A propósito de El puente sobre el río Kwai
La adaptación de una novela para convertirla en un guion cinematográfico es un proceso frecuente, ya que la literatura ha sido una fuente de inspiración habitual para el cine. En muchas ocasiones los guiones resultantes no son fieles a la fuente literaria original, de manera que una historia y, especialmente su mensaje, puede convertirse en algo muy diferente.
Esto es lo que ocurre con uno de los grandes clásicos del cine bélico: El puente sobre el río Kwai (The bridge on the river Kwai, David Lean, 1957). La película obtuvo siete Oscar, además de otros premios y tuvo un gran éxito comercial. El guion fue obra de Michael Wilson y Carl Foreman, basándose en la novela homónima del escritor francés Pierre Boulle, publicada en 1952.
Los hechos narrados en la novela son ficticios, aunque hay una base real. Describen la historia de un grupo de prisioneros de guerra británicos, que durante la Segunda Guerra Mundial fueron obligados por el Ejército Imperial japonés a construir un puente para el ferrocarril de Birmania el año 1943.
La novela comienza cuando el teniente coronel Nicholson rinde su brigada a los japoneses y son conducidos al Campo de Prisioneros de Guerra 16, que está bajo el mando del coronel Saito.
El coronel japonés decide que los prisioneros británicos deberán trabajar en la construcción de un puente sobre el río Kwai para completar la línea de ferrocarril entre Bangkok y Rangún, la actual Tailandia.
La exigencia de que todos los hombres, incluidos los oficiales, realicen trabajos físicos es rechazada por el teniente coronel Nicholson, ya que según la Convención de Ginebra los oficiales no pueden ser obligados a realizar dichas labores. Saito reitera sus exigencias, pero Nicholson no cede, por lo que él y sus oficiales son castigados en celdas expuestas al sol abrasador de la selva birmana. Al final, la terquedad de Nicholson obligará a Saito a ceder, lo que supone una derrota moral para el militar japonés.
A partir de ese momento, Nicholson supervisará la construcción del puente. Su profesionalidad y espíritu perfeccionista harán que vea la la obra como un símbolo de su capacidad e integridad personal y una demostración de la superioridad británica sobre los japoneses. Mientras tanto, un comando de soldados británicos planea la destrucción del puente.
La película desarrolla la misma historia que la novela, pero transformando el relato en algo significativamente diferente. El desarrollo narrativo es el mismo y la construcción de los personajes también. Sin embargo, hay cambios o modificaciones relevantes, especialmente en el desenlace, dando lugar a dos relatos distintos.
En la novela de Pierre Boulle, el personaje del teniente coronel Nicholson recibe un tratamiento mordaz o incluso cruel, lo que en el fondo supone dotar al relato de un mensaje antibelicista.
En la conclusión de la novela, Nicholson impedirá por todos los medios la voladura del puente. Este desenlace es coherente con la ironía que maneja Pierre Boulle en su relato.
Sin embargo, este enfoque desaparece en la película de David Lean. En este caso, se propone un relato épico, donde Nicholson (magníficamente interpretado por Alec Guinness), en el último momento, se da cuenta de su error al estar favoreciendo los intereses del enemigo. Al recuperar en el último momento el sentido de la realidad, en una acción aparentemente fortuita, activará las cargas explosivas colocadas en el puente por el comando británico, convirtiéndose en un héroe.
Como hemos planteado, se trata de la misma historia, aunque con dos finales diferentes (novela y película) que hacen que su interpretación cambie significativamente, pasando de la ironía a la épica bélica.
La decisión de optar por un desenlace diferente es legítima cuando se trabaja con un material ajeno, pero deben aportarse los referentes necesarios para que los cambios no supongan una manipulación. En este caso, el mensaje antibelicista se subraya al final de la película con las palabras del mayor Clipton (James Donald) responsable del hospital del campo de prisioneros, cuya voz en off subraya la terrible locura que supone la guerra.
Merece la pena recordar lo ocurrido con los guionistas de la película Carl Foreman y Michael Wilson. Ambos exiliados en Inglaterra al estar en la lista negra de la caza de brujas liderada por el senador Joseph McCarthy, acusados de pertenecer a organizaciones comunistas y, por lo tanto, vetados para que su actividad en el cine fuera reconocida.
En consecuencia, su trabajo como autores del guion no fue reflejado en los títulos de crédito del filme en la primera versión. El guion fue formalmente atribuido a Pierre Boulle. Cuando la película obtuvo el Oscar al mejor guion adaptado, el novelista no acudió a recogerlo. En 1985, la Academia otorgó el premio de forma póstuma a Carl Foreman y Michael Wilson, que actualmente ya aparecen acreditados junto con Pierre Boulle.
Escribe Juan de Pablos Pons