Jack (3)

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Una infancia casi adulta

jack-1Y en el mejor de los sentidos, y de las sensaciones. Ayudado por un actor sensible, Ivo Pietzcher, de 10 años, que incorpora a Jack con una naturalidad tan aplastante como lógica y expresiva: Ivo es Jack y viceversa.

Como no podía ser menos, lo que destaca la muy notable labor de su director, Edward Berger, y de la coguionista, Nele Mueller-Stöfen, que han dejado que Ivo sea tan vulnerable como su personaje. Sin duda, lo más destacado de esta notable película, debut igualmente de sus creadores.

Aparentemente la historia es sencilla: madre muy joven y descuidada (Luise Heyer muy equilibrada en su papel de Sanan), que le importa más cómo y con quién se divierte, que saber qué hacen y cómo están sus hijos, de distinto padre, naturalmente. Decíamos de una madre que quiere mucho a sus hijos, pero que no puede, ni quiere, dejar de divertirse, y conocer a gente nueva. ¿Sabe, acaso, que la vida sólo se vive una vez? Así es, y obra en consecuencia.

Por tanto, sobre Jack recae cuidar de su hermano Manuel (excelente Georg Arms, tan natural e inocente) de 6 años, que asemeja un querubín escapado de una nube, si es que existen, como comprobamos en las primeras secuencias, que vemos cómo duermen ambos. Y no solamente le cuida, sino que intenta protegerlo, pese a lo cual termina en un internado por dejar (no ha sido así) que estuviese a punto de quemarse en la bañera.

Estas pinceladas argumentales sirven para manifestar el grado de madurez a que ha llegado Jack, que escapa del internado y recogiendo a Manuel quiere volver a casa de su madre. No está. Y entonces decide ir en su busca, con Manuel, recorriendo las calles, los subterráneos, donde duermen a veces, y ayudando a los demás siempre que puede, si bien éstos no comprenden, ni comparten, sus correrías.

La narración es casi siempre fluida, aunque demorada en el internado de Jack, queriendo, tal vez, darnos más sobre estos lugares de coerción, donde más que educar se castiga. Y las imágenes inciden, con indudable acierto, en los rostros de los hermanos y también de esa madre inmadura, y de cuantos pasan por su lado.

El ambiente de las calles, de los subterráneos, de las tiendas y los parques, está conseguido en breves pinceladas; aunque se echa de menos una mayor concreción sobre las atmósferas que respiran todos y cada uno. Puede que al ser primera película sea algo disculpable. Y hasta se entiende que hayan dado preferencia a los rostros, a las miradas; a sensaciones que vamos captando.

Jack requiere atención al visionarla (como toda película necesita), porque así entendemos un poco mejor cómo son los mecanismos humanos de defensa y de comprensión.

Recomendamos su visionado a todo tipo de público, porque es sumamente asequible y enseguida sentimos empatía por esos rostros que nos conquistan con una genuina ingenuidad, valga la redundancia. Porque su sensibilidad es contagiosa; y por tanto benéfica para quienes participamos. Se agradece que alguna vez se hagan películas así; el que no sea perfecta no le resta mérito alguno. Gracias de nuevo, Jack.

Escribe Carlos Losada

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