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Los soñadores no mueren jóvenes
Escribe Eva Cortés
El hombre, soñador por naturaleza, siempre tuvo como una de sus aspiraciones conquistar no sólo el planeta sino también el espacio.
Por todos es sabido que en 1957 una perrita llamada Laika pasó a la historia por ser el primer ser vivo en viajar a la Luna. El suyo fue un viaje sin retorno, pero un gran avance de lo que todavía estaba por llegar.
Años más tarde, el 16 de julio de 1969, en plena guerra fría entre EEUU y la URSS, los estadounidenses enviaron al Apolo XI rumbo a la Luna. Como todo el mundo sabe, en el viajaban tres astronautas: Neil Armstrong, Edwin Aldrin y Michael Colins. El viaje duró ocho días entre ida y vuelta.
Lo que Ben Stassen, director de Vamos a la luna, ha querido hacer con esta película es acercar este suceso al publico infantil haciendo protagonistas de tan importante suceso a tres niños-mosca.

Nat, I.Q. y Scooter son tres pequeñas moscas que pasan sus días tranquilamente en su comunidad. Nat es todo un soñador e influenciado por su abuelo lleva en gusanillo de la aventura metido en las venas. Por eso, cuando su amigo Scooter le informa de que los humanos están organizando un viaje a la Luna, no se lo piensa dos veces. Convence a sus dos amigos para que le acompañen en la realización de este sueño: consiguen un traje de mosca-astronauta e idean un plan para escapar de sus casas y poder llegar hasta Cabo Cañaveral e introducirse en el Apolo XI.
A partir de ahí nos encontramos ante un simpático filme de aventuras pensado especialmente para los niños, pero que los mayores pueden ver sin aburrirse.

De la historia al detalle
A pesar de su argumento simple y de que son sin duda las moscas las protagonistas, podemos sacar algunas observaciones dignas de mención.
Resulta curioso el marcado patriotismo estadounidense que desprende la película, a pesar de que es una obra de nacionalidad belga. Puesto que el acontecimiento tuvo lugar en plena guerra fría entre EEUU y la URRS, la película hace un guiño irónico a este hecho: la URSS queda en la película como la gran derrotada. Y es que, aunque ni siquiera se ven humanos, sólo moscas, son las malas. Las que intentan boicotear la hazaña estadounidense. Se les caricaturiza dando una imagen de los rusos ridícula, machista y poco elocuente; las moscas enviadas al boicot resultan ser las más pardillas de la URSS.
Es llamativo también el tinte machista que empaña la obra, sobre todo al principio. Las mujeres-mosca siempre aparecen en la cocina, cuidando de los niños, siendo los hombres los ingeniosos y guías de la familia. Por suerte, esto se soluciona al final cuando ellas dejan de desmayarse para pasar a la acción.
Y, por supuesto, es digna de mención también la sorpresa final. Al acabar, que ningún niño se levante de la butaca pues Ben Stassen, con sus buenas intenciones, todavía guarda un as en la manga como sorpresa final.
La película que también puede verse en 3D, aunque no tenga tanto mérito en lo que a niveles de lectura se refiere como pueden tener las películas de Pixar, no debe hacernos infravalorar el buen trabajo de música y animación de la factoría nWave Pictures.
Y como mensaje para los niños uno claro y rotundo: soñar no implica morir joven. La vida está para vivirla felizmente y eso implica luchar por alcanzar nuestros sueños, tal y como hace Nat y sus amigos o la propia humanidad cumpliendo el sueño de llegar hasta el espacio.
