Auge y caída de John Galliano (3)

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Gran documental sobre un genio de la moda y el arte

Documental de un sembrado Kevin Macdonald, una estupenda cinta sobre el prestigioso diseñador de moda John Galliano, director creativo de Christian Dior (1996 a 2011). Había nacido en Gibraltar en 1960, de madre española y padre gibraltareño de oficio fontanero. Con su madre hablaba español y con su padre inglés.

A los seis años la familia se va a Londres, a un lugar gris en palabras del artista, un chico al que había que cuidar de cerca porque era problemático. Siempre vio en su madre a una mujer a quien le gustaba la ropa. Además, desde muy chico supo que era gay, y en ese sentido fue honesto consigo mismo, según cuenta.

Del lado de los padres y del lado de los curas en el colegio, siempre le vino el mensaje de que su condición era pecaminosa y merecedora del infierno. Entonces no sabía bien a dónde ir o por qué camino tirar.

De igual manera, Galliano se define violento, que se pasaba de la raya. A la vez, desde muy temprano, la moda lo sedujo y se inició prontamente en este campo dibujando, conociendo los materiales, diseñando.

Nuestro personaje es ciertamente cautivador, bronceado, original, inteligente y fibroso, que habla con una voz grave y profunda y dice de todo, incluidas extravagancias sin fin o cosas de difícil digestión. Tiene rastros de su infancia en Streatham, un barrio del municipio de Lambeth, próximo a Londres, y de esa huella su ansia de libertad y su espontaneidad.

Como fruta madura, irrumpió en la escena de la moda londinense a mediados los años 80, impresionando a todos en Saint Martins con su desfile de graduación inspirado en la Revolución Francesa. Y aunque sus prendas inspiradas en el siglo XVIII pudieran parecer excesivas en el papel, tenían dramatismo y humor a raudales, y la energía vertiginosa del nuevo movimiento romántico.

Fue un desfile muy llamativo que podemos ver en el filme. Como casi todo lo que visionamos en esta cinta. Lo que fue haciendo luego, buscando como él dice, la «extrema belleza» concluía en vestidos y ropa en general preciosa, pero las ventas iban cayendo por lo supuestamente poco ponibles que eran sus modelos. O sea, no era comercial.

Después de cada colección se derrumbaba y se iba a su oficina y bebía sin parar mirando el vídeo del desfile una y otra vez. Galliano caía herido, era un ser vulnerable.

Pero cuando estuvo preparado y supo que era su momento no dudó en viajar a París, pues en Inglaterra no había un terreno abonado con financiación y otros recursos para crear moda, sí en París.

Su relación con sus modelos era, desde el principio, extraordinaria. Las alentaba a pensar en su rol como modelos y les enseñaba cómo su forma de caminar resaltaría mejor la ropa y les invitaba a que se imaginaran personajes sensuales como Lolita y otros, cuando iban a la pasarela. Convertía a las chicas en actrices, las hacía viajar en su fantasía por lugares, historias… y acababan entusiasmadas con sus trabajos.

Galliano podía inspirarse en lo más inaudito. Diseñaba ropa y también los complementos, tocados y cualquier ornamentación imaginable. Esa desbordante creatividad tuvo momentos de fulgor, como un desfile que vemos en el documental en el cual llegó al extremo: Los vagabundos, inspirado en su visión romántica de Charles Chaplin y la gente con la que se cruzaba cuando iba a correr a orillas del Sena.

En sus palabras, aquella gente era «increíble, orgullosa, gente que puede que hubieran elegido vivir así». Se refiere a los vagabundos, o sea, hizo un desfile, no para vestir a las reinas, sino para los clochards. Porque John, definitivamente no era un burgués.

Pero la respuesta fue violenta, hubo una fuerte oposición popular contra lo que mucha gente pensó que era una burla a los indigentes, a los sintecho. Galliano declaró que era absolutamente incierto y que lo suyo era crear, aunque fuera utilizando un periódico tirado o una tela raída, y mostrar la belleza en estado puro.

