Grand Tour (3)

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Película para dejarse llevar

Estamos ante una película singular, singularísima, dirigida por Miguel Gomes (premio a mejor dirección en Cannes en 2024) y con un interesante libreto de Telmo Churro, Maureen Fazendeiro, Mariana Ricardo y el propio Gomes. Un guion exuberante, emocionante y fantástico de principio a fin.

El director crea cierta tensión a partir de la posibilidad de que una pareja de novios prometidos, se crucen, aunque ninguno de los dos parece del todo interesado en que eso ocurra.

Él, Edward, huye sin mirar atrás, y Molly estalla en carcajadas cada vez que alguien menciona su situación, como si supiera que el destino de la pareja ya estuviera sellado, pero dándose cuenta igualmente que es demasiado tarde para rendirse. En cierto modo, ambos están en una especie de viaje de luna de miel hacia la muerte, pero no lo saben, o no del todo.

Ambientada en 1917, la película sigue a Edward, un funcionario británico que huye por piernas de su prometida Molly, el día de la llegada de esta a Birmania. Es el justo el día en que Molly llega para casarse con él. A partir de ahí, se despliega una doble travesía por Asia, en la que ambos personajes recorren países como Tailandia, Vietnam, Japón o Filipinas.

Pronto la vemos a ella haciendo el mismo recorrido que él en busca de una unión que se adivina imposible; la película refleja las diferencias entre ambos personajes a través del contraste entre la nostalgia y la introversión de él, con la energía jovial y risueña que exhibe la novia. 

Obra del lisboeta Gomes

Un filme del lisboeta Gomes que es, a la vez que melodrama antirromántico, documental etnográfico, road movie existencial y meditación sobre los mecanismos de la narración cinematográfica en sí.

Este nuevo largometraje Gomes nos cuenta una huida y una persecución a la vez; al principio nos muestra al funcionario británico instalado en Rangún, huyendo de su prometida y del matrimonio, sí esa especie de pánico al compromiso que aqueja a tantos varones. En esa huida va a recorrer una parte importante de países del sudeste asiático.

Pero durante su viaje, no siempre fácil, todo lo contrario, el pánico a la boda deja paso a la nostalgia, la tristeza y el abatimiento. Un viaje por Asia teñido de melancolía, romanticismo y poesía.

Viendo el vacío de su vida, el cobarde Edward se pregunta qué habrá sido de Molly; y ella, decidida a casarse cueste lo que cueste, se muestra divertida por la acción huidiza (escapista) de Edward, y le sigue el rastro con denuedo y en forma perseverante e infatigable.

Reparto

Como intérpretes, Goçalo Waddington y Crista Alfaiate encarnan roles prácticamente atemporales, estupendos trabajos actorales que aportan alma y matices a los arquetipos del cine mudo del hombre tímido y su chica descarada. De manera sensacional la película ilumina la artificialidad de sus trampas mientras las honra, aprovechando la aceptación de la «realidad» y la irrealidad del cine.

El dilema de los personajes puede, en última instancia, carecer de sentido en comparación con los flujos y reflujos de la historia, pero Gomes lo inviste con tal elegancia que se vuelve casi místico: una conmovedora fábula de cobardía y devoción con matices trágicos. Las escenas pueden ser oníricas, pero forman parte de un sueño compartido con los espectadores que se dejan arrastrar por este cine.

Tiene un reparto sensacional que se complemente con figuras como Jani Zhao, João Pedro Vaz, Teresa Madruga o Mabuela Couto, todos muy bien en una obra con textura de fábula.

Miguel Gomes firma una obra hondamente hermosa y también ambiciosa

Ordenación narrativa de la trama

Miguel Gomes firma una obra hondamente hermosa y también ambiciosa, donde descompone la narrativa clásica del cine de viajes, para transformarla en una experiencia sensorial y reflexiva a la vez. Es también cine romántico, un melodrama exótico cargado de magia.

La película se articula en dos partes complementarias: la huida de Edward y la persecución de Molly, generando un juego de espejos narrativo.

Gomes emplea una estructura fragmentada, alternando entre blanco y negro y color, entre ficción y documental, y entre épocas distintas, con anacronismos deliberados como smartphones en escenas de época.

Cada país visitado introduce una nueva voz narradora en su idioma local, lo que refuerza la intención de «deseurocentralizar» la narrativa.

El trabajo de Gomes desafía convenciones narrativas y formales de manera fascinante. La obra tiene un interesante nivel temático, estético y estructural, así como capacidad hipnótica. Es una forma de ver el cine mismo como un vehículo para trascender las fronteras del espacio y del tiempo.

