Las ocho montañas (3)

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Película lírica, profunda y de límpida mirada

Las ocho montañas, de Felix Van Groeningen y Charlotte Vandermeersch

Película que es adaptación de la novela homónima de Paolo Cognetti, sobre la epopeya y la compleja amistad, a lo largo de décadas, entre dos niños-hombres distintos: un instruido y frágil turinés y un rudo muchacho de la montaña. Se une un duelo-rencilla paternofilial. Todo ello llevado por la sugestiva composición de un reparto de fuste (Marinelli-Borghi), y a una sensacional fotografía de Ruben Impens, que consigue que la montaña sea un personaje más de la cinta. Acompaña una música mágica de Daniel Norgren.

En la historia, Pietro (de niño encarnado por Lupo Barbiero) es un chico venido de la urbe. Bruno (interpretado de niño por Cristiano Sassella) es el único infante de una pequeña localidad montañesa casi olvidada. Con el transcurrir de los años, Bruno se mantiene fiel a su montaña, mientras que Pietro pasa largas temporadas alejado de la sierra, yendo y viniendo. Una madre paciente y callada (Elena Lietti) y un padre activo y audaz (muy bien Filippo Timi). Una vez fallecido el padre de Pietro, su vida le hará enfrentarse al amor y a la pérdida, recordando sus orígenes y abriéndose paso a un destino inesperado e inquieto.

La película trata con gran sensibilidad la amistad y los afectos infantiles, pues once años tienen cuando los niños se conocen. Hay también un tratamiento de la relación con la naturaleza, los vínculos paternos y la idea de la casa que el padre deseó como legado que es preciso reconstruir y cuidar. La trama se mueve por espacios extensos y una naturaleza grandiosa por donde los sentimientos entre los personajes se desplazan libremente y con enorme intensidad.

Con la magnífica dirección de Felix Van Groeningen y Charlotte Vandermeersch, una película de gran hermosura. Un mensaje profundo, unos planteamientos valientes y arriesgados, y unas imágenes bellísimas de sierras y cumbres nevadas. Ello conducido por un magistral guion de los propios Vandermeersch y Van Groeningen, adaptación de la novela Le otto montagne, de Cognetti.

En un momento del filme, el corpulento y reservado Bruno, hombre de las montañas del norte italiano, le dice a su amigo ante el trasplante de un árbol que pretende hacer: «Son muy fuertes donde brotan, pero vulnerables cuando se mueven». Esta queja a su amigo de toda la vida Pietro, este axioma se pone a prueba a lo largo de un doloroso drama, pues Bruno es incapaz de abandonar su lugar, mientras Pietro va y viene de lugares diferentes como Turín o el Himalaya, abandonándolo, dejando solo, a su amigo del alma e incluso a su propio progenitor.

En cuanto al tempo, al igual que la formación de montañas y cordilleras tardan en formarse cientos de años, la película también es una acumulación lenta y gradual de detalles que se cimientan de manera gradual, vista a través de las crestas y los valles, las torres y los lagos, y una amistad de años que acaba por definir la vida de los protagonistas.

La película, narrada por Pietro, tiene un evidente tinte literario en el buen sentido del término, sumerge al espectador en el mundo de los protagonistas, tanto alpinos como humanos, en un nivel profundo y clamoroso al que puede acceder la literatura. Pero vive y respira también en términos cinematográficos con cada una de las imágenes de impresión de Impens que valen más que mil palabras. Y aunque hay elementos que pueden parecer cortados y remetidos en el tránsito de la página escrita a la pantalla, no pierde en términos de amplitud, espacialidad y épica.

La narración es parca y cuenta también la vuelta a la ciudad tras un interminable verano infantil, donde Pietro recuerda cómo sus piernas habían olvidado las picaduras de las ortigas, para a continuación, señalar que su madre estaba «acostumbrada a vivir entre hombres silenciosos». El niño lo que echaba en falta es a su amigo Bruno, tan noble como capaz para andar por los riscos y para servir de compañía irreemplazable.

El lenguaje verbal conjuga con el visual, un tipo de lira directa y sin pretensiones, pero eficiente. Establece cierto tono elegíaco, con la melancolía, el pasado y las hermosas canciones folclóricas del cantautor sueco Daniel Norgren, insinuando un final de la historia que queda en el aire como un vaticinio.

Cuando pasados los años vuelven a encontrarse, Pietro se entrega de nuevo a la vida en la naturaleza
Cuando pasados los años vuelven a encontrarse, Pietro se entrega de nuevo a la vida en la naturaleza

Una historia de afectos tempranos

La amistad comienza en un verano de los años 80, cuando Pietro, venido de Turín llega con su madre a Grana, pequeña aldea casi despoblada y que va a menos, ubicada en un paisaje blanco que llega a resultar aplastante y bello a la vez. Allí está Bruno, el último niño del pueblo, que pastorea vacas, trepa por las rocas y chapotea en los claros lagos de la región.

Ambos niños se unen rápidamente a pesar de las diferencias: uno educado e instruido, el otro rudo y preparado para el rocoso territorio. El temperamental padre de Pietro, gerente general de una fábrica, anhela satisfacer su pasión por el alpinismo y sintoniza también rápidamente con Bruno a quien llega a ofrecerle llevarlo a Turín para su escolarización. Pero Pietro se opone a que su compañero de juegos en el campo se convierta en un ciudadano urbano como él: «¡lo arruinarás!», le grita al padre. Finalmente, el destino les depara otros caminos.

