TROPIC THUNDER (1)

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Título original: Tropic Thunder
País, año: EEUU – Alemania, 2008
Dirección: Ben Stiller
Producción: Stuart Cornfeld, Ben Stiller, Justin Theroux, Eric McLeod
Guión: Etan Cohen y Justin Theroux
Fotografía: John Toll
Música: Theodore Shapiro
Montaje: Greg Hayden
Intérpretes:

Robert Downey Jr., Jack Black, Ben Stiller, Jeff Kahn, Anthony Ruivivar, Jay Baruchel, Brandon T. Jackson, Eric Winzenried, Steve Coogan

Duración: 107 minutos
Distribuidora: Paramount
Estreno: 26 septiembre 2008
Página web:  http://www.tropicthunder.com

¿Es esto una comedia?
Escribe Adolfo Bellido

Los años gloriosos de la gran comedia americana han pasado a la historia. Probablemente fue un enorme director alemán, Ernst Lubitsch, reconvertido en norteamericano, el que dictó las reglas por las se regirían las grandes comedias del cine americano desde finales de los años 20 hasta (al menos) los años 70 del siglo pasado.

tropicthunder1.jpgJunto a Lubitsch brillaron en el género realizadores como Wilder (primero guionista del “dios” de la comedia, luego maestro como director de otros muchos títulos), Hawks, Tashlin, Donen, Minnelli, Quine, el gran Edwards….

A partir de la década de los ochenta, la comedia (como la mayoría de los géneros) entró en declive y ahora mismo, por el horizonte, no aparece ningún realizador capaz de devolver al género su perdido esplendor. A no ser que lo sean ciertos realizadores actuales prestigiados hoy sorprendentemente por su cine chapucero, vulgar y chabacano, que haría las delicias de directores como Ed Wood. 

La comedia clásica norteamericana sostenida sobre el equívoco se mira en una larga tradición: el teatro italiano de “arte” y las comedias del siglo de oro español, donde las situaciones se orientan a través de reiterados equívocos. Es el juego sostenido del yo sé que tú no sabes o el otro sabe lo que tú ocultas: ser lo que no es. Una forma de plantear las historias que también explotaría en sus filmes de intriga el genial (y humorista) realizador Alfred Hitchcock

Pero tampoco hay que olvidar que la comedia (su dislate) se mece al compás de uno de los géneros norteamericanos por excelencia: el cine cómico, sustentado por los grandes cómicos del cine mudo, moneda de trueque y alimento de la propia comedia clásica importada desde Europa. Es el cine que va de Harold Lloyd a Chaplin, de Buster Keaton a Fatty, de Stan Laurel y Oliver Hardy a los hermanos Marx… Sin olvidar claro que este divertidísimo ¿género? también encuentra su esplendor en Francia, con Max Linder, otro maestro de maestros.

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La comedia americana actual

¿Y hoy, qué tipo de humor nos llega hoy de Norteamericana? Sin ningún cómico destacable (el último fue probablemente Jerry Lewis), sin ningún realizador seguidor de la comedia clásica, hoy la comedia, recordatorio de tiempos mejores, aparece insinuada en instantes de algunas películas como Los padres de ella (Jay Roach), Atrapado en el tiempo y Una terapia peligrosa (las dos dirigidas por Harold Ramis)…

tropicthunder2.jpgJunto a esos títulos aparecen muchos decantados hacia la vulgaridad más absoluta: lo suyo es un humor chabacano-basura. En algunos casos, como coartada, se trata de echar mano de una pretendido comicidad de culto ya que además viene de Europa, más concretamente de Inglaterra: la de los Monty Pitón, con su descerebrada más que celebrada La vida de Brian a la cabeza. Títulos que poco tienen que ver con la época dorada de la comedia inglesa, emergida a la maravillosa sombra de la Ealing y con directores como Mackendrick, Crichton o Cornelius al frente

La comedia (?) norteamericana actual trata sobre todo de encontrar su público en cierta juventud inmersa en un cine vulgar, grosero, repleto de bromas de jóvenes, donde el sexo y las palabrotas son el rey. Hay unas películas mejores que otras, claro está. Probablemente esta historia se inició con el cine de y para (tarados) universitarios movidos por un único objetivo: ser más gamberro que el compañero e intentar tener el primer encuentro sexual. Nada que ver este tipo de cine con películas que se mueven por otro sentido, aunque se asienten en temática juvenil, como las notables Verano del 42 de Mulligan, American Graffiti de George Lucas o La ley de la calle de Francis F. Coppola.

