Un hombre que entregó su vida por los demás
Dag Hammarskjöld, secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, nació en el seno de la élite política sueca. Tanto su formación como su carrera en la función pública se ajustaron a las tradiciones familiares. Se destacó en lenguas, literatura, filosofía y derecho antes de doctorarse en economía en 1933.
Obtuvo varios puestos de alto nivel en los Ministerios de Finanzas y Asuntos Exteriores de su país y, en los primeros años de la posguerra, fue uno de los principales diplomáticos de Suecia.
El Comité Nobel elogió a Hammarskjöld por haber creado una Secretaría de la ONU eficiente y autónoma y por haber adoptado una línea independiente frente a las grandes potencias. También fue elogiado por haber organizado una fuerza de paz en Oriente Medio después de la crisis de Suez y por su compromiso con la paz durante la guerra civil en el Congo.
Premio Nobel de la Paz 1961
Fue en 1961 cuando nuestro personaje se convirtió en el segundo secretario de las Naciones Unidas en recibir el Premio Nobel de la Paz de la Academia Sueca, en su caso el primero a título póstumo.
«Dag Hammarskjöld fue objeto de críticas y ataques violentos y desmedidos», señaló el Comité del Premio Nobel, «pero nunca abandonó el camino que había elegido desde el principio: la senda que llevaría a las Naciones Unidas a convertirse en una organización internacional efectiva y constructiva».
El Comité del Premio Nobel dijo en su discurso de la ceremonia de entrega sobre las opiniones de Dag Hammarskjöld: «En cada situación a la que se enfrentó, tenía un objetivo en mente: servir a las ideas patrocinadas por las Naciones Unidas».
«Hammarskjold nunca se apartó del camino que había elegido desde el comienzo: el camino que resultaría en que la ONU se transformara en una constructiva organización internacional, capaz de dar vida a los principios y objetivos consignados en la Carta de Naciones Unidas, y administrada por una firme Secretaría conformada por hombres que sienten y actúan internacionalmente. La meta que él siempre aspiró alcanzar fue hacer que la Carta de la ONU fuera una Carta reguladora para todos los países».
Rolf Edberg, embajador sueco en Noruega, dijo en su discurso de aceptación: «Él mismo no tenía ninguna duda sobre la fuerza convincente de sus ideales». Así lo relata el filme pues, a pesar de la oposición de grandes potencias a sus ideas y a su proyecto descolonizador africano, él nunca se dio por vencido, convencido como estaba de su proyecto. El propio Hammarskjöld declaró: «Los reveses en los esfuerzos por implementar un ideal no prueban que el ideal sea incorrecto».
El Comité del Premio Nobel le otorgó el Premio de la Paz póstumamente «en agradecimiento por todo lo que hizo, por lo que logró, por lo que luchó: crear la paz y la buena voluntad entre las naciones y los hombres».
La película
En la Guerra Fría de 1961, el diplomático y economista Dag Hammarskjöld sube a un avión que se dirige a Rodesia del Norte en un intento desesperado por negociar un alto el fuego con sus enemigos, los insurgentes de Congo, después de dirigir a las tropas de la ONU en su primera operación militar. No llega a su destino.
El director de cine danés Per Fly acomete este filme, con guion propio y del escritor sueco Ulf Ryberg, una obra de gran interés para jóvenes y no tanto, que recoge un episodio de nuestra Historia contemporánea, donde la guerra fría y la descolonización africana juegan un rol protagonista en ocasiones endiablado. Lo hace con un ritmo ágil que hace a un visionado ameno. Estupenda fotografía de John Christian Rosenlund acompañada de las bien traídas notas de Raymon Enoksen.
Fly y Ryberg se enfrentan a una narrativa histórica y a un personaje central tan convincente que arruinarlo es casi insostenible: las barandillas estructurales para su trabajo parecen ya puestas en su lugar. Y ese es en gran medida el caso de una película convencional, pero contada con fluidez y que mantiene el interés todo el metraje.
