Un personaje bizarro y exasperante

Biopic de Eduard Limónov, el radical ruso, poeta disidente emigrado, retornado, detenido, una auténtica pesadilla para más de uno, un loco de remate, bestia negra y personaje que en 1993 no tuvo mejor idea que cofundar el ultranacionalista y violento Partido Nacional Bolchevique en la ex-URSS.
Película biográfica extraña, forzada, desafiante y, sobre todo, para mi parecer, irritante, del poeta-punk-neofascista ruso Limónov (nacido Eduard Veniaminovich Savenko en 1948), que ha sido calificado como «el más escandaloso de los escritores rusos vivientes y uno de los más importantes novelistas de la Rusia contemporánea»; numerosos escritores jóvenes lo consideran su maestro.
En esta adaptación de la biografía novelada de Emmanuel Carrère de 2015 (la madre de Carrère era rusa), a pesar de todos los cambios de identidad y actitudes que asumió a lo largo de su controvertida vida, al final lo que vemos es su imagen solipsista, según la cual, el poeta adopta un radical subjetivismo, por el que sólo existe aquello de lo que es consciente el propio Yo, y que concluye personaje irritantemente egocéntrico.
En vez de haber profundizado en las contradicciones del personaje a efectos de esclarecer su identidad, vemos en la cinta más bien el auge de los movimientos políticos populistas y criptofascistas, y sus líderes autoproclamados inconformistas, un fenómeno relevante en su momento y hoy en día.
Dirección, reparto y otros aspectos técnicos
Dirección a cargo de Kirillm Serebrennikov, con un guion de Ben Hopkins, Pawel Pawlikowski y el propio K. Serebrennikov. Serebrennikov, muy atraído al parecer por la postura rebelde que adoptó Limónov y sin parecer muy interesado en aquello contra lo que afirmaba rebelarse, confunde la apariencia con la sustancia y quiere difundir una estética cool, lo cual es un tanto extravagante.
Y más, es una película que es nostálgica de la era soviética y su director celebra los “encantos” de la juventud bohemia de aquel tiempo.
Serebrennikov hace tomas únicas largas, errantes y cámara en mano por lo que resulta una cinta tambaleante y, por lo tanto, mareante por momentos; ya no sé si marean más estas tomas o el impresentable protagonista con sus bizarras actitudes, conductas y pensamientos.
Esas tomas largas van acompañadas de una coreografía que muestra a Limónov junto con sus amigos moviéndose a través de los años como si fueran habitaciones de un edificio abarrotado, con lugares llenos de objetos y escombros que evocan años pasados o hitos como la caída del Muro de Berlín. Además, están musicalizadas, curiosamente, con canciones de Lou Reed como Walk on the Wild Side. Y otra música rock de ese mismo tiempo.
El montaje de Yuriy Karikh es dinámico, con una estructura cronológica que permite seguir la evolución del personaje. La fotografía de Roman Vasyanov utiliza una paleta de colores que refleja los distintos estados emocionales del poeta a lo largo de su vida. La banda sonora, a cargo de Massimo Pupillo, incluye una selección de música que refuerza la sensación de caos y rebeldía.
Ben Whishaw encarna con solvencia a un Limónov, hombre en ocasiones sonriente, en un momento con una camisa de rayas y estrellas, que proclama en un inglés con acento: «Soy un comunista independiente».
Whishaw nos obsequia una actuación gloriosa como un Limónov divertido, adusto, alocado, sexy y aparentemente bipolar. Y quizás siempre, en el fondo, preocupado de que su escritura no sea lo suficientemente buena como para inmortalizarlo. La pose, las relaciones públicas, la indignación y la violencia política evidencian su verdadera vocación.
Un editor neoyorquino compara sus ficciones autobiográficas con Travis Bickle en Taxi Driver (Limónov dice no haber visto la película).
Junto a él reparten juego las actrices y actores Sandrine Bonnaire, Viktoria Miroshnichenko, Louis-Do de Lecquesaing, Ivan Ivashkin, Tomas Arana, Mariya Mashkova, Corrado Invernizzi, Victor Solé, Yevgeny Mironov, Andrey Burkovskiy, Odin Lund Biron o Alexander Prince Osei.