Sin embargo sus irreverentes primos hermanos se encuentran en títulos como Desmadre a la americana (uno de los primeros de esa temática y que contenía varios puntos de interés) del por entonces director promesa, y posteriormente desinflado, John Landis. De ella beben la mayor parte de los filmes juveniles protagonizados por estudiantes con “picores” y “mala baba”, como Porky’s, Despedida de soltero… y la serie American Pie. Cine chabacano, escaso de humor, repleto de (malos) chistes propios de estudiantes en celo y que derivará, en su estructura, hacia las películas de los hermanos Farrelly (desde Algo pasa con Mary a Matrimonio compulsivo) y, más recientemente, a quien algunos quieren elevar al rango de creador de la nueva comedia norteamericana, ya sea en su amplia (y tremebunda) faceta de productor, guionista o director: Judd Apatow.

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Apatow y su muchachos

Las cartas de presentación de este personaje se corresponden con títulos omo Virgen a los 40, Los supersalidos, Lío embarazoso, Paso de tí... Elevado a los altares por algunos críticos complacientes (y no tan complacientes) que parecen empatizar con ese humor, es por otra parte atacado por otros que consideran a esos filmes (de dudoso gusto): aberrantes ataques a la brillantez de la comedia.

tropicthunder5.jpgLos defensores de Apatow y su muchachada llegan a decir incluso que tal personaje realiza un cine políticamente incorrecto. Y lo dicen, probablemente, hasta convencidos de ello, sin dudar mínimamente de tan aberrante afirmación. Si por algo se distingue su cine (y el de los Farrelly) es por lo contrario. Su capa de incorrección oculta la corrección más absoluta. Un cine complaciente con el propio sistema en descomposición, que los utiliza y lanza para obtener grandes beneficios. Busca sobre todo el aplauso de un público infantilizado, identificado con los vergonzantes representantes de cierta juventud americana. Que, por fortuna, no es la única existente. Tampoco por aquí.

¿Quién es Ben Stiller?

tropicthunder3.jpg¿Y Ben Stiller qué pinta en todo esto? Pues poco, aunque también varios se hayan dedicado a ensalzarlo por su última película y de paso para revisar sus anteriores filmes, que, deben ser tan magníficos como esta su última “tropelía”.

Hoy por hoy, Stiller es un vulgar (y exagerado) comediante que se ha pasado a veces por la pantalla junto a grandes actores en decadencia (o si no lo están no saben hoy escoger las películas en las que intervienen) como Robert De Niro, Robert Downey Jr., Tom Cruise o el mismísimo Nick Nolte.

Ben Stiller (1965) ha sido intérprete (exagerado) de algunas películas divertidas, como Los padres de ella (2000), mucho mejor que su secuela Los padres de él (2004), ambas dirigidas por Jay Roach, y en otras de escasa gracia como Una noche en el museo (Shawn Levy, 2006). Lo suyo es, al menos por el momento, el cine de la broma gansa, de brocha gorda remarcada por los títulos (explícitos) de alguno de los filmes en los que ha intervenido como Cuestión de pelotas (Rawson M. Thurber, 2004) o Escuela para idiotas (Todd Phillips, 2006). Para que su relación con este tipo de comedia actual sea aún mayor no olvidemos su intervención (como actor) en Algo pasa con Mary (1998) y Matrimonio compulsivo (2007) ambas de los hermanos Farrelly. Lo curioso es comprobar cómo Stiller inició su carrera como actor. Nada que ver con la comedia. Intervino en El imperio del sol (1987) de Steven Spielberg, donde el niño protagonista era nada menos que Christian Bale.

tropicthunder6.jpgStiller, como otros cómicos, decidió hace años que su inteligencia debería extenderse a otros ámbitos más creativos que el de la simple interpretación. De ahí que además de actuar se haya dedicado a escribir guiones y a dirigir películas. No hace demasiado se estrenó su escasamente interesante (atención al título español) Zoolander, un descerebrado de moda, que pasó como un flecha por los cines. En una de sus primeras películas que dirigió intentó con poca fortuna imitar el cine juvenil con Bocados de realidad (1994) , aprovechando el tirón de sus intérpretes.

Ahora nos llega su última, cacareada y catapultada película, que en Estados Unidos ha estado durante tiempo en el primer lugar del ranking y que ha tenido la osadía de estar presente en festivales de cine, al menos en el de San Sebastián (ya se sabe el canon que los festivales deben pagar a la industria norteamericana). Allí, durante el certamen, estuvo en olor de multitud, sin rubor alguno, junto a otros miembros del equipo, dando rienda suelta a su (pudorosamente) gamberro humor para satisfacción de sus fieles admiradores.

