La trampa (3)

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Interesante thriller con el sello Shyamalan

Un padre y su hija adolescente asisten a un concierto de música pop; es un premio por las buenas notas y a modo de consuelo pues la joven ha sufrido bullying escolar. Una vez allí el padre advierte que están en el centro de un oscuro e insospechado estado de cosas. Así, ya desde el principio nos tropezamos con un denso, tenso y entretenido drama sobre la captura de un asesino en serie. Padre e hija en un solo escenario. En plan thriller.

Pero la maestría de M. Night Shyamalan subvierte el género con una estructura audaz e inesperada. La peli da un giro tonal y evoluciona hacia algo más oscuro, más perturbador e incluso desgarrador. Todo lo cual la convierten en otra estupenda película de Shyamalan. En su forma son casi dos películas en una: la ambiciosa transformación estructural del primer y segundo acto y al imprevisto tercero: filme apasionante con tintes sombríos.

Es otro ejemplo del sentido retorcido y sinuoso que parece ya una patente de su director Shyamalan, con esa especie de elemento perverso por medio o humor negro que bajo su batuta se hace digerible y ligero en la pantalla, o sea, que entretiene sin angustiar más de la cuenta.

La obra, sin ser redonda, demuestra que sigue en buena forma, liderado por una excelente actuación deJosh Hartnett. O sea, éxito, tanto para el director como para el actor.

Hartnett interpreta más que mejor a Cooper, un bombero local y un padre de familia digno, que lleva a su hija de trece años a un recital en un estadio de Filadelfia. La artista en cuestión es la estrella pop ficticia Lady Raven, interpretada por Saleka Shyamalan, cantante de rhythm and blues e hija del director en la vida real. La joven hija de Cooper Riley está encarnada por la emergente actriz australiana de 14 años, Ariel Donoghue: muy bien.

El musical al que van es el típico espectáculo con jóvenes fanáticos gritando, potentes luces que deslumbran, éxitos pegadizos (escritos por Saleka) y un padre con buenas intenciones que debe aguantar el tirón para que su hija lo pase bien.

Pero Cooper empieza a darse cuenta de la ingente presencia policial en todo el recinto, que va a más. En este punto notamos que el padre se pone cada vez más nervioso, con comportamientos raros. Le da varias excusas a su hija para marcharse fuera del espectáculo y, finalmente, se hace amigo de un empleado, un hombre de color que reparte camisetas del concierto y le pregunta qué está pasando. Se supone que no debe decirlo, pero le confiesa que el espectáculo es una treta y una operación encubierta montada por las fuerzas del orden y el FBI para atrapar a un asesino en serie.

El tal asesino tiene aterrorizada a la población y es apodado por prensa y TV «el Carnicero». Y no hace falta correr mucho (hasta en los tráileres se ve), para que nos demos cuenta de que Cooper es ese asesino, un hombre que hace una doble vida, compartimentada, con lugares furtivos, herramientas y demás, para asesinar a diestro y siniestro.

De modo que Cooper es, por una parte, un miembro honrado de la comunidad, esposo y padre entregado a sus hijos, pero por la noche, es un asesino que mata a sangre fría y sin el menor escrúpulo. Es el momento en que la película de Shyamalan se lanza para contar de una manera muy habilidosa e interesante el relato de la policía cercando al asesino.

Shyamalan se lanza para contar de una manera muy habilidosa e interesante el relato de la policía cercando al asesino.

El filme, una vez entra en el terreno de la pura adrenalina se vuelve definitivamente agitado. Es cuando Cooper se afana en mirar las puertas y planear la fuga. Pero se da cuenta rápidamente que la policía está bloqueando todos los lugares de salida y que ya ha comenzado a apartar a los hombres blancos para interrogar a quienes se ajustan al perfil de hombre blanco de unos cuarenta años, incluso un tatuaje en la muñeca, todo lo cual le encaja a la perfección. Cuanto viene después no lo desvelo por ser claramente spoiler.

Shyamalan ha edificado su carrera sobre lo improbable de cada una de sus decisiones de guion, siempre mirando el entretenimiento, lo asombroso y el giro inopinado. Su cine es impredecible y sus personajes escapan a la lógica cartesiana, lo cual que el abanico de posibilidades y contradicciones se multiplica.

