En tierra de santos y pecadores (3)

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Historia de violencia y redención

Oscar Wilde dejó escrito: «La única diferencia entre los santos y los pecadores es que los santos tuvieron su pasado, y los pecadores tienen su futuro». Y en la película se oye decir: «Para ser santo hay que haber sido antes pecador». Por lo tanto, la peli tiene un título interesante para un producto donde Liam Neeson es Finbar, el protagonista, todo un pecador que querrá redimirse en aras de un mejor futuro.

Ambientada en un pequeño pueblo al noroeste de Irlanda, en 1974, se sitúa la acción en un lugar donde los pecadores son legión. El ejemplo más significado es Finbar, que ha trabajado como asesino a sueldo para un hombre de la localidad desde el final de la II Guerra, más de 30 años y sin que sepa bien por qué lo hace, cómo empezó esta vida de crimen e incluso para quién lo hace. Y hay un segundo asesino a sueldo que trabaja en el mismo pueblo de mala muerte.

Especie de western

Liam Neeson es un actor con un nutrido repertorio de habilidades, nada nuevo. Desde su salto a la fama con La lista de Schindler (1993), de Steven Spielberg, puede decirse que se ha ganado un lugar en el cine interpretando variaciones de sujeto violento o vengador en una gran diversidad de películas de suspense y acción, algunas de serie B. Porque Neeson igual ha perpetrado una cruenta venganza en un tren, en una quitanieves, en un avión, en Nueva York, que ahora, en su tierra natal.

Esta película es un thriller entornado en la Irlanda de la violencia repentina y aleatoria, el terrorismo y todo aquel capítulo de nuestro tiempo que tanto duró, a base de dolor y muerte en los setenta y ochenta. Filme dirigido por un eficiente Robert Lorenz, productor de Clint Eastwood desde hace años y director de una irregular película con Neeson en 2021, El protector.

Comienza la obra en el Belfast de 1974, poco antes de que un coche bomba reviente frente a un establecimiento segando la vida de seis personas inocentes, incluidos varios niños. Han puesto y activado el explosivo con temporizador un grupo de soldados del Ejército Republicano Irlandés, que se ven obligados a escapar a toda prisa hacia el pequeño pueblo de Glencolmcille, en el condado de Donegal, lejos de la violencia política que asola el resto del país.

Es el mismo lugar donde Finbar Murphy ha estado tratando de retirarse de una vida secreta como asesino a cambio de dinero, un hombre con las manos ensangrentadas y la conciencia turbia y pesada. Un tipo que mata y hace desaparecer el cuerpo que solo queda marcado por un retoño de árbol recién plantado sobre la tumba.

Este entorno geográfico, con connotaciones históricas y políticas singulares, confiere cierta intriga a una película cuya historia en sí es prácticamente un western. A este género clásico hace referencia explícita la plañidera y quejumbrosa partitura de los compositores, hermanos, Diego, Nora y Lionel Baldenweg. Contribuye a ello también el ritmo narrativo de un buen guion de Mark Michael McNally y Terry Loane. Y otros detalles propios del género.

Protagonistas y reparto

Neeson interpreta a Finbar Murphy, un veterano, triste y atribulado pistolero con un estricto código moral, que ha decidido dejar su escopeta e incluirse socialmente como granjero que quiere sembrar legumbres y hortalizas en su huerto. Un hombre cansado de matar y del olor a pólvora que anhela retirarse para siempre de su oficio patibulario.

El actor, como católico norirlandés aporta un peso y un patetismo personal a los horrores que se viven en la cinta. Hay en Neeson una introspección melancólica que da frutos sorprendentemente significativos para el relato.

Pero hete aquí que un grupo de terroristas invade el pueblo, comete abusos con los residentes y hace peligrar la vida de sus habitantes. Entonces, Finbar tiene que elegir entre mantener su identidad secreta o defender a sus vecinos y amigos. Ante esta fatal disyuntiva de inhibirse o atajar el mal y evitar la violencia en su querido pueblo, Finbar pone en práctica su talento, su arrojo y su puntería una última vez, en el rol de protector.

