Una lista de reproducción trivial y amena
Como en la industria musical hay canciones que solamente buscan repetir la fórmula de un éxito previo, sin ningún riesgo y con la intención de que sea recordable en el público a partir de la reminiscencia del referente, en el cine también se opera de la misma manera.
Únicamente hay que ver la vorágine de secuelas, reboots y remakes que han marcado la agenda de Hollywood de los últimos 15 años, y ¡Canta 2! se inscribe perfectamente en esta tendencia de sacar rédito de los productos bañados en oro.
Tras el triunfo en taquilla de ¡Canta! en 2016 y una acogida crítica bastante decente por la simpatía de su propuesta, era inevitable pensar que una segunda parte estaría al caer. Y, en un juego sobre seguro, se ha optado por seguir el mismo patrón que la primera entrega, pero desarrollado de una manera más perezosa.
Lo que empezó como una excusa para ligar y emular a ídolos se ha convertido en una ecléctica colección de más de 400 canciones, cristalizando un universo propio fundamentado en la crónica social, la ironía, la subversión del sistema, la cultura pop y la no-diferenciación del gusto o la condición humana, el cual ha servido de referente a grupos como Queen o a la new wave británica de los ochenta.
Con mayores o menores éxitos, lo cierto es que si hay algo de los que no se puede acusar a los Sparks es de renunciar a su esencia, la cual se ha mantenido intacta y voluble a sus apuestas. Renovándose trabajo a trabajo, sobrellevando con ingenio las decepciones, una demostración de tenacidad y fidelidad que bien les han reportado una multitud de seguidores ante una entrega indiscutible —prueba de ello es el valor de tocar toda su discografía entera a lo largo de un mes.
Aunque es lógico que siga la trama de montar un espectáculo teatral (esta vez en la liga de los grandes musicales de Las Vegas), no hay nada del cuerpo que se desvíe del cliché, andando por un esquema que, como la radio fórmula, es tan efectivo como excesivamente corriente. ¡Canta! tenía como punto fuerte un diseño de personajes encantador, que gozaban de su contundente momento de lucimiento en el metraje, pero aquí muchos de ellos quedan desaprovechados por sus subtramas esqueléticas y descuidadas, particularmente en los casos de Gunter, Johnny o Rosita.
Y otras nuevas que se introducen, como la de Clay Calloway (doblado por un Bono vocalmente discreto en la versión original) es puro tópico, pese a haber algunos momentos de luz como ese Stuck in a moment you can’t get out of que se marca Scarlett Johansson a la guitarra.
El guión de la secuela ofrece una historia sobre la resistencia, la moral y la perseverancia en una animación visualmente hermosa para ver. Por otro lado, el equipo de redacción apostó por lo seguro y lo conocido, donde Sing 2 repite mucho la historia de su antecesor Sing: Who Sings Your Males Amazes. Aquí, los conflictos y la naturaleza de los chistes son los mismos, y la película, en esencia, tiene la misma historia renovada con un escenario diferente. El tiempo de la película también es un poco excesivo, con 110 minutos, una duración mayor que las animaciones habituales, y que podría ser más escasa.
Pero Sing 2 también ofrece una característica colorida y divertida, algo que sin duda llamará la atención de los más pequeños. Las canciones y actuaciones también son muy animadas y algunas arriesgan un poco más de emoción para captar la atención del público.
Además de esta cierta vagancia narrativa al servicio de la peripecia, pero sin la profundidad psicológica requerida para conmover, cabe añadir que la selección musical parece una sesión aleatoria de Spotify de la última década, insertando greatest hits sin demasiada relación al momento que deberían acompañar y, en la mayoría de casos, desligándose de cualquier atisbo emocional —a excepción del hilo musical de Clay Calloway.
Envuelta en una dirección artística vistosa e imaginativa por momentos (los fabulosos decorados del escenario), no deja de ser un divertimento eficaz y tan prefabricado como el musical espacial que Buster Moon y compañía pretenden representar, pero ofrece algunas secuencias sólidas como la infiltración en la torre de Crystal y, dentro de sus golpes de humor, la camaleona Miss Crawly es quien roba todas las escenas.
Una melodía intrascendente e inferior a la primera, pero disfrutable de cabo a rabo mientras suena.
Escribe Aleix Sales | Artículo publicado en Cine Nueva Tribuna