Cuando pasados los años vuelven a encontrarse, Pietro se entrega de nuevo a la vida en la naturaleza. «Sólo ustedes, la gente de la ciudad, lo llaman naturaleza», se burla Bruno cuando observa que los amigos venidos de la ciudad con Pietro hacen del paisaje una abstracción. Acaban construyendo una casa entre ambos, la casa que el padre dejó por hacer a Bruno para que la continuara construyendo, y que entre ambos acaban.

Pietro viaja al Himalaya, en tanto Bruno se empareja con una muchacha que se queda con él y con la que acaba teniendo una hija.

Aborda el filme la división de clases, memoria, arrepentimiento y la relación de las personas con la tierra durante todo el metraje. Es una visión empírea, paradisíaca demuestra ser más que una mera suma partes dispares y fotogénicas. Sobre todo, es una bella y provocativa historia sobre una amistad hondamente enraizada y dominada por las consecuencias de vivir libremente. Nos sugiere una reflexión, y tener en cuenta lo que dejamos atrás en la búsqueda de la iluminación personal.

Hay también cierta ambigüedad pues la resistencia de Pietro a que Bruno vaya a estudiar a la ciudad no acertamos a saber si es porque realmente está preocupado por comprometer la conexión de su amigo con la tierra, o si está tratando egoístamente de cristalizar una imagen de Grana como algo completamente separado, algo que es sólo para las vacaciones. Como podemos ver, finalmente es el padre de Bruno (Alex Sassella) quien impide la marcha del hijo, obligándolo a trabajar en la construcción, como albañil, separando a los amigos durante 15 años.

Esa separación constituye un elemento incitador, turbulento y silencioso. Giovanni, el padre de Pietro, muere finalmente después de muchos años de no hablar con su hijo, el cual descubre que su padre le dejó el terreno de la montaña; también le fue dejando escritos en los diferentes picos de Grana que Pietro va descubriendo, leyendo y reencontrándose así con un padre al que abandonó y con el que no acertó a sintonizar; además, Giovanni fue un hombre muy cercano a Bruno a lo largo de los años, casi que lo apadrinó.

Cuando Pietro acuerda ayudar a Bruno a reconstruir la casa en aquella tierra heredada, ambos se encaminan en forma silente hacia el recuerdo y la nostalgia. En tanto, vemos a Pietro por los caminos que su padre recorrió, culminando esos caminos, buscando escondido entre las piedras y encontrando y leyendo los cuadernos escritos que había ido dejando el padre a modo de mojones para él; cómo los lee lleno de emoción, la película revela un proceso y un gran paso de Pietro hacia la expiación.

Mientras Bruno habla del destino y que debe permanecer leal a la tierra, Pietro se pregunta si escalar los picos del Himalaya es mejor que escalar los de su propia tierra. Hay mucha luminosidad y espíritu en esta historia que subraya las conexiones de las personas con el lugar. Rica en detalles y lúcida en su realismo, la película es un crescendo lento y meditativo de sentimientos heridos y epifanías tranquilas.

La amistad de dos hombres a lo largo de los años
La amistad de dos hombres a lo largo de los años.

Eros en todo

Es común que actualmente el cine haya tendido a introducir la sexualidad (eros) en la amistad masculina, visibilizar la parte o subtexto de deseo que tradicionalmente el cine clásico había ocultado o soslayado. En esta obra este capítulo se indaga teniendo en consideración los afectos más recónditos, un eros omnipresente tanto en el vínculo de los amigos como en naturaleza toda, sentimientos que cruzan y traspasan el paso del tiempo de manera inquebrantable. Afectos que atañen a la diferencia de clases y destinos incompatibles. Aunque no haya sexo.

Un apego profundo que concluye en alguna manera de atracción mística, que en el caso del filme la Naturaleza alpina representa a modo de proyecto en común. Como un hogar lejano y aislado del mundo que deviene Arcadia donde cualquier cosa es factible. Que es también un sueño que desvelará su lado sombrío. Que es una amistad queriente y sentiente.

Pietro y Bruno de pequeños se reconocen como iguales, y lo que resulta es que se reencuentran como adultos, por lo que pueden restablecer lo que la vida ha zanjado de manera fragosa.

Es así, por seducción y afinidad por las cordilleras, por lo que la película acierta a encarnar desde la materialidad de los árboles, la nieve o el viento, por cuanto alimenta la fuerza de los lazos entre los dos personajes, que hay una líbido que fluye como el Tao y une hasta la muerte.

Podría opinarse y yo estoy en ello, que Von Groeningen y Vandermeersch abusan de la voz en off, algo que subraya por lo demás el origen novelesco de la película; y la música carga de romanticismo el conjunto. Todo ello mérito de ambos realizadores.

También el valor puede atribuirse a las magníficas interpretaciones de Marinelli y Borghi, lo cual traslada al espectador la imagen de una relación amistosa generosa y sintónica, incluyendo momentos en los que la vanidad y la reserva amenazan con derrumbar lo que no ha podido destruir la montaña. Porque es muy complejo e incluso difícil conservar una amistad que devuelva su mirada a la Naturaleza.

Escribe Enrique Fernández Lópiz | Fotos Avalón Cine