Amateur (2)

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Un vengador muy inteligente

Charlie Heller es un hombre de elevada inteligencia, una mente brillante, pero introvertido y poco social. Es decodificador de la CIA y trabaja en el sótano de las instalaciones de la sede de Langley. Su mujer Sarah tiene que viajar por motivo de trabajo a Inglaterra, incluso le pide a él que la acompañe, pero él se excusa por razón de trabajo.

La vida de Heller experimenta un cambio radical cuando su amadísima esposa es asesinada a tiros en un ataque terrorista en Londres, a donde se había desplazado. Enloquecido por el suceso, les pide a sus supervisores que le ayuden a identificar y detener a los asesinos. Pero estos, con excusas y amparándose en el alto interés del estado americano, etc., declinan tomar cartas en el asunto.

Charlie está destrozado por la pérdida y frustrado por el muro burocrático que Moore y su colega Caleb le han impuesto, quienes le sugieren que se mantenga al margen y les deje la investigación a ellos.

Pero el dolido y diligente Charlie investiga por su cuenta con herramientas de la base de datos de la CIA. No tarda en acudir de nuevo a Moore y Caleb con las identificaciones de los tres responsables de la muerte de Sarah, estos le explican que no pueden perseguir a los asesinos porque quieren desmantelar toda la red, por las ramificaciones, bla bla. Pero esas excusas huelen mal.

Charlie no arredra, pide ser entrenado como agente para el contacto y la acción física. Quiere embarcarse en el peligroso viaje por el mundo para localizar a los responsables, a los asesinos de Sarah. Supuestamente es la inteligencia su arma principal para emprender esta aventura de venganza.

A partir de información censurada que le envía una misteriosa agente conocida como Inquiline, Charlie descubre información comprometedora sobre operaciones encubiertas que conecta a Moore y Caleb con un reciente ataque con drones en Islamabad, que es atribuido a sediciosos, en el cual murieron aliados estadounidenses. Nuestro protagonista sabe de la crueldad de la CIA y sabe también que esta información lo pone en grave riesgo.

Con esa indagación y un plan sólidamente pergeñado, Charlie intimida a Moore para que lo envíe de una vez al entrenamiento de campo y poder perseguir personalmente a los responsables. Crea, como forma de autodefensa, un mecanismo bien pensado para que, vía informática, se entreguen pruebas incriminatorias de los él sabe a los mejores periodistas de investigación si algo fatal le ocurriera.

El resultado es que acceden a enviarlo al Campamento Peary, donde el duro e inflexible coronel retirado Henderson lo adiestra y supervisa en su entrenamiento con mano firme y disciplina férrea. Henderson no tarda en darse cuenta y así se lo comunica a su pupilo, que carece de cualidades para la lucha y de que es incapaz de apretar el gatillo frente a otra persona.

Guion, dirección y otros

Estupenda la dirección de James Hawes, con un inteligente guion de Ken Nolan y Gary Spinelly que adapta la novela The amateur, de Robert Littel, periodista y escritor norteamericano residente en Francia.

El libreto está bien pensado y nos dibuja a un Charlie Heller como especie de agente nada físico, el anti- Bourne, un hombre que no sabe disparar y que es incapaz de matar. Pero, de otro lado, su cociente intelectual de 190 hace que aprenda rápido el montaje de artefactos explosivos improvisados y que maneje los recursos informáticos y tecnológicos como nadie.

O sea, que la adaptación de Robert Littell nos quiere hacer creer e incluso convencer de que nadie es más peligroso, eficiente y justiciero que un friki de las matemáticas que se sabe y además se niega a considerarse un asesino.

Porque Heller ama exactamente dos cosas: su esposa y examinar conjuntos de datos confidenciales para inculpar a miembros de la CIA que han estado asesinando en el Medio Oriente y culpando de las muertes a terroristas suicidas.

El subdirector de la CIA, Alex Moore, sin duda sabe más de lo que deja ver, e incluso su jefa parece no saber nada. 

Con esta equipación, y sabiendo que Moore y Caleb lo persiguen para matarlo, Charly escapa del centro de entrenamiento con documentación falsa. Su experto conocimiento en ciberseguridad le ayuda a ocultar sus huellas.

Hawes es un experimentado director de series de TV y construye divertidas y frenéticas escenas de acción que llevan emparejadas el caos y la emoción, acompañadas de una gran variedad de elementos tecnológicos ingeniosos. Un thriller de espías competente que se preocupa menos por la lógica que por hacer que el público lo pase bien.

