Días de vinilo (2)

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Baja fidelidad 

dias-de-vinilo-1Hace unos cuantos años (más de los que parecen), el director británico Stephen Frears nos deleitó con una película tan nostálgica como generacional. Alta fidelidad supuso un homenaje honesto a la música y a la comedia romántica con un John Cusack que nunca más llegaría a alcanzar el nivel de empatía con el público como el que logró dando vida a un personaje tan entrañable como reconocible (quien más quien menos tiene su canción de amor preferida).

Trece años después el cine argentino también ha querido poner su granito de arena a la hora de explicarnos la importancia que puede llegar a tener la música en las relaciones y nos presenta Días de vinilo, la historia de cuatro amigos treintañeros (Damián, Marcelo, Luciano y Facundo) cuya relación está atravesada por tres grandes temas: la música, la amistad y las mujeres.

Siendo pequeños fueron bendecidos por una lluvia de discos resultado de una disputa en la que los que se peleaban comenzaron a lanzar objetos por la ventana. Desde entonces, la música pasó a ser la pasión para tres de ellos, porque el cuarto, aunque lo intentó, derivó hacia terrenos más cinematográficos, convirtiéndose en guionista.

Otro punto en común que tienen los cuatro colegas es el de que son bastante desastre a la hora de establecer conexiones con las mujeres. Mientras uno está a punto de casarse y le entran las dudas prematrimoniales propias del estresante momento que vive, otro es un celoso obsesivo-compulsivo, un tercero divaga perdido y ensimismado intentando recuperarse de un reciente fracaso amoroso y el último, con la historia más rocambolesca y divertida de todas, tiene un grupo de música tributo a los Beatles aunque conocerá a una émula de Yoko Ono que estará a punto de acabar con la armonía reinante en el cuarteto musical.

El director de la propuesta no es otro que Gabriel Nesci, en el que es su debut cinematográfico, habiendo destacado con anterioridad por sus guiones para televisión, teniendo especial relevancia los escritos para la exitosa serie Todos contra Juan, protagonizada por Gastón Pauls, actor fetiche del realizador.

Es loable la capacidad de Nesci por enhebrar muchos aspectos seguidos sin orden ni concierto, y dotar a los infatigables diálogos de una unidad dramática que acaba por trascender al conjunto. En la película se habla, y no se para de hablar hasta que aparecen los títulos de crédito finales. De vez en cuando se dice alguna ocurrencia o alguna línea del libreto divertida pero sobre todo el grueso de la acción se centra en el continuo psicoanálisis de todos los personajes que van apareciendo.

Esta estrategia tan del cine argentino acaba por agotar al más paciente de los espectadores; los protagonistas parecen estar poseídos por algún ataque verborreico que les impide estar ni tan siquiera un segundo en silencio. Y que pasa entonces, pues que la música, que debería haber sido el elemento esencial sobre el que se vertebraran las distintas situaciones acaecidas, queda ensordecida por el parlamento sin fin de los actores.

Por otro lado, en un film de casi dos horas de duración que intenta jugar todas sus cartas a partir de la fuerza de los diálogos es imposible que no existan altibajos, y aquí los encontramos en aquellos momentos en los que la repetición de situaciones demasiado teatralizadas pueden llevar al desinterés progresivo. Menos mal que algunos integrantes del elenco actoral ponen mucho de su parte para alentar unos roles a los que les falta algo de alma.

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El mismo Gastón Pauls (Iluminados por el fuego, Nueve reinas) da todo un recital de contención en un conjunto donde impera el histrionismo y la parodia extrema. Su personaje es el menos radical pero el que más apetece que aparezca. Y si encima le ponen a su vera a la sonrisa más bonita del cine argentino, pues miel sobre hojuelas. Nos estamos refiriendo, cómo no, a la guapísima y pizpireta Inés Efron (Amorosa soledad, Cara de queso), quien aquí desprende una vitalidad y una energía positiva que engrandece el producto final. Nadie como ella para dar vida a una mujer tan paranoica como inestable emocionalmente. La dulzura que desprende su mirada y sus tablas a la hora de hacer suyo al personaje son de lo mejorcito de una película que, por desgracia tiene muy pocos parabienes más a comentar.

Días de vinilo quiere parecerse a muchas cosas: a la televisión (ahí se nota mucho la mano de su director, quien no puede evitar haber trasladado al terreno cinematográfico muchos de los tics propios de las series televisadas, algo que por cierto también ocurre en muchos realizadores hispanos que pasan de la caja tonta a la gran pantalla); al cine de gran industria; a muchas películas de las denominadas bromance (cruce de broma y romance), y también porque no decirlo al cine más neurótico de Woody Allen (salvando las distancias, claro).

Para conseguirlo, construye con poca fortuna un mundo altamente artificial; adolescentes eternos que sin embargo ya pasan de la cuarentena, música que suena exclusivamente en el tocadiscos sin que exista ni una mera referencia a ningún otro aparato tecnológico actual, tiendas de discos donde puedes encontrar las rarezas más impensables… Pero una vez presentados los personajes (caricaturas lineales sin evolución a lo largo del film) la gracia se acaba.

Los argumentos que los enredan durante los ciento veinte minutos de duración son apenas extensiones de una única idea, aquélla que advertimos en los primeros cinco minutos del film cuando una voz en off nos explica las circunstancias y vicisitudes en la que viven el póker protagónico. A partir de esa idea nodriza, la película se dedica a repetir hasta la saciedad situaciones y chistes, que en algunos instantes llegan hasta irritar (como ocurre con todo lo que tiene que ver con el novio ultrajado porque su chica cantante se acuesta con todos los de su banda).

Una y otra vez es lo mismo, a lo que se van sumando de manera gradual, algunas innecesarias explicaciones psicológicas: tal personaje no puede desarrollar una vida adulta madura porque tuvo problemas con sus padres durante la infancia.

Todo está muy diseñado y empaquetado en esta propuesta que, aunque entretiene y hasta llega a divertir en algunos momentos, se muestra demasiado indefensa en su conceptualidad. Se trata tan sólo de exprimir la idea inicial para hacerla pasar por un derrotero demasiado trillado en la comedia argentina, aunque seguro que tiene su público.

Escribe Francisco Nieto

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