La camarera Lynn (3)

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No mires debajo de la cama

la-camarera-lynn-0La camarera es una novela corta del escritor alemán Markus Orths publicada el año 2008 (en España se editó por Seix Barral en 2010). El libro, ganador de diversos premios literarios, fue un éxito de ventas en Alemania y Austria. En él se describe la historia de una solitaria camarera de limpieza de un hotel, El Edén, que vive la vida a través de la observación de otras personas. La obsesión por la limpieza, descrita con minuciosidad mediante el relato de todas sus actividades, unido a su dificultad para relacionarse con los demás, nos deja un personaje ahogado en su soledad y necesitado de amor.

De la adaptación cinematográfica se ha hecho cargo Ingo Haeb, actor, guionista y director. La camarera Lynn (Das Zimmermädchen Lynn, 2014) es su tercera película (aunque tiene diversos trabajos para televisión y cortos).

La película sigue fielmente la estructura del libro y, al igual que pasaba allí, el objetivo de la cámara se centra en captar el retrato meticuloso de la actividad de la camarera. Sabemos que ha salido de una clínica psiquiátrica (aunque no se explica la causa), que limpia con obsesión convirtiendo su trabajo en la principal ocupación de su vida y que reparte sus días con las mismas tareas semana tras semana.

A pesar de que Lynn se relaciona con muchas personas (su terapeuta, su jefe y amante, los clientes, su madre), la sensación que desprende es la de una persona solitaria con dificultades para la conversación (vive sola en casa, sus diálogos son rutinarios).

La planificación y los encuadres de la cámara acrecientan está impresión de soledad. Cuando Lynn sale a la calle, la cámara la recoge en planos generales, siendo normalmente la única persona que hay por la calle, por lo que parece que está sola en el mundo. Estos planos generales se contraponen con primeros planos de su rostro donde sus ojos hablan más que su boca.

En los momentos en que mantiene conversaciones con otros personajes, esta conversación es prácticamente un monólogo, no hay interacción. Incluso en las situaciones en las que se abre y habla de sí misma, por ejemplo, durante las sesiones con su terapeuta, únicamente sale ella en el plano. A lo largo del filme, oiremos la voz del médico, pero no lo veremos, con lo cual, más que diálogo se produce un monólogo confesional. Cuando habla con su madre, la situación de los personajes ante la cámara hace que prácticamente no se miren, las miradas no se encuentran.

Esta rutina cotidiana se rompe con dos acontecimientos que surgen casualmente. El primero viene dado por la curiosidad de la camarera por los objetos de los clientes de las habitaciones y que termina con la protagonista debajo de la cama de los huéspedes en una especie de escapatoria de su soledad. En ese sentido, más allá del afán voyeur, hay en esta actitud una necesidad de observar para comprender cómo viven los demás sus vidas. Una búsqueda para encontrar la forma de sentirse querida, de amor, de formar parte de la vida de los otros (en ese edén).

Y un segundo hecho importante para Lynn es la relación que mantiene con Chiara, una prostituta especializada en sadomasoquismo, relación que comienza con el alquiler de sus servicios por parte de Lynn y con la que termina estableciendo un vínculo sentimental ambiguo. Un vínculo en el que por primera vez es capaz de relacionarse y disfrutar de la compañía de una persona, frente al sexo rutinario y fingido con su jefe, las escenas de amor con Chiara suponen una experiencia mucho más placentera.

El sentido de la película se resume en la escena onírica en la que Lynn, acostada en la cama, ve como ésta se desprende de la pared de la habitación y se desplaza por la calle como si fuera un vehículo. Recoge a Chiara y cuando llegan a la playa, Chiara se sitúa debajo de la cama. Lynn lo que más desea es tener alguien debajo de su cama de la misma manera que ella lo hace un día a la semana. Una persona que sienta interés por ella, alguien que la observe en sus tareas cotidianas y la acompañe durante su sueño, mitigando su soledad.

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A pesar del argumento en el que superponen las obsesiones de Lynn (fetichismo con los objetos de los clientes, relaciones sexuales, la presencia de la dominatriz) la película no entra en el terreno morboso pues la mirada se dirige hacia el interior del personaje en un intento de destripar la mentalidad de Lynn. La relación con Chiara, con una imagen muy andrógina, incluso hace que la relación sexual que mantienen aparezca más indefinida; para Lynn la importancia no reside en que Chiara sea una mujer sino en la atracción que despierta en ella, sintiéndose deseada por primera vez.

En una escena del filme, Lynn apoya el documento de identidad en el marco del espejo, espejo en el que se refleja su rostro, en un intento de averiguar quién es en realidad. La imagen reflejada en los espejos (de su casa, de las habitaciones, de los cuartos de baño), es una constante a lo largo de toda la película.

Al contrario que ocurre en la novela, caracterizada por un ritmo rápido a base de frases cortas y el uso masivo del punto y seguido, la película apuesta por un ritmo más pausado. Los planos se alargan, unas veces estáticos y otras con ligeros movimientos para corregir el encuadre, dominados por la música o el silencio, reiterando sus manías mediante la descripción minuciosa de todos los detalles de las habitaciones (los espejos, el cuarto de baño, las cosas de los clientes, la ropa). De esta forma los objetos, resaltados con primeros planos, comparten el protagonismo en muchas de las escenas.

Película extraña, curiosa, el tono lánguido termina convirtiendo lo que podría ser una perturbadora historia en un relato cotidiano y triste. Finalmente Lynn descubrirá que su papel es vivir la vida a través de los demás. Tras el fracaso de su relación, Lynn visitará a su madre y comprenderá con resignación que la observación del mundo, visto desde debajo del somier, aunque limitada y parcial, es la única opción que le queda.

Escribe Luis Tormo

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