13 días, 13 noches (3)

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Episodio histórico desde la embajada francesa en Kabul

Estamos en agosto de 2021, cuando el presidente de los EE. UU. Joe Biden dio orden de que se retiraran las tropas estadounidenses de Afganistán. Momento en que los incomprensibles talibanes asaltan la capital, Kabul, y toman el poder del país.

La película arranca con imágenes de archivo reales, publicadas en agosto de 2021: la caída de Kabul, el regreso de los talibanes al poder, el pánico en las calles, las multitudes desesperadas que intentan huir. Un comienzo crudo y documental que establece de inmediato un clima de urgencia y fatalidad.

La embajada francesa permaneció abierta, ante la avalancha de civiles que querían abandonar el país, y sus empleados trabajaron sin descanso para destruir archivos quemándolos y extraer los discos duros.

En estas estamos cuando vemos al comandante Mohamed Bida que logra rescatar a Sadiqi, jefe de la inteligencia afgana, herido, que se esconde en un restaurante de la ciudad, para llevarlo a la embajada donde él y sus hombres garantizan su seguridad y salvaguarda.

En el maremágnum de gente que arriba a la sede diplomática hay, al inicio, la tentación de dejar atrás a muchos civiles y escapar cuanto antes los justos de la delegación. Pero Bida hace lo imposible, convence a sus colegas policiales y comienza una negociación con los talibanes, para organizar una huida con todas las personas. La primera idea con helicópteros falla, pues los disparos hacen imposible que aterricen.

Así pues, el plan será organizar una caravana de autobuses en dirección al aeropuerto. Busca para ello la ayuda de Eva, una joven humanitaria franco-afgana que lleva cinco años allí y que hace la labor de intérprete, con riesgo para su persona como «mujer impura» que es para los talibanes.

En medio de la pulsión escapista y el desconcierto, Bida hace lo imposible para preservar a cuantos ciudadanos de aquí o allá se encuentran en la embajada, el único refugio. Bida se convierte en un puntal frente al caos, el miedo y la incertidumbre, y tiene el coraje y la determinación para cumplir su misión sin dejar a nadie atrás.

Con cientos de vidas en juego, Bida, tras el primer fracaso con los helicópteros consigue acordar personalmente con los talibanes, saliendo del recinto, no sin nerviosidad y el temor de que los puedan matar a él y a la intérprete, para organizar un convoy de buses hacia el aeródromo, con el fin de la repatriación o, sencillamente, la huida de aquel infierno tomado por los barbudos.

Con la ayuda de Eva, se inicia una carrera contrarreloj para escapar antes de que sea demasiado tarde y encuentren la muerte entre la anarquía y la inseguridad reinante.

Dirección y guion

Martin Bourboulon, versátil, dado a recrear frescos históricos ficticios (EiffelLos tres mosqueteros); o a la comedia popular (Papá o mamá, 1 y 2), cambia de registro para crear una obra política de acción, turbación, intriga y emocionante.

Meritoria la dirección de Bourboulon, con guion propio junto a Alexandre Amia, que adapta la historia real y autobiográfica, novela homónima del comandante Mohamed Bida, quien estuvo a cargo de la embajada francesa en Kabul hasta el final; el libreto tiene sus lagunas e incoherencias, aunque en lo sustancial el filme sigue su hoja de ruta sin demasiados exabruptos; o sea, esos huecos no chocan.

El resultado es un intenso thriller sobre la caída de Kabul devenido filme capaz de reconstruir, desde la épica francesa y con vocación de cine popular, una misión que implicó la salida de 142 ciudadanos franceses y 2.360 afganos en riesgo de muerte.

Con esta película, Bourboulon demuestra que no es solo un director de entretenimiento popular. Sabe crear tensión constante, jugando con los silencios, la respiración y las miradas.

El director no pretende denunciar implícitamente las decisiones diplomáticas, se contenta con relatar, instruir e informar

La cámara a menudo se mantiene cerca de los rostros (buena la fotografía de Nicolas Bolduc), capturando el miedo, la fatiga y la duda. Algunas secuencias son impactantes, como una en la que los talibanes detienen el convoy, y donde cada minuto se convierte en una tortura silenciosa, intriga sobre qué pasará, suspendida la escena en un fallo, en una palabra, o un gesto.