John tenía talento para explotar y sus primeros desfiles bajo su propio sello se convirtieron en eventos culturales pop.

Luego vino la muerte de su padre. Asistió al funeral y se sintió bien de haber ido, a pesar de que no mantenían una relación estrecha, ni mucho menos. Pero antes de morir, en una llamada de teléfono el padre le había dicho por primera vez en su vida que lo quería.

John tenía talento para explotar y sus primeros desfiles bajo su propio sello se convirtieron en eventos culturales pop imprescindibles, pero la industria se mostraba escéptica: sus prendas ornamentadas parecían no tener potencial para ser utilizadas en la calle y le costó mucho conseguir apoyo financiero. Pero John era, a la vez que tímido, también osado e irreverente. Acabó triunfando.

En 1993, cuando Galliano se perdió la temporada por completo, los pesos pesados ​​de Vogue Anna Wintour y André Leon Talley acudieron al rescate, utilizando sus conexiones para darle respaldo y credibilidad en París. En 1995, para espanto de los tradicionalistas franceses, fue nombrado jefe de diseño en Givenchy; que los diseñadores punk ingleses no entienden la alta costura, era la opinión generalizada en Francia. Pero Galliano estaba a punto de demostrarles que estaban equivocados.

En Givenchy y luego en Dior, presentó una asombrosa serie de colecciones que combinaban sus característicos tejidos de corte bies con temas históricos, chinoiserie, color, subversión e ingenio. Su talento nunca estuvo en duda. Su creatividad no parecía tener límite. Incluso buscaba ropa desgastada, usada e incluso horrible como una sudadera con la cabeza de un caballo, y de ahí surgían ideas geniales.

Y la genialidad de Galliano estalló y fue cada vez a más: ropa para mujer, hombre, niños, relojes, joyas, publicidad, complementos de todo tipo. La industria cada vez a más, la exigencia superlativa, pedidos de ropa privados para personalidades y artistas, la omnipresente y observadora prensa.

Su parte desbocada, su ángulo más frenético e incluso suicida, la faceta, sabida, de su mala relación con la cocaína y el alcohol.

Galliano pariendo belleza y también asumiendo responsabilidades y aguantando presión. Estaba agotado y consumido por el trabajo y las exigencias de su trabajo: recepciones, entrevistas, exposiciones era mucho, según se ve en el documento.

Pero estaba también su parte desbocada, su ángulo más frenético e incluso suicida, la faceta, sabida, de su mala relación con la cocaína y el alcohol, beber sin límite hasta emborracharse, orinar públicamente, faltar, insultar incluso, y más.

Destrozaba habitaciones de hotel y otros desmanes que hicieron que le prohibieran la entrada en varios establecimientos hoteleros importantes. Esto iba a empeorar bajo la incesante presión de diseñar para casas de moda de primer nivel.

La puntilla fue la muerte de Steven Robinson a los 38 años, un hombre regordete, afable, su ayudante incondicional, el hombre que lo cuidaba, que le cubría las fisuras, su hombre de salvación y máxima confianza. John no pudo asimilar su pérdida.

Este acontecimiento lo puso en el límite y le hizo sentir radicalmente perdido e inseguro. Aumentó el consumo de alcohol, psicofármacos, estimulantes, y cada noche dormía con todas esas sustancias alrededor de su cama. Nuestro artista estaba en «negación», no asumía su enfermedad como adicto y toxicómano de casi todo y, por lo tanto, no pedía ayuda.

Empezó a comportarse mal, a hablar mal y muy mal de la gente, y decidieron que había que cuidar de él, y mandarlo a rehabilitación antes de que literalmente, muriera. Porque andaba en el camino de un lento suicidio. No se puede ser creativo en forma permanente, beber, consumir todo tipo de tóxicos y tener una vida pública, sin enloquecer o enfermar, eso lo muestra muy bien esta cinta.

