Los nombres del amor (4)

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El amor: de Shakespeare a Leclerc 

“¡Lo que llamamos rosa exhalaríalos-nombres-del-amor-1 
el mismo grato perfume

con cualquier otra denominación!”

Imposible olvidarse del famoso verso con el que Julieta declara su amor a Romeo y con el cual ha conquistado románticamente los corazones de millones de lectores y (por qué no) enamorados.

En la literatura universal, Shakespeare ha sido uno de los primeros en hablar de nombres y amor, este connubio tan  forzado y, al mismo tiempo, tan luchado por los amantes universales.

El director francés Michel Leclerc elige nuevamente este tema para realizar una tragicomedia que divierte y conmueve al espectador, sin dejarle la posibilidad de cansarse y regalándole una curiosa y original crítica sobre la sociedad francesa contemporánea. Con ingenio y maestría la historia de amor entre los dos protagonistas se desarrolla en un ligero estilo “ameliesco” y mordaz a la vez. 

Sinopsis

Baya Benmahmoud y Arthur Martin son una mujer y un hombre muy diferentes.

La primera, de padre argelino y madre hippie, sigue su espíritu libre en cualquier cosa que haga: defiende los derechos de los más débiles y desafortunados, ayuda a los clandestinos a legalizar sus papeles y vive una vida disfrutando del momento y de las cosas más simples, intentando arreglar el mundo a su manera provocativa y desvergonzada.

Él es tímido y silente, nunca ha tenido una verdadera comunicabilidad con sus padres o con la gente que le rodea, excepto asuntos fútiles o de trabajo. Vive con un gran sentimiento de carencia interior por no haber aclarado nunca sus orígenes judíos y por haber vivido en el miedo de los tabús que reinan en su ambiente familiar.

Cuando los dos se encuentran y se enamoran, sus orígenes y sus nombres se convertirán en sus pesadillas y, al mismo tiempo, en sus sueños irrealizados.

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En los nombres de la sociedad francesa

Leclerc realiza esta película con un guion original, utilizando la fábula del amor como punto de partida para reflexionar sobre la aún tan fraccionada y degradada sociedad francesa de hoy, que vive detrás de unos clichés repetitivos y absolutamente hipócritas: todo símbolo de una Europa que cultiva una buena apariencia y mantiene una gran deuda hacia todo lo que es “diferente”.

El personaje de Arthur es la metáfora de esta Francia que esconde su faceta multicultural, sus sabores exóticos (y, paradójicamente, por eso tan franceses) en lugar de una imagen conformista impuesta por una política más educada pero mucho menos verdadera.

La imagen de sus abuelos griegos que le aparecen delante, hablando una lengua incomprensible, representa el sentido de culpa que Arthur lleva dentro hacia la imposibilidad de hablar de su origen judío con sus padres, que evitan el argumento, prefiriendo hablar del tiempo atmosférico. Y además la figura del Arthur adolescente que invade los eventos e incumbe en la imaginación del protagonista como recuerdo del pasado y, también, como consejero sobre el presente, es otro símbolo de un país viejo que le tiene miedo a su juventud liberal y abierta a nuevas oportunidades, a nuevos nombres (curioso también que Arthur no pueda imaginarse a su padre de joven: ¿amargura o alivio?).

Entonces, hay que aclarar: ¿Qué son los nombres en la vida de un individuo? Los nombres hacen el individuo, o quizás sólo lo etiquetan, como demuestra la protagonista Baya, cuyo nombre dice todo o nada.

Baya, de origen árabe, no tiene juicios o más bien los tiene hacia todos los que demuestran poseer una mentalidad cerrada y obtusa. En una manera tan natural y abierta lucha contra las injusticias raciales y ambientales, ofreciendo su “amor” a cambio de un arrepentimiento por parte del amante que, casi siempre, demuestra haber aprendido la lección cambiando de actitud.

Ella es medio argelina y su nombre árabe no tiene nada que ver con el ser musulmán; su padre es un pintor que no se da cuenta de su dote porque está demasiado ocupado al ser humilde, por su sentirse inferior en una sociedad occidental que lo ha acogido.

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Triste verdad. ¿Ser uno mismo tiene que ver con ser lo que eres de verdad o ser lo que los demás creen por tu nombre o tu carnet de identidad?

De una magnifica delicadeza, la escena en la que por un robo la madre de Arthur es llamada a identificar su paternidad que siempre había ocultado a sí misma, por miedo de ser considerada judía y nada más.

Nombres, identidad, reconocimiento. Menos mal que cuando nos enamoramos basta muy poco para reconocerse, sólo haría falta presentar los documentos personales.

Y Arthur lo sabe. Baya también. Solo les faltan las ganas de deshacerse de sus nombres y hacerse de sí mismos. ¿Utopía? No. Sólo deseo de imaginarse un mundo menos definido por las palabras y más construidos por la autenticidad.

La dirección cuida los detalles y las escenas dándole un toque mágico y a ratos soñador: esto es así porque recuerdan al fabuloso mundo de la tímida Amelie y a las más antiguas películas del buen Truffaut, provocativas y tan misteriosamente reales.

¿Y cual es el misterio desvelado por Leclerc sobre esta realidad tan descifrada en la que vivimos? Que seguramente lo que importa no es “de dónde vienes”, sino “adónde vas”.

Escribe: Serena Russo

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Título Los nombres del amor
Título original Le nom des gens
Director Michel Leclerc
País y año Francia, 2010
Duración 100 minutos
Guión Michel Leclerc y Baya Kasmi
Fotografía Vincent Matthias
Música Jérôme Bensoussan y David Euverte
Distribución Karma Films
Intérpretes Jacques Gamblin (Arthur), Sara Forestier (Baya), Carole Franck (Cécile), Zinedine Soualem (Mohamed), Michèle Moretti (Annette), Jacques Boudet (Lucien)
Fecha estreno 13/07/2012
Página web http://www.musicboxfilms.com/the-names-of-love-movies-21.php?page_id=17