Puede que la película se muestre reacia a hacernos saber adónde nos lleva, pero lo idóneo es perderse en ella. Dejarse llevar por los arcanos y los ritmos embriagadores de Grand Tour es la mejor manera de disfrutar su magnificencia.

En la cinta hay elementos como cierta estética propia del cine mudo o las reflexiones sobre el colonialismo, historias que se extienden por encima de los 129 minutos, pero ante todo esta película es una experiencia asombrosa, curiosa, reveladora, con el espíritu del cine de aventuras y un sello radical y experimental de Gomes.

El relato avanza básicamente a partir de las voces en off de impronta literaria

Fotografía y sonido

Sensacional fotografía del también luso Rui Poças en estudio, Gomes filmó las escenas de interiores respetando la estética y el vestuario de la época; sin embargo, cuando la historia viaja hacia Tailandia, Vietnam, Filipinas, Singapur, Japón y China (ya con Sayombhu Mukdeeprom y Gui Liang) las imágenes son actuales, mostrando sin recato los anacronismos en el documental urbano y en la naturaleza (hay imágenes de monos y osos pandas en selvas y bosques).

El relato avanza básicamente a partir de las voces en off de impronta literaria que se escucha en el idioma de cada nuevo país al que se traslada la acción. Salvo unos pocos planos, la inmensa mayoría de la obra es en blanco y negro, y en varios pasajes, profundizando los claroscuros y la textura del fílmico.

No sin atrevimiento, el filme hace uso del vals Danubio azul, de Strauss, sinónimo de 2001: Una odisea del espacio (1968), de Kubrick; pero en esta cinta a la composición se le confiere un uso fresco y poético.

Temáticas

Es un filme sobre el legado del colonialismo, la representación cultural y la fugacidad de la identidad. La ausencia del protagonista se convierte en el eje del relato, evocando una cartografía emocional más que la cartografía geográfica. Gomes se inspira en los Cuadernos de un escritor, de William Somerset Maugham, cuyas páginas recogen las intensas impresiones de sus numerosos viajes y las ideas que, con el tiempo, se convertirían en el germen de algunas de sus novelas.

La película va transitando entre lo real y lo onírico, entre el color y el blanco y negro, entre la media docena de idiomas hablados por voces en off, entre las artificiosas escenas de época y las vibrantes imágenes documentales contemporáneas del territorio relatado, que además de la vida en las calles captura espectáculos de marionetas, actuaciones teatrales, interpretaciones de karaoke y otras formas de contar historias. 

Una obra no apta para cualquiera, que exige apertura y paciencia al espectador. La cinta no busca complacer, sino provocar. Es cine en estado puro: un medio para explorar, cuestionar y recordar.

Imagen y poesía balanceándose de forma improbable en un bambú lejano

Las marionetas

Hay un tema recurrente en el filme: los espectáculos de marionetas que cada cultura ha desarrollado de forma distinta, un medio narrativo, el de este segmento expresivo. Hay marionetas, siluetas de papel y representaciones de dos personas: pavos, avestruces, y otros seres poco definidos.

Pero siempre que salen en pantalla los titiriteros y sus marionetas se siente que están en el lugar justo y apropiado por las sensaciones que nos llegan. Con la danza ingrávida de un grupo de titiriteros mientras su marioneta sirena se desliza por el escenario.

Vamos viendo, en forma repetida, diferente y desborda simbología dramática y de placeres mundanos, representaciones de desbordante fantasía, una inteligencia única que rige las figuras, una curiosidad particular y un sentido del humor capaz de anidar nuestros estados de ánimo, desde los más sombríos, hasta otros de fiesta y alborozo.

Aquí, la música marca un montaje extraordinario que incluye un lujoso baile en 1918, las hazañas de un barco pesquero y una flota de ciclomotores navegando a cámara lenta por caóticas calles. A lo largo del metraje, el entonces y el ahora se unen en una danza gloriosa, creando algo nuevo y vibrante a partir de los restos del pasado.

Clausura

A la perfección se conjugan los elementos de una obra que estimula la curiosidad, la aventura, el amor y el humor en una sinfonía de imágenes y diálogos en portugués y lenguas asiáticas diversas.

Imagen y poesía balanceándose de forma improbable en un bambú lejano; burbujas cayendo incomprensiblemente sobre una tumba; personajes de rasgados ojos que miran a la cámara con miradas misteriosas.

Estos momentos y docenas más, son los que perduran en la imaginación, haciéndote recordar lo que el cine puede hacer. En palabras de un monje japonés que Edward conoce en su largo viaje: «Abandónate al mundo y verás cómo te recompensa».

Escribe Enrique Fernández Lópiz | Fotos Avalon