El personaje más espeluznante, intenso y asesino lo interpreta, y muy bien, Kerry Condon, como despiadada guerrillera del IRA, Doireann McCann, líder de la banda que va sembrando Irlanda de bombas y que, huyendo del último atentado, ha traído a sus cómplices a Glencolmcille. Pero ocurre que su perverso hermano Curtis (Desmond Eastwood) desaparece, y Doireann sale de su escondite iracunda para buscarlo, llena de odio y espíritu venganza pues se huele lo peor.

Colm Meaney hace un trabajo sobrio y de calidad como el oscuro personaje que suele darle los siniestros trabajos a Finbar, un hombre que arriesga y administra el dinero que percibe como caza recompensas. Ciarán Hinds es el policía local (Garda), especie de sheriff que desconoce la actividad de su amigo, que la desconoce o no la quiere conocer; y Jack Gleeson es un joven y alegre asesino a sueldo con un oscuro sentido del humor irlandés que, no obstante su instinto criminal, tiene también su corazoncito.

Hay otros actores y actrices como Sarah Greene, Conor MacNeill y Seamus O’Hara, todos sensacionales pues el reparto es un valor en este filme.

El guion de Mark Michael McNally y Terry Loane evita tomar partido político.

La trama

El guion de Mark Michael McNally y Terry Loane evita tomar partido político; en su lugar agrega justificaciones más personales. Por ejemplo, a por qué Doireann McCann termina colocando bombas en los pubs y haciendo la vista gorda con su hermano el cretino y abusador Curtis. Pero estas justificaciones pueden servir también para Finbar y otros personajes.

La película carece de un debate político en profundidad sobre el drama brutal derivado de los problemas de Irlanda del Norte, aquellos acontecimientos que sembraron de sangre y odio por doquier el país.

El libreto construye la idea romántica de un pequeño pueblo irlandés que está en desacuerdo con el horrible derramamiento de sangre infligido en su nombre, y cómo los terroristas que decían defenderlos son los culpables de traer explosivos y muerte al lugar.

Así pues, es el escenario el que ofrece el trasfondo y las claves de la trama. Como decía, el filme tiene los lineamientos propios de una historia del Oeste ambientada entre las verdes colinas, los acantilados y el mar de fondo, en Irlanda.

Estos bellos paisajes son capturados por una fotografía sensacional, de Tom Stern, que retrata el paisaje irlandés, sus estrechas carreteras, la costa escarpada y otras maravillas de la Irlanda rural, un entorno realmente hermoso.

Se palpa y hay un clima de violencia, y la sensación de que el silencio y el misterio es la única forma de sobrevivir en el pueblo sin meterse en problemas.

Concluyendo

Veamos, estamos en un pequeño pueblo. Hay madres solteras que trabajan duro para salir adelante con escasos recursos, viviendo en una roulotte y con la economía muy medida. Hay un pub en el que todos beben, cantan y se emborrachan poco a poco con pintas de cerveza.

Aunque no se vea, se palpa y hay un clima de violencia, y la sensación de que el silencio y el misterio es la única forma de sobrevivir en el pueblo sin meterse en problemas. Por ejemplo, es raro que nadie sepa a qué se dedica Finbar, considerando que en el lugar viven apenas unos cientos de ciudadanos.

El protagonista, matador a sueldo donde los haya, cuando parecía dispuesto, dentro de su hastío, a dejar de matar, resulta que descubre que una pequeña del pueblo está siendo abusada. El abusador no acaba bien, claro. Y Finbar continúa con su escopeta cargada.

El loquito pedófilo es el hermano de la diabla con patas Doireann, por lo que Lorenz se reserva para el final un apoteósico tiroteo con el pub como testigo (en vez del saloon), una refriega de las muy buenas, con alguna acrobacia propiamente de pistolero y disparos a gogó, acompañado todo de explosivos y abundancia de bajas. Como en los viejos westerns.

Me ha parecido una película bien llevada por Lorenz, con el nivel que suele aportar Neeson, con una Condon meritoria y, en fin, muy bien llevada y traída.

Escribe Enrique Fernández Lópiz | Fotos Vértice 360