Sasquatch Sunset (3)

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Sobre un homínido más mitológico que real y mucho más

El título de la película, Sasquatch Sunset se traduce como Atardecer Sasquatch. La cuestión es: ¿Quiénes son los Sasquatch? Veamos, el Sasquatch (palabra que tiene su origen en sásq’ets, de una lengua nativa salish), también se conoce como Bigfoot o «pie grande». Se trata de una criatura mítica con el aspecto de un enorme primate perteneciente a la familia de los homínidos y que dicen suele verse en bosques elevados de Norteamérica, también se cuenta haber sido avistados en Florida, Arkansas, Luisiana o Carolina del Norte.

En realidad, los Bigfoot (así los llamaré de ahora en adelante), son críptidos (animales ocultos), que tienen el aspecto de un primate de grandes pies. Dicen sus partidarios que estarían quedando fuera de los catálogos de la actual zoología y que hay que buscar a estos supuestos animales considerados extintos o desconocidos para la ciencia, pero que sí están presentes en la mitología y el folclore.

La mayor parte de la comunidad científica afirma que las pruebas existentes no son convincentes ni consistentes para establecer el descubrimiento del Bigfoot como una nueva especie de homínido. Más bien lo consideran como resultado del mito.

Otros, incluyendo una subcultura activa, compuesta generalmente por aficionados, continúan investigando. Incluso hay convenciones anuales relacionadas con el Bigfoot.

Esta extraña e inusual película sigue a una familia Bigfoot durante un año, mientras atraviesan el brutal mundo natural y todas las realidades emocionantes, mundanas y traicioneras de su vida cotidiana. Una película lenta y repetitiva, que se toma tiempo para dar forma al mundo de estas criaturas humanoides y su inescrutable existencia.

Aspectos socio antropológicos

El quinto largometraje de los guionistas y directores David Zellner y Nathan Zellner, quizá su mejor obra, es un retrato de una comunidad de Bigfoot que comienza como una comedia absurda antes de transformarse lentamente en un emocionante y conmovedor estudio sobre la supervivencia y la pérdida.

La inesperada y cálida historia de los Zellner sigue a una familia de cuatro Bigfoot muy peludos y hambrientos a lo largo de un año. Esta familia de Bigfoot han decidido emprender un viaje a lo inexplorado e irán descubriendo un mundo en constante evolución, algunos de cuyos cambios amenazan su paz, su estabilidad y también su anonimato.

En los primeros compases sobre todo, lo que vemos en pantalla son unos paisajes de ensueño con una fotografía sensacional de Mike Gioulakis que captura la niebla etérea y la brillante luz del sol que cubren los bosques del norte de California, acompañadas las imágenes por una encantadora y bucólica música de la banda experimental estadounidense The Octopus Project, que pasa del indie-folk a la disonancia electrónica, ensayando una meditación sobre la fragilidad del grupo familiar de Bigfoot, que aporta sensaciones increíblemente conmovedoras.

Luego vemos a unos seres con equivalencias homínidas: altos cuerpos, largo bello corporal, atractivos ojos y mirada, y arrugados rostros. Una población comiendo vegetales, que hacen conductas de espulgamiento (quitan los piojos al compañero que tienen delante); seres que copulan en posición cuatro patas (coito a tergo), amor por atrás y mucho ímpetu hasta caer de bruces al suelo exhaustos, e incluso vemos que nuestros protagonistas hacen limpieza poscoital. También hay masturbación compulsiva.

La tribu o pequeño grupo están haciendo una cabaña, dando muestras de amigabilidad con los animales del bosque tipo mofetas y otros, comiendo bayas, hongos, helechos, bebiendo agua del río. Incluso se intercala un gracioso episodio de juego con una tortuga que da un toque de comedia.

El quinto largometraje de los guionistas y directores David Zellner y Nathan Zellner, quizá su mejor obra, es un retrato de una comunidad de Bigfoot .

También encuentran nidos con huevos por la floresta y parece que los cuentan con esfuerzo y señalando con el índice cada uno de ellos, para después comerlos. Hay amamantamiento mientras una hembra se niega con fiereza al pretendido favor de apareamiento por parte de un macho. Como reza el dicho etológico: «Durante el periodo de sexo no hay crías, durante el período de crianza, no hay sexo».

