Película osada y meritoria

Comienza la historia con una escena de crimen muy bien iluminada, un cuerpo yace sobre el suelo, ensangrentado. Detectives implacables hablan con su verborrea habitual mirando el cuerpo. Un cuerpo apuñalado una y mil veces. Al principio nos creemos lo que cuenta, es decir estas escenas iniciales mantienen muy bien la ilusión de realidad, antes de dejar ver que lo que vemos sucede en un set de rodaje sobre una serie policíaca mediocre.
Entre toma y toma, aparece el protagonista muy descontento (Aston McAuley) y se enfurece por teléfono con su agente, desesperado por salir de la serie para TV que está rodando. El actor busca nuevos horizontes, un trabajo más creativo alejado del tedioso detective que siempre hace las mismas cosas y que tiene un pobre recorrido. Pero parece imposible su pretensión, tiene un contrato por tres años y hay que cumplir. Hay algo positivo: se asegura ganar dinero para vivir.
Y aquí entramos en la verdadera película. Tras los lamentos del famosillo actor de series hay, como suele ocurrir siempre, alguien más desgraciado: es el actor figurante que hace de víctima del crimen (Nabhaan Rizwan), un muchacho británico-asiático de rasgos angulosos y una cara de flagrante derrota (el agente de un actor habla de «tipo asiático»).
Con la camiseta manchada de sangre de pura pintura (camisa para tirar sin que nadie le compense), apenas recibe el cumplido de un fan, que obtiene una respuesta desganada: «Sí, claro». Este será el primero de varios giros inesperados. A quien seguimos es a un ser que casi pasa inadvertido, no es estrella, es un extra.
Una historia interesante
Impulsado por una actuación extraordinaria de N. Rizwan, el emocionante y elástico debut de Naqqash Khalid presenta la crisis de identidad de un candidato a actor en una vertiginosa variedad de dimensiones.
Un filme con un enfoque audaz y estilo experimental. La película sigue a Aden, un joven actor atrapado en un ciclo interminable de castings de pesadilla. A través de sus ojos, Khalid ofrece una crítica incisiva del sistema de audiciones y la industria cinematográfica en general.
La trama se centra en la lucha diaria de Aden para conseguir un papel interesante y significativo, enfrentándose a rechazos constantes y a una industria que parece más interesada en estereotipos y roles superficiales que en el verdadero talento.
A medida que Aden navega por este mundo deshumanizante y deshumanizado, la película explora su crisis identitaria y la presión para que se conforme con los estereotipos raciales y culturales al uso. Finalmente, Aden decidirá conducirse por sí mismo.
La vocación de actor
A Aden le gusta de la interpretación. Llega incluso a decir que le agrada porque actuar es «algo organizado». Es decir, saber dónde y en qué lugar estás, cuando alguien te dice qué tienes que decir y además te explican cómo debes decirlo.
Pero se va haciendo evidente que el orden y la seguridad no suelen calibrarse como beneficios de la vocación de actor. Se transparenta que incluso Aden no está convencido de sus propias palabras.
Aden compite repetidamente por los limitados papeles disponibles para los hombres con su color de piel. Por ejemplo, conseguir interpretar a un terrorista genérico de Oriente Medio, barba postiza incluida, es una de las opciones más codiciadas.
Como colmo, nuestro protagonista, para hacer algo de caja y poder pagar el alquiler del apartamento que comparte, tiene que ser creativo, actuando como el hijo muerto de una mujer en duelo en un proyecto de terapia. Pero corre un riesgo importante. De hecho, la situación se va de las manos y hacer de hijo perdido ante el padre de familia y en el propio hogar es una situación que gradualmente se descontrola hasta tener que salir a escape.