El director no pretende denunciar implícitamente las decisiones diplomáticas, se contenta con relatar, instruir e informar. A veces, uno piensa en películas como Black Hawk derribado, 2001, por la forma en que la película cuenta los errores y grietas humanas, y el sentido del deber de tantos «héroes» anónimos. Por supuesto he recordado Argo, 2012, en la cual Ben Affleck salva a rehenes en Teherán.

Dos partes en la película

La primera parte es muy efectiva. En ella se define y se establecen los desafíos, sus personajes, la tensión, y muestra una situación dramática de inevitabilidad, con sus pérdidas y la urgencia que exige el momento.

No hay, salvo algún detalle, derramamiento de sangre, sólo momentos íntimos y esenciales donde habla más el silencio que el diálogo. Hay una parte en la cual, la cinta parece perder intensidad y fuerza, es cuando fracasa un primer intento de evacuación.

A la mitad del metraje tenemos un pasaje débil, con secuencias más mecánicas y menos tensas. Son pasajes para llenar el vacío a la espera de un clímax más espectacular. Sin embargo, la película recupera su brillo en un tenso final, que empuja el drama a su clímax.

Pues hay que pensar que el punto fuerte es el timing y la tensión: las negociaciones con los talibanes, la salida del convoy, la parada en seco que se produce, o la entrada caótica en el aeropuerto, pronto imposible de gestionar debido a la multitud en el campamento atrincherado en que se ha convertido la terminal.

Una tensa dramatización, un thriller en toda regla, sobre la caída de Kabul

Thriller y reparto

Pero esta película conserva una particularidad francesa y realista. No hay héroes invencibles: solo funcionarios, diplomáticos, policías y civiles, enfrentados a una situación muy complicada y casi inmanejable.

Una tensa dramatización, un thriller en toda regla, sobre la caída de Kabul y una historia que es puesta al servicio del eficiente actor Roschdy Zem, que hace un trabajo contenido, práctico, cuya intensa presencia como valor y elemento catalizador articula la historia.

Sensacional el protagonista que con su carisma llena pantalla y lleva el relato adelante encarnando a un personaje digno, cansado pero decidido y profundamente humano, incluida una cuota de arrepentimientos. Su presencia inspira respeto sin alzar la voz, con una mirada que lo dice todo.

A su lado, la encantadora y bonita Lyna Khoudri, intérprete, cuya contención, presencia y pragmatismo se erige en eje articulador; aporta, demás, una dimensión humana muy fuerte a la historia. Su personaje Eva actúa como puente entre dos mundos y aporta a la película su dosis de emoción.

La música de Guillaume Roussel desempeña un papel discreto pero notable. Opresiva y dramática, acompaña los momentos de tensión sin abrumarlos ni subrayarlos excesivamente. Incluye temas melancólicos y un uso inteligente del silencio.

Bourboulon demuestra que no es solo un director de entretenimiento popular

Cierre

Con esta película, Bourboulon demuestra que no es solo un director de entretenimiento popular. Sabe crear tensión jugando con la respiración y las miradas. Demuestra con esta obra su dominio en el terreno de la acción y la espectacularidad, con una puesta en escena sobria y eficaz.

Para lograr esta enérgica puesta en escena, la película sacrifica la finura del guion, con personajes secundarios que acaban siendo sacrificados y que son, sin embargo, interesantes. Por ejemplo, la periodista comprometida interpretada por Sidse Babett Knudsen o Martin, el referente del RAID (Recherche, Assistance, Intervention, Dissuasion), encarnado muy bien por Christophe Montenez.

También podría argüirse cierta visión maniquea sobre de la complejidad de la situación afgana y las ambigüedades de los países occidentales con relación a ese maltratado y atrasado país de supervivientes, regido por unos principios religiosos de difícil comprensión para occidente.

Filme, en suma, que tiene el mérito de narrar un momento de la historia contemporánea que a menudo se olvida. De mostrar la migración forzosa, la supervivencia ante la barbarie, el caos, todo ello en su medida justa, sin patetismo ni exageración.

Escribe Enrique Fernández Lópiz | Fotos DeAPlaneta