Se ven juegos por bosques pardos, la presencia de un zorrillo pestilente. Comen frutos y uno de ellos una especie de mora tóxica; el que descubre este fruto no permite que los demás las coman, se coloca y acaba comiéndolas todas hasta caer derrumbado en el hueco de un tronco, pero los colegas lo echan, va dando tumbos, se tropieza y se come un hongo rojo de aspecto peligroso, y acaba enloquecido y vomitando.

Al poco uno de los Bigfoot es merendado por un puma y le hacen un ¡entierro con toda parsimonia y dedicación! Vemos también un conato de llanto y ofrendas simbólicas.

Suben una alta colina, es verano (las estaciones van pasando todas, empezando por la primavera). Los miembros de la especie tocan con palos los troncos de los árboles y se bañan. Hay un intento rudimentario de pesca y consiguen un salmón que acaban comiendo.

Persiste el deseo sexual de los machos, y observan unas señales en forma de X, en rojo, en los árboles. Encuentran inopinadamente una especie de camino rural que les produce una gran euforia y bailan, se orinan, defecan y las hembras sacan leche de sus pechos.

Vuelven a beber agua en los ríos y siguen encontrando troncos señalados con una X en rojo. Miran las capas de un árbol cortado como calculando su edad, montan en los troncos sobre el río.

Los Bigfoot viven tirándose pedos, follando, comiendo, resoplando, olfateando, rascándose los genitales y gruñendo.

Un miembro del grupo queda atrapado por uno esos maderos en una escena trágica en la que, al subir la marea, muere ahogado (recuerdo en esta cena del ahogamiento por no poder sacar al homínido de su trampa, a una de películas de juventud que nunca olvidé: Orgullo de estirpe, 1972, de Paul Newman, sobre una familia maderera en la que uno de sus miembros muere ahogado tras ser atrapado por uno de los troncos talados en un río con subida, en forma muy semejante y dramática).

De nuevo tenemos entierro de Bigfoot, esta vez con flores y todo, mariposas ingrávidas y, en fin, todo un funeral cabal con espantada de los cuervos que acechan. Hay abrazos y muestras efusivas de afecto.

Comen larvas y encuentran una tienda de campaña con ropa, una radio, etc., destrozan el campamento, se ven señales del mundo civilizado como amenaza, cintas de casetes, un disco volador, espejo, etc. Y otro parto. A un puma amenazante le ofrecen la placenta y cordón umbilical.

Y llega un invierno con nieve, consiguen una gallina caída en una trampa, pero hay también trampas en las que pueden caer los Bigfoot…

Aspectos técnicos y otros detalles curiosos

La caracterización y el maquillaje son realmente fantásticos, impresiona, y atrapa lo que vemos, hay un poder emocional furtivo que se esconde bajo el largo pelo de los simios, la suciedad, los pequeños y delgados penes. Todo esto puede distraer e incluso no darnos cuenta de que, bajo unos trajes de cuerpo entero, maquillaje y con un nivel encomiable de compromiso, estamos viendo a los intérpretes Jesse Eisenberg o Riley Keough. Son parte de los miembros de Bigfoot, que es el corazón de la historia; y el espectador puede llegar a sentirlos como humanos.

Esto no obvia para que se dejen llevar por sus tendencias más animales, ya que Eisenberg, Keough, Nathan Zellner y Christophe Zajac-Denek pasan gran parte del metraje de la película (apenas 89 minutos cubriendo un año completo de sus vidas) tirándose pedos, follando, comiendo, resoplando, olfateando, rascándose los genitales e incluso comunicándose con gruñidos con sus compañeros peludos y con otros habitantes en un bosque desconocido y muy animado.

Uno de los mejores gags de la película es una interacción muy rápida con una tortuga que se repliega, un poco de comedia física que demuestra el estilo del dúo de directores para encontrar la comedia en partes aparentemente simples (un Bigfoot se coloca la tortuga en el oído como si fuera un teléfono móvil).

Los Bigfoot viven juntos, buscando comida y existiendo en armonía con la naturaleza.

