Contra el olvido
Alardeando, podíamos decir que es contra la desmemoria; o sea, como una forma sutil de olvidar lo que nos conviene. De ahí la necesidad de enfrentarse al pasado sin prejuicios; y de manera que combinemos la agilidad mental con la imprescindible necesidad de averiguar cómo y porqué nos lo pretenden contar, tergiversándolo, y como si no formase parte de nuestras vivencias.
Porque eso quiere decirnos Lászlo Nemes, el director, su auténtico protagonista, de esta más que acertada introspección en el mundo de los campos de concentración, que crearon los nazis para el exterminio de sus enemigos, y que nos llega con unas imágenes ajustadas a los acontecimientos vividos en Auschwitz.
Sabemos que no es una novedad hablar de Auschwitz, pero sí desde el punto de vista de los judíos húngaros, obligados a exterminar a los habitantes de sus pueblos, y de otros lugares, en un alarde más de crueldad y estupidez, aquí mostrados a través de Saúl, ese padre que pretende salvar del horno crematorio a su hijo, aún a sabiendas de no estar seguro de ser su padre.
A través de un incesante primer plano de Saúl, a veces excesivo por aquello de que los árboles no dejan ver el bosque, se nos va mostrando, como si estuviéramos allí mismo, la mecánica de destrucción de las personas, y hasta de sus ideas y creencias, y el inicio de rebelión de nuestro protagonista para salvar el cuerpo de su hijo de la cremación y darle una sepultura adecuada, sin que falten las apropiadas oraciones del rabino.
Esta búsqueda, y sus consecuencias, nos revelan la intensidad de las vivencias cuando la vida está al borde de su extinción, o se siente amenazada. Es como invocar las razones de nuestra existencia, de su razón de ser, existir, manifestarse. De ahí el porqué de tantos planos cortos, que nos dejan intuir más allá del encuadre, y de lo que éste muestra.
Bien que lo entendió así Lászlo Nemes, nacido en Budapest en 1977, y casi de la mano de Béla Tarr, del que fue asistente, después de años de estancia en París, simultaneándolos con Budapest. En estas ciudades transcurrió su aprendizaje, como complementándose la una con la otra, y eso no hay duda que le benefició.
Inició su andadura, como director, con 3 cortometrajes. Con uno de ellos, Con un poco de paciencia, ganó 25 premios, en todas partes donde se proyectaba, desde su exhibición y excelente acogida en el Festival de Venecia de 2007, y por el que estuvo nominado para el Premio del Cine Europeo en 2008.
Casi desde entonces se ha dedicado a preparar esta película con un equipo reducido, que le es fiel, logrando que nos interese, y mucho, tanto lo que cuenta y cómo lo cuenta. Sin olvidar que en su enfoque sí es original, dado que nunca antes nadie, que sepamos, había narrado las desventuras de estos judíos húngaros masacrados.
Por otra parte, ha contado con buenos elementos sonoros, desde los inherentes al realismo de las situaciones, al que ayuda la música de Lászlo Melis, porque se mantiene siempre como en un segundo plano. Lo que nos lleva a reflexionar cómo sería El hijo de Saúl con esa composición, titulada Asma asmaton, que Mikis Theodorakis realizó para recordar a las víctimas del holocausto.
Y no serían distintas las intenciones de Nemes, sino que se complementarían con las otras víctimas, y que en la música de Theodorakis abarcan desde Auschwitz hasta Mathausen, y que ha dado lugar a adaptaciones tan excelentes como la de María Farantouri o Iva Zanicchi, titulada Cantico dei canticci, de gran aceptación.
En resumen, que desde ir contra el olvido, hasta poner a cada uno en su sitio, esta película de Lászlo Nemes nos sitúa en el lugar más apropiado para que reflexionar sobre nuestro pasado, presente y futuro nos sea provechoso en todos y cada uno de los sentidos.
Sabemos que no están escritos, incluido el pasado —valga la contradicción—, ya que algunos pretenden escribirlo a su manera, para beneficiarse o quedar bien ante la historia. En consecuencia, sí hay que tenerlos siempre a nuestra disposición para conocernos, sentirnos y aceptarnos mejor, en consonancia con nuestras ideas, sentimientos y experiencias.
Con películas como esta de Nemes, El hijo de Saúl, el cine nos presta una ayuda más que notable, como no podía ser menos. No olvidemos que suele ocurrir así siempre que la película tenga un mínimo de efectos saludables, y en cualquiera de los sentidos que esto quiera interpretarse.
Así pues, recomendamos, como no podía ser menos, El hijo de Saúl.
Escribe Carlos Losada