Las anteriores películas de Stiller como director no habían sido objeto de exaltación por parte de cierta critica aquejada del síndrome de tener que encontrar diariamente un nuevo genio, o que tratan de reconocer de forma constante la existencia de obras (más o menos) maestras. Ahora, se trata de elevar a este “comediante” (¿farsante como la historia de la película que no es?) a la estratosfera: al parecer es el nuevo y maravilloso creador de la comedia actual norteamericana. No sólo eso, también es innovador y rompedor. Vamos, casi un avezado Godard. Ante tales patrañas algunos nos quedamos estupefactos. No entendemos nada.

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El metalenguaje como coartada

¿Dónde está la grandeza de esta película vulgar y escasamente original? Quizá en la presencia de pretendidos elementos metalingüísticos (la cosa en sí ya tiene su guasa) que ponen en entredicho la representación fílmica. Pero eso es accesorio, no buscado y escasamente original. Se trata de rizar el rizo entre lo real y lo imaginario, entre la película que vemos, la que se cree que se está rodando y la realidad que tiene los visos de otra película.

¿Reflexión sobre el cine? En absoluto. En tal caso acumulación de referencias fílmicas en sí mismas, sin ningún afán. Y menos crítico. Como mucho una película que conectaría con el peor cine de Mel Brooks, al cual ya le colgaron la genialidad con aquella payasada de El jovencito Frankenstein (1974).

tropicthunder7.jpgDesde un humor simple (y torpe), Tropic thunder se trabuca en los múltiples caminos que intenta recorrer y que confluyen en el rodaje de la película de guerra que nunca es rodada. La ficción y la realidad intentan mezclarse. La representación de la representación será el aparente hilo conductor de un filme con un guión pobre, una realización que se zambulle en una total chabacanería y que se dedica a parodiar (sin orden ni concierto y hasta el infinito, insistiendo siempre en lo mismo) películas célebres o a hablar de títulos y directores… Las alusiones mayores serán para Apocalypse now (a la que de paso se desprecia) de Francis F. Coppola, Nacido el 4 de julio (con la “curiosa” presencia de un ridículo Tom Cruise como actor invitado) o Platoon (uno de cuyos momentos es repetido hasta la saciedad), las dos de Oliver Stone… No sólo ellos, otros muchos títulos se pasean por su pretendida comicidad.

Absurda e inconcebible en su planteamiento, ya he dicho que su (aparente) carácter metalingüístico, poniendo en evidencia el sentido de la representación fílmica no tiene nada de original. De hecho varias películas en mayor o menor medida han incidido en ello, con más o menos fortuna en su propuesta, como recientemente hiciese Frank Oz en la mas bien denostada Bowfinger (El pícaro).

Buscando ejemplos que desmoten la grandeza del mediocre filme de Stiller bastaría mirarse en el espejo en el que se refleja: el cine de Blake Edwards, sobre todo en dos películas, El guateque y ¿Qué hiciste en la guerra, papi? La primera sirve a Stiller para apropiarse (malamente) de alguno de sus gags: el actor que a pesar de los tiros que recibe nunca muere en su afán por protagonizar una (exagerada) muerte de película o la voladura (accidental) del gran decorado previsto para la escena cumbre de la película.

De la segunda se tomaría el carácter de representación. En Edwards se trata de pactar la guerra con vista a los mandos y poder así celebrar en camaradería (amigos y enemigos) las fiestas de un pueblo siciliano. En el caso de Stiller se cree rodar un filme de acuerdo al guión previsto, sin que los actores sepan que aquello que viven es la realidad y no un rodaje… Representaciones en ambos casos basada en la esencia de la comedia: el equívoco. Pero ahí se termina cualquier tipo de identidad (comicidad y logro) entre la película de Stiller y las citadas.

Las películas de Edwards, equivocadas o no, son inteligentes, inesperadas, ocurrentes, siempre divertidas, mientras que la de Stiller es vulgar, repetitiva, realizada a brochazos. En el filme cómico-bélico de Edwards la representación toma visos de realidad; en el de Stiller la representación es, como mínimo, forzada por un guión enrevesado y facilón, auque algunos en el colmo del delirio han querido ver nada menos que una feroz crítica al mundo de Hollywood, comparándola a la de Minnelli Cautivos del mal. ¿Y dónde dejamos El juego de Hollywood de Robert Altman?

Y para filme de guerra disparatado ya estaba M.A.S.H. (1970) de Robert Altman y, en menor medida, Trampa 22 (1970) de Mike Nichols.

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Personajes y situaciones: parodia de la parodia

Ni tan siquiera Tropic thunder consigue elevar las prometedoras ideas diseminadas entre tanta simplicidad, como por ejemplo el personaje del actor que quiere llevar la representación hasta conseguir la propia desaparición de sí mismo y así ser el personaje que representa (Robert Downey Jr.).