Mensajes emocionales y demás

En el transcurso de un año pueden pasar muchas cosas, incluso para la primaria familia Bigfoot (Sasquatch). Aunque obviamente el filme no se presta al tratamiento de documental de naturaleza, y los Zellner (guion de David Zellner) evitan esa salida fácil. Se ofrece un mínimo de información al principio, lo que incluye los letreros de título que nos indican la estación, empezando por la primavera, y poco más.

Los Bigfoot viven juntos, buscando comida y existiendo en armonía con la naturaleza. Los personajes no tienen nombres, pero Keough es la única hembra del grupo, con Eisenberg como su pareja. Christophe Zajac-Denek interpreta a un Bigfoot macho beta, mientras que Nathan Zellner interpreta al miembro más agresivo del cuarteto. Contada a lo largo de cuatro estaciones la cinta nos muestra cómo las criaturas enfrentan desafíos interpersonales, así como amenazas de depredadores, incluida la del hombre moderno. 

El resto, es el espectador quien ha de unir las piezas, desde cómo se relacionan estas criaturas (quién está en celo con quién, o quién es el padre de alguien, etc.) hasta cómo se desarrolla su vida día a día, los peligros, las penas y también las alegrías.

Con la participación de grandes estrellas (irreconocibles), una trama que se desarrolla lentamente (con mucho por descubrir en sus momentos más tranquilos) y una secuencia verdaderamente devastadora que nos desvela que estamos en nuestra sociedad. En un momento, destrozan el campamento, una secuencia divertida y triste que anticipa peligros.

Por supuesto el filme no incorpora diálogos más allá de gruñidos y lamentos, intenta funcionar a un nivel visceral, ofreciendo una visión de nuestra naturaleza primaria. La asocio con películas como En busca del fuego, 1982, de Jean Jacques Annaud; o 2001: Una odisea del espacio, 1968, de Stanley Kubrick).

Está la sensación de que el tiempo de nuestros Bigfoot en esta Tierra —incluso su propio espacio en este planeta— se está acotando y agotando con rapidez. Una carrera frenética a lo largo de la película, aumentando a medida que avanza. Los Bigfoot hacen sus rituales, tienen sus tradiciones que vamos viendo a lo largo de la cinta. Quizá el más conmovedor atañe a sus frecuentes descansos para golpear con maderas, bastante metódicamente, enormes troncos de árboles.

Lo más conmovedor: sus frecuentes descansos para golpear con maderas, bastante metódicamente, enormes troncos de árboles.

No queda del todo claro por qué hacen este ritual, pero dichos golpes siempre terminan con la familia Bigfoot deteniéndose, mirando y escuchando. Nunca oyen a nadie, a ningún otro miembro de su especie; y golpean de nuevo, y así… Tal vez en otro año por delante del grupo, el resultado sea diferente.

Por más llamativos que parezcan esos disfraces al principio, por curiosas que sean sus apéndices sexuales y por más obsesionados que estén con todo tipo de funciones corporales, los Zellner y su elenco trasladan interesantes ideas.

Nos muestran que hay ternura (y no siempre ternura), no solo entre los Bigfoot, sino en la naturaleza misma. Hay un mensaje en el que visionamos la conexión con el hábitat natural. El público se puede sentir identificado con esta familia de simioide porque esta familia está vinculada con la Tierra, el mundo, la flora y la fauna que los rodean, en una manera que los humanos dejamos atrás hace mucho tiempo.

No olvidemos la presencia invasora de una especie invisible que pavimenta caminos y derriba árboles, por lo que el absurdo inicial del invierno Bigfoot no es sino una finta para sorprender al público con las intenciones más conmovedoras de la historia.

Mientras los Zellner se preparan para un final que seguramente dejará a parte del público molesto, pronto comenzamos a ver la verdad: también es una historia de pérdida para el Bigfoot.

En fin, esta cinta camina por una delgada línea que, por un lado, parece que no tiene nada que ver con nada, y de otra parte que está asociada a todo a la vez. Mientras el Bigfoot come fruta sin pensar, representa encuentros extraños e incluso escucha música en un estéreo que dejaron atrás unos campistas humanos, existe la extraña sensación de que la película ha capturado algo puro sobre el mundo natural y el lugar de la humanidad en él. Muy interesante.

Escribe Enrique Fernández Lópiz | Fotos Filmin