Padres desesperados

La mayoría de padres estarán de acuerdo en que tomar decisiones importantes para un hijo implica mucha incertidumbre, ya que uno no nace entrenado y cualquier error puede ponernos en un aprieto de los gordos. Así que no quiero ni imaginarme la responsabilidad que uno lleva a la espalda si tu vástago tiene autismo y aún más crudo si los padres están divorciados.
Una función inesperada muestra cómo es vivir con alguien que padece trastorno del espectro autista, con las pequeñas actividades cotidianas que suponen desafíos adicionales, la afectación a la hora de percibir y socializar con otras personas y una familia que intenta tomar las decisiones correctas juntos para paliar dichos problemas de interacción social y comunicación.
La trama nos presenta a Max (Bobby Cannavale), un comediante de éxito moderado, aunque con muchos posibles de progresar en su oficio (recibe una oferta para trabajar ni más ni menos que en el programa nocturno de Jimmy Kimmel), que vive en Nueva Jersey con su padre Stan (Robert De Niro), un reputado cocinero que no ha triunfado en la cocina y trabaja de conserje de un gran hotel. Comparte la custodia de su hijo autista de once años, Ezra (William Fitzgerald), con su exesposa Jenna (Rose Byrne).
Después de un incidente que pone en peligro la integridad del chaval, a Ezra le recetan antipsicóticos, algo que su madre acepta siguiendo el consejo del médico. Max, por otro lado, no quiere que Ezra tome estos medicamentos. En una decisión impulsiva, Max secuestra a su hijo y lo lleva a un viaje por carretera. Este viaje no sólo tiene como objetivo proteger a Ezra, sino que también sirve como una forma para que Max desenrede sus propios nudos psicológicos y emocionales.
Ezra, quien da título a la película en su versión original, señal de que todo el meollo del asunto va a girar en torno a él, asiste a una escuela pública, pero le aconsejan que se transfiera a educación especial, dado los problemas de adaptación que muestra con el resto de sus compañeros y sus maestros. Max no está de acuerdo con esa sugerencia, mientras que Jenna cree que es la mejor opción para su hijo.
De entrada, vale la pena comentar que el tema central del film es muy importante en cuanto a analizar el sistema educacional imperante en la actualidad. Todo el que se ha dedicado a la enseñanza, entre los que me cuento, se ha encontrado en alguno de sus destinos con algún aula donde conviven alumnos con trastornos de diversa índole, bien sea hiperactividad, déficit de atención, ansiedad, problemas de conducta, del estado de ánimo como la depresión, el estrés postraumático, o como el caso que nos ocupa, el autismo.
Es difícil definir cuál es el límite en el que un niño que sufre alguna de estas alteraciones necesita de un cuidado especial o resulta más positivo su convivencia natural con sus semejantes. Y aquí los responsables de la película se atreven a dar una respuesta, aunque sea por consecuencia lógica de lo que va acaeciendo a lo largo del metraje.
Como dato técnico, la película ha sido dirigida por Tony Goldwyn, quien también tiene un pequeño papel en la película, aunque quizás se haya reservado uno de los roles más antipáticos de los que pululan en pantalla, ya que sirve como detonante directo de alguna de las situaciones más dramáticas que se van a dar.
El libreto viene firmado por su buen amigo Tony Spiridakis, cuyo currículum en cuanto a guionista no es muy halagüeño que digamos, con títulos tan olvidables como Si no te casas, me mato o La última palabra, y quien se inspiró en sus propias experiencias con su hijo autista, por lo que en esta ocasión pensamos que el esmero puesto en facturar un producto digno queda fuera de toda duda.

Refiriéndonos al elenco actoral podemos afirmar que cumple su cometido con creces, aunque tampoco tiene la oportunidad de lucirse en ninguno de los pasajes en los que aparece cada uno. La pareja protagonista ya ha demostrado mil veces que es muy buena en su oficio, y sus tablas le permite ir sumando réplicas y contrarréplicas sin que lleguen a agotar en ningún instante al personal.
Quizás sí que existan momentos de crispación extrema que se van repitiendo con demasiada asiduidad, y se echen un poco de menos otros instantes en los que la clama permita que la narración vaya dejando algún tipo de poso. En el caso de Robert de Niro, pues un poco lo de siempre, si nos referimos a sus últimas apariciones en el cine, cumple sin más, y su rol no está lo suficientemente desarrollado para que pueda demostrar toda su valía actoral.
Aspectos positivos que se desgranan una vez efectuado su visionado pues esa ambientación tan neoyorquina de los clubs nocturnos donde los humoristas se dejan la piel buscando una oportunidad de medrar en el oficio, mientras los cazatalentos revolotean buscando al nuevo Lenny Bruce, quien por cierto se da cierto aire a Bobby Carnavale; o la ternura que se desprende de algunas escenas en las que el niño protagonista recibe dos o tres lecciones aceleradas de comprensión y estima que contrastan con el resto del relato, trufado de discusiones y malos rollos que para nada ayudan a crear un entorno en el que Ezra pueda progresar adecuadamente en su trastorno. Estos son momentos conmovedores que enriquecen la historia, y es una pena que se decidiera no profundizar en ellos y sí en el choque de personalidades de los progenitores.
En definitiva, Una función inesperada consigue ofrecer una visión cuanto menos reveladora de la vida con alguien autista, aunque algunos aspectos inevitablemente quedan poco expuestos. A ratos divertida e incluso emotiva, es de ese tipo de películas que va a ser mucho mejor valorada por el público que por la crítica, y para muestra un botón: en la web Rotten Tomatoes, una de las más importantes para tomar el pulso de la opinión de unos y otros sobre lo que les ha parecido las obras reseñadas, los críticos la valoran con un setenta y dos por ciento, que no está nada mal, mientras que el público general sube su valoración hasta el noventa por ciento.
Escribe Francisco Nieto | Fotos Vértigo films