A working man (2)

Published on:

Acción de antología

Hace apenas unas horas que salí de ver esta película en la cual Levon Cade (Jason Statham), el protagonista, ha decidido dejar atrás su vida turbulenta para ser un ciudadano «honrado» y trabajar duro en una actividad común y física como es la construcción. Quiere Levon vivir una vida sencilla y ser un buen padre para su hija a la que tanto quiere.

Pero hete aquí que Jenny, la hija adolescente de su jefe, prácticamente su segunda familia, desaparece. Levon le prometió a la chica que cuidaría de ella y se ve en la obligación personal y moral de tener que emplear de nuevo las habilidades que le convirtieron en una figura legendaria en el oscuro mundo de las operaciones encubiertas del ejército. Debe encontrar a Jenny.

La búsqueda de esta joven universitaria desaparecida le lleva al centro de una funesta conspiración criminal, lo cual desencadena en la trama una auténtica reacción en cadena que amenazará su nueva forma de vida y también la de su hija y de su abuelo, que es quien la cuida desde que su madre falleció.

La película, muy bien llevada por David Ayer, con un estilo visual oscuro y crudo, lleva en volandas la atmósfera de tensión y peligro, con momentos memorables de lucha y emoción, aunque no escape a los clichés del género.

El filme plantea una discusión interesante sobre la justicia, la venganza y el sacrificio personal, a la vez que ofrece una dosis intensa de acción, con escenas de combate brutales en las cuales Statham reparte estopa a tutiplén, saliendo indemne de golpes, armas blancas, balaceras o bombas. Son escenas impecablemente coreografiadas.

Jason Statham y David Ayer parecen tener buena relación. Desde Beekeeper: el protector (2024),sus carreras han ido perfeccionándose. Podría haber sido una película de acción común, corriente y moliente, pero ambos han concluido esta colaboración con una estupenda película de un Statham en solitario. Todo un derroche de fuerza, agilidad, diálogos punzantes como dagas, puños de acero y un rescate presidido por una enorme fuerza visual.

Vuelve a la carga como escritor, con A working man, un Sylvester Stallone que es, junto con Ayer, el autor del libreto, basado en la novela Levon’s Trade, de Chuck Dixon. Un guion que sirve para experimentar y conseguir un perfil Levon-Stathan como hombre que ha pasado al lado de las muy buenas personas, un líder en su cuadrilla de operarios, un ser que es querido por todos, no se le conocen mujeres ni irregularidades tóxicas, especie de fraile seglar que hace el bien, que defiende a los chicos de los abusones y que está presto a sonreír o ayudar a una anciana a cruzar la calle.

Jason Statham ofrece una actuación sólida y enérgica, interpretando a un personaje que combina la dureza física con momentos de vulnerabilidad emocional. Su química con los demás actores, aunque limitada, es convincente en las escenas clave.

Pero, además, el personaje construido es tal que se cumple una cláusula de Statham, que no acepta recibir golpes en la pantalla, o sea, que es un héroe plenamente preservado de agresiones, un hombre que siempre sale incólume, que reparte leches por doquier, pero no recibe ni media colleja.

Todo hace pensar que Stathan ha adoptado ese perfil y no es probable que cambie, lo cual que esa fortaleza inmune lo convertirá en un buen tipo tan indestructible que acabará por resultar singular e incluso divertido. Su personaje de héroe podría convertirse en un slasher de película de terror, con la diversión proveniente de las diversas y horripilantes formas en que despacha a sus oponentes, los cuales se ven increíblemente superados y acaban muriendo en maneras tan inverosímiles como horribles.

Es una fórmula que, abandonando la pretensión de que se convierta en un héroe simpático con el cual uno pueda identificarse, deviene fuerza de la naturaleza que cuando se desata, provoca una explosión o un incendio difícil de apagar. A mí me ha recordado a los «justicieros» de hace un tiempo, otro incombustible de la gran pantalla como héroe de acción, un tal Charles Bronson; también está, en plan más burdo, Chuck Norris.

Desde luego la película está bien hecha y Ayer repite la misma técnica que tan bien le fue en su anterior colaboración con Statham. Comienza en forma lenta, pero prosigue su andadura a ritmo constante y va aumentando la acción hasta tal punto que, para el clímax, la escala sube a límites insospechados, con un Statham eliminando a docenas de sicarios de los muy malos que, cuando aparecen los créditos finales, ya han caído todos.

Además, los malos de Ayer-Stallone vuelven a ser tan malvados y detestables que el espectador no creo que sienta mucha culpa, al revés, Ayer aumenta la sed de sangre del público. Si la vez anterior fueron estafadores que se aprovechaban de los ancianos; esta vez, son mafiosos rusos que trafican con muchachas adolescentes. Negocios todos socialmente repugnantes.

Jason Statham ha encontrado un filón en el director David Ayer… y en un guion de ¡Sylvester Stallone!

Este es un territorio del agrado de Stallone, quien además de coescribir el guion con Ayer, también lo produce para su colaborador Statham, tocando la misma sintonía que en la obra Rambo: Last Blood (2019), en la cual su personaje se ve obligado a abandonar su descanso en su rancho, por la desaparición de su ahijada tras la frontera con México, y que tiene que enfrentarse a uno de los cárteles más despiadados de la zona dedicado a la trata de blancas. O sea, también malos muy malos. Y en esta, más de ídem.

Aunque no hay un villano central, la película funciona pues siempre que eliminan a un malvado, que creemos es el principal, aparece otro aún peor. La carnicería es espectacular con un apogeo como punto culminante, arma de fuego bestial para la ocasión.

Hay un reparto de secundarios como David Harbour, un hombrón que causa impresión como el exsargento de artillería de Levon, quien ahora es ciego, pero es su confidente y armero de facto (es quien le proporciona el rifle brutal de la lucha final). Jason Fleming, quien ya ha trabajado con el protagonista anteriormente, también aparece como uno de los primeros villanos que Levon enfrenta, aunque dada la fórmula, no dura mucho.

Arianna Rivas es la víctima del secuestro, una joven más audaz de lo esperado. Y Michael Peña, como el compañero inesperado de Cade, su jefe en la constructora y padre de la joven, aporta momentos de alivio cómico, también dramático, que equilibran la intensidad de la trama, si bien su papel está poco desarrollado. Acompañando, artistas como Maximilian Osiskin, Noemí Gonzalez, Eve Mauro, Chidi Ajufo, Isla Gie (la hija de Cade), Andrej Kaminsky o Emmet J. Scanlan, todos bien y sintónicos, pero a golpes, claro.

La película, a pesar de la trepidante acción y la cascada de acontecimientos, tiene momentos huecos y sin mayor interés, como una persecución en moto que incluso resulta poco clara. O que, como decía, Michael Peña queda muy poco aprovechado en un papel insignificante como el jefe de Levon, cuya hija es la secuestrada.

Tiene una buena fotografía de Shawn White, una música que acompaña muy bien de Jared Michael Fry y un diseño de producción impresionante. Los aficionados al cine de acción disfrutarán de lo lindo.

Escribe Enrique Fernández Lópiz | Fotos Warner Bros. España