El coraje de Indy

Los animales suelen tener un rol bastante importante en multitud de películas de género. Esto se aprecia especialmente en obras donde son los antagonistas, fieros y con ganas de liarla parada, como por ejemplo el caso de Tiburón; Orca, la ballena asesina; El enjambre, Mandíbulas y tantas otras con animalejos devorahombres a los que hay que dar caza y derribo si no queremos que la plaga se extienda hasta el infinito y más allá.
Al fin y al cabo, hay muchas especies contra las que los humanos somos impotentes (en el caso de quien escribe una mínima cucaracha ya podría sembrarme el caos). En otras películas, sin embargo, se permite que los animales actúen del lado de los protagonistas, incluso ayudándolos contra el mal.
Pero ¿una película de terror en la que el propio animal sea el protagonista absoluto de la peripecia? Eso es más raro. Good boy es precisamente una de esas pocas películas, en la que vivimos los acontecimientos principalmente desde la perspectiva de un perro abrumado por una aterradora experiencia de la que no va a salir indemne.
Tras un grave problema de salud, y bajo la atenta mirada de su protectora hermana, Todd (Shane Jensen) decide tomarse un tiempo libre y se muda a la casa de su difunto abuelo (a quien da vida en imágenes pregrabadas el director experimental Larry Fessenden), situada en un, en principio, idílico paraje en el bosque.
Sin embargo, la nueva casa no es precisamente acogedora; de hecho, está bastante deteriorada, e incluso se rumorea que podría tratarse de una casa encantada. A Todd eso no le preocupa lo más mínimo.
Su fiel perro, Indy, en cambio, presiente en cuanto se instalan que algo no anda bien en el lugar. Cree ver figuras siniestras merodeando. Y también nota un cambio inquietante de humor en su amo, sin saber exactamente qué demonios está ocurriendo…
Al principio, la premisa suena hasta graciosa. De hecho, algunas partes incluso se describen como una comedia, y es que al perro protagonista dan ganas de comérselo (metafóricamente hablando) y es cuqui hasta decir basta. Sin embargo, nunca es graciosa. Al contrario, con el paso de los minutos se torna verdaderamente trágica. Así que no vayáis con niños al cine pensando que la peli va de un perrete simpático, porque van a salir acongojados.
Esto también se relaciona con la historia. Inicialmente, uno podría pensar que Good boy es la típica película de terror de casa embrujada. Después de todo, una casa en el bosque es uno de los escenarios más populares del género; innumerables películas se han ambientado en un entorno similar. Cuando algo se mueve entre las sombras, cuando algo siniestro parece acechar en el sótano, los clichés se confirman. El hecho de que los eventos se presenten desde el punto de vista de un perro sí proporciona algunas perspectivas inusuales. Sin embargo, y por desgracia, esto tiene poco impacto en la trama.
Solo hacia el tramo final se comprende lo que el director y coguionista Ben Leonberg realmente nos quiere contar en su ópera prima. Los elementos de pesadilla de la película no son gratuitos. Más bien, aquí sirven como símbolo de un suceso más terrenal.
No es que Good boy lo oculte en ningún instante. Cualquiera que preste un mínimo de atención ya sabrá lo que ocurre. Por lo tanto, no funciona del todo como un ejercicio de misterio, sino más bien como un drama con algún que otro susto suelto.
De hecho, la historia se cuenta demasiado rápido, lo que provoca redundancias a pesar de su ágil duración de tan solo setenta y tres minutos. No hay mucho desarrollo; todo se intensifica únicamente hacia los últimos compases de la historia, donde la tragedia gana la partida a cualquier otro atisbo de género.

Y, sin embargo, esta película de terror, que se estrenó en el Festival South by Southwest de 2025 y se pudo ver recientemente en la última edición del Festival de Cine Fantástico de Sitges, realmente vale la pena verla.
Para empezar, la historia, profundamente triste, ofrece muchos puntos de identificación, ya que trata (alerta de spoiler) sobre la dolorosa pérdida de un ser querido. Una muerte tan terrible que el mundo se convierte en un lugar tan inhabitable como terrorífico. Hay escenas recurrentes que son verdaderamente escalofriantes. Al mismo tiempo, Good boy es también una película hermosa a su manera, que demuestra la lealtad inquebrantable del perro hacia su lastrado dueño.
La forma en que lucha repetidamente por Todd, intentando protegerlo de todos los peligros de los que no hay escapatoria, es realmente conmovedora. También es impresionante cómo esta película independiente, rodada durante la friolera de cuatrocientos días con sus cuatrocientas noches, logra que las reacciones del perro parezcan completamente naturales y las entrelaza con momentos surrealistas.
El enorme esfuerzo que Leonberg dedicó a trabajar con el animal, que en realidad es su propio perro, convierte la película en un acontecimiento en sí misma.
Escribe Francisco Nieto | Fotos Filmin