Thriller asfixiante y bien construido, que comienza a enrollarse en un bucle de pura claustrofobia, tanto que parece que Cooper va a quedar sin opciones de escape. La hija, en los primeros compases absorta en el concierto, empieza a mostrarse preocupada y a mostrar signos de alarma, cada vez más, por el errático comportamiento de su padre que entra y sale de la sala para planificar una escapada en apariencia improbable, cuyas posibilidades son cada vez menores a medida que avanza el concierto.

Pero Cooper, como buen psicópata, tal como apuntan los manuales de psiquiatría, es un ser muy inteligente. Astuto al máximo, utiliza todo tipo de trucos y su capacidad de encanto y persuasión con unos y otras, para colocarse tras el escenario en zonas exclusivas para los empleados del espectáculo. Pero como las salidas están cuidadosamente bloqueadas, nuestro maligno protagonista hace algunos movimientos de extrema audacia.

El filme entonces hace un canje brutal y comienza un auténtico drama que sube y baja cual montaña rusa trufada de genuina ansiedad. Este acto final puede parecer poco creíble, a pesar de lo cual engancha en lo emocional al espectador. La cinta se vuelve tenebrosa, amenazante y, psicológicamente, de auténtico terror.

Josh Hartnett hace un trabajo muy interesante y de gran calidad tejiendo la urdimbre de un personaje complejo.

En el reparto, Josh Hartnett hace un trabajo muy interesante y de gran calidad tejiendo la urdimbre de un personaje complejo y con un interior severamente lastrado y dañado por una madre posesiva y un entorno tóxico que ha dado lugar a ese monstruo. Hartnett interpreta la evolución de su personaje con una fina precisión, pasando de ser tierno y afectuoso, a ser receloso y estresado, y al mismo tiempo, tratando de ocultar su inquietud a su hija o a cualquiera de las muchas personas con las que se va encontrando durante sus muchas idas y venidas por el enorme local del concierto.

La parte final de su esmerada transformación está hecha con una intimidación horrorosamente calculada y matizada, que deviene espantosa y ardua. También con un fondo de enorme tristeza. Porque Hartnett interpreta varios papeles a la vez, o varias capas agudamente cambiantes; y está muy convincente en todas.

Mas ocurre que Shyamalan hace una especie de truco al viejo estilo hitchcockiano. Construye sibilinamente un viaje emocional para el espectador que, como es sabido, es inconstante y multipolar en sus inconstantes simpatías siempre tornadizas, para que pueda aparecer su ambivalencia más intrínseca.

En teoría, queremos que atrapen al asesino, pero como en las pelis del maestro del suspenso, Shyamalan aprovecha nuestra humanidad natural para que no podamos evitar empatizar con él y con su difícil situación de acoso y derribo, propiamente de un ser perseguido y desesperado.

También está la opción de identificarse con su hija, su familia, y otros personajes que salen en la trama, pero la empatía afectada, escabrosa e inconstante de la que hablo, está magníficamente montada. Es por lo cual la peli es tan apasionante y ajustada.

Un padre y una hija en un espectáculo con truco… como siempre en Shyamalan.

Shyamalan crea una experiencia delusoriamente simple, con una trama ad initio perspicazmente sencilla. Con el transcurrir del metraje, vamos acompañando a un padre y asesino a la vez, en un viaje que procura no trastornar el delirio cuidadosamente construido de una vida poliédrica.

Confluyendo todo en dos identidades que un día colisionan entre sí. El filme, tras alguna jugada de extrema sagacidad por parte del personaje, termina con una sonrisa malvada y retorcida. Los frenéticos minutos finales contienen una cantidad admirable de profundidad sobre la familia. También sobre aquellos seres queridos que nos rodean.

Amén de cierto efecto de espejo deformado de lo que creemos que somos en nuestro mejor y peor momento.

Apéndice técnico

Magnífica la dirección y guion de M. Night Shyamalan. En el reparto, Josh Hartnett, que sostiene la película como el bombero psicópata Cooper; la actriz y cantante Saleka; y la hija Ariel, Joy Donoghue. Intervienen también Hayley Mills (mi recordada actriz de la niñez de películas como Pollyanna, 1960, o Tú a Boston y yo a California, 1961), en el rol de la criminóloga Dra. Josephine Grant (muy bien); Marmie McPhail, Vanessa Smythe (Tour Manager), Malik Jubal, Jonathan Langdon (el encargado de las camisetas en el concierto) y Peter D’Souza. O el propio Night Shyamalan como tío de Lady Raven.

Estupenda la música de la compositora islandesa de música para cine Herdis Stefánsdóttir; y buena la fotografía de Sayombhu Mukdeepron.

Escribe Enrique Fernández Lópiz