La fiesta de las salchichas (4)

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A gozar

la-fiesta-salchichas-1No es la comedia un género que tenga demasiada estima entre la crítica, ni entre la institución cinematográfica. Asociada desde los orígenes del cine al puro entretenimiento, la comedia es identificada con un espectáculo más bien banal y aparece en las historias del cine arrinconada al espacio desprestigiado del cine comercial: sólo algunas honrosas excepciones han conseguido escapar de las garras feroces de la implacable crítica-historia del cine.

Sin embargo, a este crítico siempre le ha parecido que la comedia era uno de los géneros donde la estética cinematográfica puede mostrarse en su mayor esplendor, y uno de los pocos donde la perfecta unión entre guion, trama, narración e imagen puede alcanzar cotas de alta maestría. La fiesta de las salchichas (Sausage Party, Greg Tiernan y Conrad Vernon, 2016) está muy cerca de alcanzar esta gozosa perfección.

Ante todo, conviene quizás situar la película en su contexto de producción, pues el equipo es una unión acertada de los guionistas y productores de la que se ha venido a denominar como la “nueva comedia americana” (aunque yo no creo que sea tan nueva), entre los que conviene destacar a los intérpretes Seth Roger y Evan Goldberg, ambos estrechamente relacionados con el cine de Judd Apatow. Me refiero a películas como Supersalidos (Superbad, Greg Mottola, 2007) o Lío embarazoso (Knocked Up, Judd Apatow, 2007), sobre todo, donde las relaciones adolescentes y de pareja conviven con una recuperación de la imagen de los ochenta, a la vez que actualizan unos guiones con una sugerente mezcla entre lo melancólico y el desenfreno. Algo de esto hay, por supuesto, en La fiesta de las salchichas.

Pero, junto a los creadores del argumento aparecen dos directores de animación que tienen una carrera donde lo subversivo es, quizás, su rasgo más característico. Greg Tiernan es el responsable de la continuación de la serie de animación de culto británica Thomas the Tank Engine & Friends (1984-2016), en la cual aplica una animación artesanal de juguetes y la humanización de los rostros de las locomotoras, algo que se puede apreciar de manera más evidente en el rostro de la taco mexicana Teresa.

Junto a él, en las tareas de dirección aparece acreditado Conrad Vernon, co-guionista de la primera entrega de Shrek (Andrew Adamson y Vicky Jenson, 2001) y co-director en la segunda entrega, en las cuáles aplicó las técnicas de animación de la factoría Pixar para subvertir los cuentos de hadas desde el más absoluto gamberrismo.

Así, La fiesta de las salchichas propone, desde su origen, una parodia despiadada sobre las relaciones humanas, de un contenido argumental más profundo de lo esperado, pues son la religión y el sexo los que ocupan el protagonismo de la historia, lo que aísla el film del consumo infantil y propone una animación adulta. Existe una lectura del tabú y el control censor sobre los actos sexuales, a la vez que se plantea una revolución de tipo anarquista frente a una sociedad establecida, en este caso en un supermercado, traslación espacial al espacio inanimado de una sociedad fuertemente jerarquizada y controlada por un poder humano divino. Estamos en el terreno del goce en el más literal de los sentidos.

Para apoyar su argumento, la película cuenta con una dirección prodigiosa, donde la acción, las coreografías musicales y las referencias cinéfilas juegan a favor de una narración donde la aventura es la única referencia posible. Lo que destaca del poder visual de esta película es la facilidad para crear situaciones de acción constante, acompañadas de un guion de acero, que nunca pierde su fuerza cómica ni dramática.

La fiesta de las salchichas es una de las comedias más irreverentes, ingeniosas y divertidas de estos últimos años, donde el talento de sus creadores reivindica la animación como el territorio más idóneo para experimentar una liberad absoluta y necesaria.

Escribe Víctor Rivas

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