Tampoco consiguen su objetivo humorístico las parodias de las películas que se intenta representar. Sirva como ejemplo la del oso Panda. Las otras, las de mayor enjundia, se pierden, por una simplista realización. Tal es el caso de la gran idea del desenmascaramiento de Nick Nolte como falso herido de guerra. Un gran gag (se intenta arremeter también contra la historia de Nacido el 4 de julio) que se pierde por la forma de estar realizado: un pequeño desastre, al igual que todo el filme, tanto en planificación como en montaje. ¿O acaso, con esa torpeza se está intentando parodiar la propia falta de medios (o la producción) del imposible filme que aparentemente se está rodando?

El filme parece estar construido sin guión. Su idea es acumular gags y unas situaciones que no se sostienen ni como una representación crítica, ni como una ceremonia sobre el absurdo. Se carece de lógica narrativa. Algo que ya hemos comentando en otras ocasiones y que no quiere decir que aquello que se ve en la pantalla sea “real”, sino que “viva” en la pantalla . Hablamos de la “realidad” de la película no de la “realidad”.

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Humor, ¿humor?

El humor de la película de Stiller es vulgar, chabacano, orientado desde la falsa creencia de estar realizando algo políticamente incorrecto, cuando en realidad todo el filme se afianza en la total vulgaridad que exigen los consumidores de este tipo de cine.

Stiller y sus guionistas se creen tan divertidos que dan nombres graciosos (de doble sentido) a sus protagonistas. También, con sus imitaciones y copias, sin olvidar sus sabrosos, hermosos y profundísimos diálogos adornados a cada dos por tres con palabras tales como chochitos, polla, mamada, hijo puta, pedos, cabrones y otras sutilezas por el estilo: toda una declaración de intenciones.

Para que nada falte, antes de que “comience” la película se nos ha presentando a los intérpretes como prototípicos actores de determinados títulos genéricos. Para ello se nos ofrece una serie de falsos trailers, imitando o copiando, o mejor, aprovechándose de la idea de Rodríguez y Tarantino para su frustrado programa doble fantástico-terrorífico Grindhouse. Pero ellos tampoco eran originales, varios años atrás ya había hecho eso, y muy bien, Stanley Donen en Movie, movie (1978).

Mención aparte, entre tanto personaje descerebrado,  merece Tom Cruise, escondido por el maquillaje y tratando de representar a un productor. Delirante personaje que se permite (como desahogo) marcarse un baile donde la “polla” será el elemento predilecto. En sí misma, la idea de tal personaje no es mala. Petro tal como es representado (y sus intervenciones) resulta desastroso. Su presencia además sirve de referente (se supone que muy divertido) al personaje que interpretó en Nacido el 4 de julio.

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No dudo, insisto, que en el filme haya buenas ideas, pero por sí mismas las buenas ideas no quieren decir nada. Son bondades en potencia. El infierno del arte está empedrado de  ellas.

Cualquier cosa es válida en Tropic thunder. Da igual cómo sea. Aquí todo tiene cabida. Pudo ser una película de humor absurdo, delirante, pero se emborracha en su falsa originalidad hasta terminar convertida en el mismo subproducto (pese a quien pese) que intenta criticar. Selva, explosiones, cabezas desprendidas del tronco (muy mala, por ejemplo, toda la secuencia de la “voladura” del director de la película), niños reyezuelos narcotraficantes en la selva, osos desollados, trucos de serie Z propios del peor cine de acción, malvados que lloran ante representaciones sensibleras… y, en definitiva, unos actores pasados de rosca, que, no dudo, se lo deben haber pasado muy divertido durante el rodaje. Una diversión que representada debería quedar reducida al grupo de esos amigos que siempre ríen las gracias de sus amigos. Como buenos amigos. Pero, por favor, que dejen de darnos la paliza a los demás.

Escaso favor hacen al cine títulos como éste, pero peor que eso es el exaltamiento de este tipo de películas por una crítica sin rumbo que trata de buscar la genialidad novedosa en un cine viejo con olor a naftalina.

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Un respeto para los Coen

¡Ah! No se confundan, por favor, entre los autores (?) de esta maravilla está como guionista un tal Ethan Cohen. Ojo, lean el nombre bien. Y comprenderán que no se trata de ninguno de los hermanos Coen. En sus apellidos no hay ninguna "h" entre medias. O sea el casi parejo es Ethan Coen.

Los Coen puede que se hayan equivocado en varias de sus películas, pero jamás su cine se hubiera rebajado a hacer un filme como éste, cuyo único deseo es dar a determinados espectadores el cine (zafio) que quieren. En esto consiste la (ridícula) genialidad tanto de Ben Stiller como de otros comediantes del errático cine actual norteamericano: sumergirse en la propia vulgaridad que intenta arrastrarnos y confundirnos.

Lo vulgar, la mediocridad en definitiva, como exaltación, como intento de enmascarar el arte. 

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