Una reflexión musical

Con motivo del esperado estreno de Nosferatu, de Robert Eggers, que ha estado respaldado por una intensa campaña publicitaria durante más de un año, se ha generado tal expectación que otras versiones de historias vampíricas han sido incluidas en el debate.
Sorprendentemente, no ha sido el caso del Drácula (1931), de Tod Browning. Al parecer, la representación de Drácula en esta producción no se ajustaba al estilo promocional del film de Eggers. Esto resulta verdaderamente sorprendente, dado que, durante muchas décadas, el Drácula protagonizado por Bela Lugosi fue la versión más icónica, convirtiéndose Lugosi en el vampiro más célebre durante décadas.
Además, esta película estuvo rodeada de un aura de misterio, considerada por algunos como una obra maldita o, al menos, con mala suerte desde su preproducción. Inicialmente, la dirección del film había sido asignada a Paul Leni, con Conrad Veidt en mente para protagonizarla. Sin embargo, la repentina muerte de Leni en septiembre de 1929 afectó profundamente a Veidt, quien, golpeado por la pérdida de su amigo y aparentemente reacio a trabajar en películas habladas en inglés, decidió regresar a Alemania.
Posteriormente, Universal ofreció la dirección a Tod Browning, quien aceptó con la intención de que su amigo Lon Chaney interpretara a Drácula. Aunque esta elección fue aprobada, la tragedia volvió a manifestarse con el fallecimiento de Chaney. Fue entonces cuando el papel le fue ofrecido a Bela Lugosi, quien ya había cosechado éxito interpretando al personaje en el teatro.
Estas reflexiones sobre la omisión promocional de la versión de Browning, entre otros aspectos, me han ayudado a clarificar un pensamiento que no tenía completamente definido, en parte debido a mi implicación personal con la singular combinación del Drácula de Browning y Glass. Me refiero, en particular, a la versión con la banda sonora que Philip Glass compuso a finales de los años noventa, por encargo de Universal, para acompañar la película de Browning.
En el año 2000, Philip Glass presentó en Londres su composición musical para Drácula. Precisamente en esos días viajé con mi madre para visitar a una amiga suya que residía en las afueras de la ciudad. Fue un típico viaje familiar, con todos los itinerarios turísticos habituales de Londres. Aunque no era tan joven, mi madre prefirió que no me desplazara sola por la ciudad, lo que hizo que, sin querer, modificara su plan turístico. Este viaje tuvo un significado especial para mí y valoré profundamente su compañía. No puedo evitar dedicar este pequeño texto a su memoria, no solo como madre, sino también como la gran pintora que fue (1).
Más allá de lo personal, este viaje también tuvo una gran influencia en mi despertar musical, ya que ella me acompañó a muchas sesiones de los diferentes Congresos Internacionales de Música de Cine en Valencia. Me alentaba a conversar con los compositores al final de sus clases o ponencias, aprovechando la ventaja de que no éramos muchos los asistentes.
Aunque casi nunca lo hice, en algunas ocasiones sí aproveché esa oportunidad. Recuerdo especialmente a John Addison colocándose de forma divertida los auriculares de traducción simultánea al revés mientras hablaba de su música y de Hitchcock, y fue él quien me dedicó la más original de las dedicatorias: un pequeño pentagrama con mi nombre escrito entre notas musicales.
Las sesiones con compositores como George Fenton, José Nieto, Maurice Jarre, Suso Saiz, Michel Legrand y Goran Bregović fueron muy importantes para mí. A través del cine tuve acceso a una música que antes desconocía, y esta experiencia sigue enriqueciendo mi vida hoy, abarcando una variedad de estilos musicales y diferentes campos. La música acompaña nuestras vidas, aunque en ocasiones parece ser al revés: que sea la vida la que, más bien, acompañe a la música.
No recuerdo con certeza si fue durante nuestra visita al BFI o a la ICA (2) donde vi por primera vez los carteles y folletos anunciando el evento de Glass en Londres. Lamentablemente, no pude asistir en directo al evento, pero conseguí una copia en VHS y el CD de la banda sonora, y aún conservo las tarjetas promocionales de Bela Lugosi que venían con el VHS. He escuchado muchas veces la música para cuarteto de cuerdas y teclados. El gran descubrimiento para mí fue el Kronos Quartet, que no conocía antes. Las repeticiones y variaciones de Glass ofrecen una fascinación particular. Sin embargo, con el tiempo me han ido surgiendo algunas dudas y reflexiones.

Con su composición, Glass añadía y eliminaba elementos que no formaban parte de la película original. Aunque la película no era muda, sí incluía música en algunos momentos puntuales. Las escenas más impactantes con Lugosi están rodadas con un silencio opresivo que enrarece e intensifica la atmósfera. Con la partitura de Glass, no hay tiempo de experimentar esta sensación, tampoco de percibir de manera pausada escenas clave de la película. Aunque los temas de Glass para la película me atraen, también tengo mis reservas, pues estos parecen implicar que la película necesitara ser «mejorada», haciéndola más accesible o comprensible de esta manera.
Glass comenta: «La película es considerada un clásico. Sentí que la partitura debía evocar la sensación del mundo del siglo XIX; por esa razón decidí que un cuarteto de cuerdas sería lo más evocador y efectivo. Quería alejarme de los efectos obvios asociados con las películas de terror. Con Kronos (Quartet), pudimos añadir profundidad a las capas emocionales de la película» (3).
Esto sugiere que Glass percibía una «falta de profundidad» emocional en la película original de Browning, y consideraba necesario añadir algo que, en su opinión, faltaba en la obra genuina. En este contexto, esa «adición» se siente un poco unehrlich respecto al trabajo original de Browning. No encuentro la palabra exacta en español; no es que signifique que se cometa falsedad o infidelidad hacia la obra. No me agradan las posturas puristas sobre cómo se debe ver o entender la literatura, el cine o cualquier obra de arte.
Unehrlich, en este caso, se refiere a una adaptación que no parece del todo sincera, eliminando elementos que ya formaban parte del filme y llenando el vacío resultante de manera desmesurada. Esta desmesura contrasta con una idea de la que Glass se aparta y que he escuchado de algunos compositores de música para cine: la importancia de que la música siempre sirva a la escena, volviéndose imperceptible para el espectador. La desmesura de Glass parece ser necesaria para hacer la película más accesible a un publico mas moderno.

A pesar de estas reflexiones, debo reiterar que he escuchado con frecuencia los temas de Glass para la película. De hecho, mis piezas favoritas son Carriage without a Driver (por sus rupturas que generan una sensación inquietante y desconectada, adecuada para la travesía de Hutter, evocando melancolía y temor) y Dr. Van Helsing and Dracula (4), cuyo tono melancólico evoca imágenes de Mina y de las olas rompiendo en la costa. Este último tema, precisamente, fue escogido durante una de las últimas promociones del evento en 2010.
No pretendo juzgar la adaptación; simplemente quiero destacar la tensión entre la evolución de una obra y el riesgo de ignorar la importancia de sus elementos originales, en un intento por querer hacerla más accesible o comprensible para el público moderno, cuando esto nunca fue realmente necesario.
Escribe Laura Bondía
Notas
(1) Adela Balanzá, pintora valenciana, cuenta con un sitio web que se encuentra actualmente en desarrollo.
(2) BFI (British Film Institute) e ICA (Institute of Contemporary Arts).
(3) Fuente: https://philipglass.com/compositions/dracula/
(4) En este enlace se puede apreciar la escena entre Van Helsing y Drácula acompañada por la interpretación musical de Philip Glass.