En la historia, Hammarskjöld está acabando su mandato como secretario general de Naciones Unidas. Es un hombre solitario, con conciencia social, inteligente, enigmático y metódico. Diplomático de origen, posee un espíritu sensible, escribe poesía que nadie lee y al llegar a su casa saluda a su monito mascota. Mientras cena sigue pensando en defender la descolonización de África.
África, concretamente el Congo, en manos de Bélgica y con fuertes intereses por las riquezas naturales que posee. Pero a pesar de las presiones y de los intentos para que dimita, nuestro protagonista insiste y no ceja en su empeño. La historia utiliza este momento difícil de su protagonista para centrarse en su figura y en su intimidad.
Encarnado por un sensacional y bien elegido Mikael Persbrandt, nuestro protagonista intenta apaciguar a todas las partes en la crisis de un Congo que está emergiendo de su colonización belga.
Apoya la descolonización en África, pero Patrice Lumumba, primer presidente elegido democráticamente del país queda demasiado aislado políticamente. Y está el caso de Katanga, una provincia del Congo Belga, que se ha declarado Estado independiente (por los intereses de la empresa minera belga Union Minière).
Hammarskjöld despliega fuerzas de paz de la ONU, que no pueden parar el golpe de Estado en curso. La película enfoca la mayor parte del conflicto congoleño-belga, creando una atmósfera paranoica y fatalista.
Cuando el temperamento frío de Hammarskjöld comienza a desgastarse, se puede percibir en los movimientos de los ojos de Persbrandt su miedo a no volver a ver nunca más su hogar adoptivo de Nueva York, ni el suyo original de Suecia.
En un fugaz viaje a Österlen para celebrar su cumpleaños con sus amigos, comienza a rondarle una idea nueva para él: cuando se jubile se irá a vivir al lugar donde nació, a sus raíces, donde vivieron sus antepasados.
En el reparto, un sobrio, solvente y convincente Makael Persbrandt como Dag Hammarskjöld, interpreta un rol muy creíble, gran trabajo actoral. Como John F. Kennedy, Caspar Phillipson (que lo interpreta por tercera vez, después de Jackie, 2019). Y acompañando muy bien Francis Chouler, Cian Barry, Hakeem Kae-Kazkinm, Colin Salmon, Richard Brake o Sara Soulié.
Esta es una película basada en personajes y hechos reales, aunque trufada de elementos de ficción. Todo ello con la Guerra Fría en su punto álgido. La recién formada República Democrática del Congo pasa por sacudidas de violencia, momentos convulsos que incluyen matanzas en los poblados hasta que llega el golpe militar y la independencia de Katanga.
Como es sabido, lo que mueve a los dirigentes en estos conflictos eran los intereses económicos, o sea, los recursos naturales del país, sobre todo la minería. Hammarskjöld toma las riendas y decide negociar la paz liderando las tropas de la ONU.
En este punto crucial para el mundo, aparece en Nueva York un viejo amigo al que no ve desde hace 30 años; este le hace recordar su pasado y cuánto ha tenido que sacrificar de su esfera privada, para gestionar la esfera pública. Y aquí hace acto de presencia en la historia algún recuerdo que desvela su condición homosexual.
Pero en el Congo sigue la violencia, y los mercenarios agreden y asesinan en Katanga a cuantos se oponen a la situación impuesta. Decidido a poner fin al conflicto a toda costa, Hammarskjöld sube a un avión para viajar hasta la zona, sin saber se ha urdido un extraño accidente de aviación que acaba con su vida, la de todo su equipo y cuantos tripulantes van en el vuelo. Como alguien dijo: «un asesinato largamente coreografiado».
Mezcla de biopic y thriller político, estamos ante una película consistente, con un ritmo contenido y sobrio, que una vez más nos corrobora, lamentablemente, que pocas cosas han cambiado en este mundo de intereses y violencia, en más de ochenta años. El poder se sigue cobrando vidas… Casi siempre, inocentes.
Escribe Enrique Fernández Lópiz | Fotos Filmin