beck |
Distribución | Warner Bros. Pictures International España |
Intérpretes | Tom Cruise (William Cage), Emily Blunt (Rita Vrataski), Bill Paxton (General Farrell), Brendan Gleeson (General Brigham), Jonas Armstrong (Skinner), Tony Way (Kimmel), Kick Gurry (Griff), Noah Taylor (Dr. Carter), Dragomir Mrsic (Kuntz), Charlotte Riley (Nance), Franz Drameh (Ford). |
Fecha estreno | 30/05/2014 |
Página web | http://warnerbros.es/cine/al-filo-del-ma-ana |