En tal sentido veremos una ingeniosa estratagema de Charlie dentro de una clínica de alergología de lujo en París para acabar con una de las villanas; en otro caso será la piscina de un hotel de lujo, suspendida entre dos edificios, la que dará la oportunidad a nuestro protagonista para acabar con otro sicario. Pero sus asesinatos son siempre a distancia, nunca cara a cara.

Un mensaje muy interesante para este tiempo que vivimos en el que se mata asépticamente.

Reparto y otros aspectos técnicos

La película es prácticamente llevada sobre los hombros de un curioso, singular y eficiente Rami Malek, un actor con un físico rarito, con boca de pato, mirada perdida y la impresión en todo momento de que anda con un chupachup en la boca. Sin embargo, su presencia es buena para su rol de sabio-técnico que, con su privilegiada mente y su indestructible voluntad de vengar a su mujer, va acabando con todos los mercenarios y agentes tóxicos que van saliendo en pantalla, que son bastantes.

Malek transmite contundencia en su propósito de continuar con su acción justiciera, a pesar de las dificultades; da una sentida y apenada sensación por la pérdida de su mujer; su preclara visión de las cosas, su capacidad para mantener la calma, la concentración, incluida en situaciones difíciles, y su fe en la justicia (que poco a poco supera su necesidad de venganza).

Son valores de un actor a quien le sienta muy bien el rol que encarna. De modo que es un justiciero diferente a Statham y otros, un cambio de paradigma bienllegado a la hora de ver un thriller de venganza en el que el héroe usa la cabeza en lugar de los puños o las armas para resolver las cosas.

Quitando a Malek, a quienes tienen más presencia en pantalla le sigue el duro coronel que lo entrena y luego lo persigue, Laurence Fishburne; también Danny Sapani como Caleb; un estupendo Michael Stuhlbarg como Schiller, excelente pero poco utilizado, junto con Julianne Nicholson (jefa de la CIA); Rachel Brosnahan (cuyo papel se limita a flashbacks y fantasías de terror) y Jon Berthal como The Bear, el rudo agente de campo de la CIA que aprecia las habilidades técnicas de Charlie.

Los mencionados y Catriona Balfe (el misterioso agente Inquiline), Holt McCallany (subdirector de la CIA) y Fishburne (coronel instructor), tienen el mínimo y necesario tiempo en pantalla y en el desarrollo de sus personajes, como para evitar que la cinta sea una obra en solitario de Malek. Así y todo, lo es casi al noventa por ciento.

Acompañan también Adrian Martinez, Danny Sapani, Joseph Millson, Christy Meyer y Takehiro Hira, entre un nutrido grupo de actores de reparto, todos muy bien.

El director de fotografía Martin Ruhe ofrece un equilibrio atractivo entre elegancia y crudeza, con una cuidada selección de localizaciones entre Francia, Rumanía, Inglaterra o Turquía, con una gloriosa persecución con coches, lanchas ametrallando y drones por el paseo marítimo de Estambul.

Y un elemento indispensable y preciso para mantener la acción tensa y vibrante es la potente y audaz banda sonora de Volker Bertelmann que con sus notas hace saltar las chispas de la emoción y el atractivo de esta cinta.

La película es prácticamente llevada sobre los hombros de un curioso, singular y eficiente Rami Malek.

Reflexiones y cierre

En las escenas finales, un sicario ruso le da su pistola cargada a Charlie para hacerle ver que es incapaz de matarlo. Y efectivamente, no dispara, no puede.

Pero el villano le suelta un sermón muy bueno cuando le dice que él es incapaz de matar cara a cara porque es cobarde, pero que sí lo ha hecho en forma distal provocando la muerte a otras personas, a veces de manera cruel (como la agente que muere intoxicada en una cámara antialérgica).

De ahí se extrae un mensaje que me parece muy interesante para este tiempo que vivimos en el que se mata asépticamente. Prueba de ello es la implicación de la tecnología moderna que ha convertido el asesinato y la muerte en un juego, podríamos decir en un juego de insensibles y pusilánimes, por la creciente distancia entre las armas y sus objetivos.

A mí me ha parecido esta la principal lección del filme: esa desconexión moral que permite a las personas mentirse a sí mismas, valiosas o valientes (también cuando se habla del propio país), por la desunión entre el que mata y el muerto, entre los cuales media un juego tecnológico, informático, un dron, un misil teledirigido o una estrategia informática que hace estallar una piscina en mil pedazos.

Escribe Enrique Fernández Lópiz | Fotos 20th Century Studios