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Tópicos eficaces
Escribe Fernando Ramírez
Consciente de su etiqueta de chica grácil y desgarbada, y después de haber transitado por diferentes géneros, Renée Zellweger nos brinda su primera incursión en el cine de terror con esta funcional intriga donde vuelve a demostrar que su presencia es capaz de insuflar vida al producto más convencional. Su composición, impecable, además gana por partida doble con el careo que la enfrenta a Jodelle Ferland, una niña que cuenta con dos lustros rebosantes de innato talento. Un duelo impagable en el epicentro de una cinta que, si bien no pasará a la historia en su categoría, ofrece un digno entretenimiento inscrito en la línea del thriller paranormal.
Una trabajadora de servicios sociales, Emily Jenkins, verá cómo su vida dedicada a su profesión da un vuelco cuando conoce a Lilith Sullivan, una niña supuestamente maltratada por sus padres que, además, intentarán asesinarla. La protagonista se hará cargo de la muchacha, pero la verdad será mucho más truculenta de lo que nunca hubiera podido imaginar y todo aquello en lo que creía se verá alterado por los acontecimientos que le esperan.
Un interesante arranque pronto se diluye para dar paso a una peripecia, llamémosla demoníaca, que repite tópicos y controla el minutaje para repartir sustos absolutamente gratuitos por el mero hecho de tener que hacerlos. Sin embargo, cuenta con una realización siempre eficiente (aunque nunca brillante) que inserta algunas secuencias dignas de reconocimiento -la espeluznante secuencia del intento de homicidio, la imaginativa secuencia con las avispas, el tenso momento en el ascensor o la escena en que Zellweger cree verse perseguida- que mantienen la atención del producto y respeta la inteligencia del respetable.
Un plantel de actores secundarios (un Bradley Cooper en buena forma, cuya carrera parece que empieza a despegar, un segundón de lujo llamado Ian McShane…), todos ellos solventes, además, rodean y sustentan al ya de por sí magnífico dueto protagonista. Sin el concurso de un equipo artístico que muchos filmes quisieran para sí, este filme no pasaría sino por ser un subproducto de sobremesa con un par de buenas ideas. Una tensión soterrada, unas gotas vitriólicas de ironía en lo que concierne a las relaciones paterno-filiales y una estética oscurantista que hace de lo cotidiano la amenaza principal ayudan a la cinta a salir airosa de lo que podía haber sido una viral burda de entretenimiento rollercoaster, basada únicamente en el espanto fácil.
No es Expediente 39 ningún dechado de originalidad pero sus elementos, una y mil veces vistos, se conjugan entorno a la sobriedad expositiva. Sabia elección para una rutinaria ficción que, si bien sólo se nutre del cruce de clichés que el imaginario colectivo del terror-con-niño nos ha podido ofrecer, tiene la deferencia de no tratar de engañar al espectador en ningún momento.
El filme ha tardado más de dos años en verse proyectado en las pantallas españolas. Ciertamente, una calurosa tarde de verano propicia el visionado de un filme de estos parámetros que, insistiremos, no contiene capacidad de sorpresa y pisa todos y cada uno de los vericuetos clásicos del género, pero su conjunto logra mantener el objetivo final: un entretenimiento decente con grandes actores detrás para levantarlo. Démonos por satisfechos.