Dirección y guion
Esta primera peli de Khalid, tanto en su dirección como en el libreto, es una sátira salvaje que se sumerge en imágenes de fantasía desconcertantes, con una honestidad turbadora.
Tiene un afilado mensaje lúdico y mordaz que en este filme sirve para analizar cómo el sentido de identidad de su joven protagonista de raza asiática se ve disminuido progresivamente por el cinismo y la desvergüenza de la industria en la que está tratando de meter la cabeza.
Pone en imágenes la visión que nuestro novel director tiene de una industria con algunas rémoras importantes. Por ejemplo, las personas de color aún son tratadas con aquiescencia, como si su misión fuera rellenar un cupo y donde la noción de «autenticidad» se ha convertido en una mercancía tal que la cosa acaba en poses mecánicas fruto del hábito o la imitación.
De igual modo ofrece algunos momentos cómicos sombríos, lo que concluye en una película llena de ideas en un complicado acto de malabarismo tonal, que en algún momento trastabilla y muestra algunas fisuras. Pero el resultado es lo suficientemente llamativo y sugestivo como para que tengamos esta obra en cuenta.
Obra notable como ópera prima, formalmente vital y temáticamente ambicioso. La obra de Khalid parece querer que la tengan en cuenta distribuidores sagaces e inteligentes, que bien podrían sentirse atraídos por su brillante técnica y su relevancia temática.
Su inquietante rareza y las impactantes imágenes que vemos sirven de elemento distintivo y sobresaliente con relación a otras películas equivalentes. Tiene el potencial de conectar con un público, sobre todo joven, en sintonía con la visión cínica que aporta sobre las productoras insensibles y la política racial.
Lo que llama la atención es la osadía y el arrojo de Khalid. Películas tan palmariamente satíricas, mordaces y autorreflexivas con el Establishment cinematográfico son raras en el cine independiente en general. Más extraño en un realizador que comienza su carrera. Financiar y producir largometrajes es una empresa tan arriesgada que los artistas tienden a ser complacientes con quienes ponen la pasta, o sea, con las manos que los alimentan. Es pues meritoria la valentía que se entrevé en esta obra.

Reparto
Aden es encarnado y envuelto, en una actuación brillante y versátil, por Nabhaan Rizwan; el personaje nunca está completamente convencido de sí mismo. Hasta llegar a convencerse de que está mejor cuando no tiene un guion que seguir o un personaje que habitar. Aden se desliza sin esfuerzo entre roles variados y se estanca cuando se interpreta a sí mismo.
Rizwan nos brinda una actuación extraordinaria, capturando la desesperación, la frustración y la resiliencia del personaje. Su interpretación es emotiva y matizada, y es pieza esencial para la conexión emocional del público con la película.
Los actores secundarios también contribuyen significativamente, creando un mundo creíble y lleno de personajes complejos y a la vez realistas. Así, muy bien Amir El-Masry como Conrad, que acierta a capturar el equilibrio entre lo jovial y lo acicalado, el vacío estilista de ropa masculina; o Rory Fleck Byrne, como el aturdido y exhausto Bo. Bien Aston McAuley, como actor de series de TV.
Estilo, fotografía y banda sonora
Tiene esta cinta un estilo visual interesante y efectivo, reflejando el caos y el absurdo de la experiencia de Aden y de cuantas cosas le van ocurriendo. La cinematografía de Natasha Back utiliza una paleta de colores oscuros y vibrantes para captar la atmósfera opresiva y onírica de los castings y el brillo duro de un mundo en el que Aden no puede penetrar del todo. Emplea también el filme técnicas visuales innovadoras, como cámaras subjetivas y montaje fragmentado, que sumergen al espectador en la mente del protagonista.
Acompañando, la dirección de Khalid combina elementos surrealistas con una narrativa fraccionada, creando una experiencia cinematográfica excelente y diría que señera, que desafía las convenciones del género.
Sin olvidar la insinuante y atinada música de Clark, que añade otra capa de complejidad a la película, con una banda sonora que complementa perfectamente el tono de cada escena.
Las notas musicales juegan un papel crucial en la creación de la atmósfera de la película. Digamos que añade una dimensión auditiva que complementa la narrativa visual, ayudando a transmitir las emociones y el estado mental de Aden.
Es también importante el rico diseño de sonido de Paul Davies, que amplifica hasta el alfiler que perfora el cuello de una camisa, utilizando efectos sonoros que refuerzan el sentido de desorientación y alienación del protagonista.
De modo que participamos de una banda sonora nerviosa y angulosa que envuelve un enfoque ultra ajustado en los rostros críticos de los protagonistas, lo que se suma a la incomodidad.