Galliano lleva doce años apartado del mundo de la moda: ¿habrá un regreso?

Caída en desgracia: París 24 de febrero de 2011

Bajo la dirección de Macdonald, con una excelente música de Tom Hodge y una meritoria fotografía de Patrick Blossier, David Harriman, Nelson Hume y Magda Kowalczyk, este fascinante documental comienza donde terminó la carrera de John Galliano: en un pequeño bar parisino llamado La Perle, donde se grabó un arrebato suyo, con un teléfono móvil.

Eran las 20 horas cuando Galiano llegó a ese establecimiento sentándose al lado de una mujer de nombre Geraldine y al oído le dijo: «Habla más bajo, me molesta tu voz». A continuación, le tocó el cabello y le dijo: «No tienes pelo, eres fea, eres sucia, tu cara de judía, tu sucia cara de judía». Lo cual repitió muchas veces. El acompañante se levantó silla en mano y le ordenó que callara.

En otro acontecimiento en el mismo lugar, el artista Galliano, en estado de embriaguez, decía amar a Hitler e imprecaba a una mujer que la gente como ella estaría muerta hoy; sus madres y ancestros habrían sido gaseados y asesinados…

No queda claro si las personas a las que se dirigió y acosó el diseñador eran realmente judías. Si sus comentarios no hubieran sido grabados, probablemente la macabra e insostenible alocución de Galliano habría quedado en una anécdota. En esa época su talento era capital para la casa Dior.

Galliano cayó en desgracia tras ser detenido en París por proferir insultos antisemitas, lo cual posteriormente vería la luz en un vídeo. En vísperas de la Semana de la Moda de París, Dior no dudó en poner en la calle a Galliano, comenzando una etapa en la que el artista estuvo relegado y condenado al ostracismo.

John pasó dos meses en la clínica de rehabilitación Cottonwood en Arizona. Luego vendría un juicio donde se le declaró culpable y tuvo que pagar 6.000 euros de multa. Poca cosa, pero lo que ocurrió fue una especie de muerte social para el diseñador.

Galliano pariendo belleza y también asumiendo responsabilidades y aguantando presión.

Su caída pública podría haber sido prevista, e incluso puede haber sido un acto inconsciente de autosabotaje. Su discurso en el café es desde luego muy desagradable, pero un alcohólico y drogadicto en plena ebullición siempre lo es.

Cuando se le pregunta por sus comentarios antisemitas, parece sinceramente no saber de dónde vinieron. Sus esfuerzos por expiar el pecado parecen genuinos (cursos de educación sobre el Holocausto, sesiones con psicólogos y rabinos, etc.), pero no arrojan ninguna luz sobre el asunto. Tal vez era sólo una persona muy borracha que decía, para causar un impacto, lo peor que se le podía ocurrir.

Desde luego las opiniones son diversas. Unos consideran que John Galliano nunca debería ser perdonado. Otros entienden que diez años fuera del mundo de la moda parece un castigo suficiente.

Él mismo se presenta como un personaje divertido y ligeramente neurótico, atormentado por su mala relación con su padre autoritario y homófobo, un padre para quien nada de lo que hizo fue lo suficientemente bueno.

Lo han intentado recuperar, pero tenía en contra a muchas autoridades judías que pensaban que no se podía ir de rositas. Finalmente, apareció el rabino Barry Marcus, un hombre bueno y juicioso que habló con John y se dio cuenta que el propio diseñador no tenía una idea precisa sobre qué fue el holocausto. Y sentenció que lo que dijo fue meramente porque lo había oído o algo así, pero no con «intención». Y le dio documentación y literatura hebrea para que tomara conciencia de lo que realmente dijo. Finalmente, Galliano se mostró muy compungido y declaró que claramente había cometido un error.

Galliano era extremadamente bueno en el mundo de la moda y del arte en general. Lleva prácticamente una docena de años abstemio y dispuesto. Puede que sea el momento de regresar.

Escribe Enrique Fernández Lópiz | Fotos Filmin