La biografía
La película recorre biografía de Limónov cronológicamente, saltándose los momentos de la infancia. Cuenta la historia de un Eddie como joven trabajador de fábrica y poeta frustrado en Járkov, Ucrania, en los años 60, o después de una etapa difícil de delincuencia por la cual sus padres lo enviaron a un hospital psiquiátrico.
La obra resume los amplios contornos de la vida del protagonista de una manera tan confusa que puede provocar sueño. Hay un prólogo que muestra a un Eddie de mediana edad que regresa a Moscú tras años en el exilio, explicando su nacionalismo ante periodistas. En esa rueda de prensa en Moscú, vemos a Eddie —así le gusta que lo llamen— a su regreso del exilio en la era de la Glasnost.
Una mujer del público explica su decepción ante él y dice que ha sido convertido un «un burócrata». Y añade: «Me rompe el corazón». A lo cual Eddie responde: «No me importa tu corazón»; pasa el corte interpretativo de Whishaw, aunque no faltan los excesos y cierta sobreactuación.
Eddie trabaja por pura necesidad de poeta pasional frustrado, con pocas perspectivas en Járkov. Expresa con grandilocuencia que la grandeza es su destino y que todos a su alrededor son unos tontos por no reconocer su genio.
De modo que se marcha a Moscú, dejando a su novia Anna (Maria Mashkova) con un pene que él le ha dibujado en su trasero («Sé que soy malo», canta la narración).
Mas tampoco en Moscú consigue publicar. A cambio deambula malhumorado por las veladas literarias, donde conoce a Elena (Miroshnichenko), mujer de largas piernas, con sombrero y minifalda, que se convierte en la amante de Eddie, después de un intento de suicidio por su rechazo cortándose las venas a la puerta de su casa.
Limónov emigra a los EE. UU. merced a ciertos conocidos de su padre, ex militante de la checa (la policía secreta soviética, en términos cotidianos), un permiso raramente concedido para emigrar a Occidente. Limónov es un verdadero marginal, pero no sólo literariamente hablando. Un tipo sin escrúpulos, un buscavidas.
En fin, que tras muchas escenas de sexo de Eddie y Elena mientras ven a Aleksandr Solzhenitsyn en televisión poniéndolo como los trapos, la pareja marcha a Nueva York, representada por la calle 42, cuando era un centro de prostitución y cines porno.
Pero mientras la modelo Elena despega, Eddie pasa sus días vagando por las calles neoyorquinas, peleándose con panfletistas y otras broncas diversas. Unas calles en plan decorado hechas por el diseñador de producción Vlad Ogay, artista moscovita que crea objetos de arte a partir de objetos cotidianos.
Exilio duro para los dos, pues Eddie no recibe el reconocimiento que cree merecer por su genio y se pone furibundo con todos los disidentes rusos que han sido acogidos por los medios occidentales: Solzhenitsyn, el poeta Joseph Brodsky, el físico Andrei Sakharov, etc.
En un punto Elena se fuga con un fotógrafo y Eddie intenta estrangularla. De ahí pasamos a unas escenas en las que nuestro protagonista le propone a un hombre de color tener sexo con él, mientras se oye una voz en off de Limónov que alardea de copular con un hombre negro. Posteriormente se convierte en mayordomo de un millonario de la alta sociedad, durante un tiempo.

Concluyendo
Serebrennikov y colaboradores parecen contentos con este sórdido ambiente setentero y siguen al protagonista hasta que los hechos llevan a Eddie de vuelta a Francia primero y luego a Moscú, donde finalmente funda su partido político nacionalista con nostalgia soviética y termina en prisión.
Curiosamente, cuando cabía pensar que la segunda mitad sería la parte más interesante de la historia de Limónov, cuando parece que la película va a mejorar, termina con explicaciones textuales de qué pasó después, antes de los créditos finales, y nada más.
Dadas las muchas omisiones y elipsis, y la sensación de frialdad que tiñe esta película ruidosa, la cinta parece contrahecha para un Eduard Limónov carismático y exasperante, del que se esbozan aspectos poco profundizados.
He leído que para algunos el filme es un retrato fascinante de un personaje complejo; pero mi parecer es que no logra profundizar en la verdadera esencia de Limónov.
Post scriptum
Para llenar cartón, no se habla delas desagradables simpatías de Limónov por Rusia en la guerra con Ucrania, siendo que luchó del lado de los invasores en las regiones ucranianas de Donbás y Donetsk, hasta prácticamente su muerte en 2020.
Es probable que esta filiación haya desalentado o desaliente a muchos espectadores occidentales a ver la peli; yo la he visionado por “amor al arte”, aunque el filme y el personaje me han gustado más bien poco.
Escribe Enrique Fernández Lópiz | Fotos Filmin