Algunas reflexiones
A Adén lo conocemos por vez primera estando inerte y cubierto de sangre, interpretando a un cadáver en una serie policial para TV. La cámara lo ignora y sigue al protagonista de la serie, un actor blanco impetuoso que discute con su agente por teléfono.
Para Aden, sin embargo, ser elegido un cadáver es un gran avance en su carrera: su primer trabajo en televisión. Pero como vemos al poco, una ristra de vergüenzas e ignominias en el set, y en las demoledoras audiciones de los siguientes días, deja claro que cualquier atisbo de optimismo para él es bastante improbable.
En tanto, el compañero de piso de nuestro candidato a actor, Bo (Rory Fleck Byrne), es un joven médico en formación tan agotado que apenas puede separar la realidad de las alucinaciones de pesadilla que se agolpan en su mente.
Cuando un tercer colega de piso, también de color, Conrad, se muda al apartamento, su energía, su dinámica y su optimismo contrastan con la pasividad desinflada de Aden y el cansancio desgastado de Bo.
Hay una incómoda relación entre Conrad y Aden. Ambos son de color, sin embargo, están enfrentados en términos de personalidades. Este enfrentamiento es fascinante y discordante a la vez. Hay una ansiedad que se cuece en cada elemento de la película. Conrad es activo y ambicioso y Aden ya viene vapuleado por sus malas experiencias.
Conrad es un hombre totalmente seguro de sí mismo y trabaja en la moda. Aunque el principal producto que está promocionando es él mismo. Y Aden comienza a darse cuenta de que el éxito tiene que ver tanto con el papel que se espera que desempeñe fuera de cámara, como con su desempeño en la pantalla.
«Representa o vuélvete irrelevante», le dice Conrad a Aden, con su jerga ingeniosa de experto en marketing. Pues Aden ya ha asistido a demasiadas convocatorias de castings para actores de piel morena con camisetas blancas. En cada una de ellas se ve siempre al mismo actor «no problemático», que es quien consigue el trabajo. Pero en un momento dado de hartazgo y hastío, Aden se encuentra ya listo para escuchar y crear sus propias oportunidades en el futuro. Hay que ver a qué precio.

Conclusión
Película que invita a la reflexión sobre la industria cinematográfica y los desafíos a los que se enfrentan los actores en su búsqueda de papeles creativos. Sumerge al espectador en las profundidades de una industria con muchos ángulos oscuros.
Combina crítica social, estilo visual innovador y actuaciones poderosas. La película destaca como una obra arrojada y rebelde. Naqqash Khalid logra crear una experiencia cinematográfica que no solo entretiene, sino que también desafía al espectador a cuestionar las normas y prácticas de la industria del cine.
Por lo tanto, es una obra que nos sumerge en las profundidades de las productoras, arrojando luz a los aspectos más indeseables, a través de la experiencia de Aden, un actor en busca de su lugar en un mundo implacable.
La mirada de Khalid nos hace ver que el sistema de talentos está dominado por la cultura imperante, marginando racialmente a los candidatos que están fuera del patrón. Por lo tanto, la narrativa se centra en la lucha del protagonista contra los estereotipos raciales y la presión de conformarse con roles que no representan su verdadera identidad.
A través del personaje principal el filme desafía la tendencia de interpretar la vida como un escenario, invitando a la audiencia a reflexionar sobre la autenticidad en una era altamente performativa.
Escribe Enrique Fernández Lópiz | Fotos Filmin