Mommy (4)

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El camino hacia la esperanza

mommy-1Ganadora del premio del jurado en el Festival de Cannes 2014, Mommy es una película dura y cruda, fuerte y sorprendente.

Una fotografía impecable y un Xavier Dolan que cuenta con una cámara madura el mundo gris de Diane y Steve, una madre y un hijo unidos más allá de los vínculos familiares y de las dificultades que marcan sus existencias. Un retrato borroso y movido de una familia o, mejor dicho, de unas personas que sacan y retienen continuamente sus sentimientos, su libertad y su alegría en un constante círculo que empieza y acaba siempre en el mismo punto: el miedo.

El miedo es la constante de esta historia, donde los personajes no consiguen librarse de sus bloqueos que les paran delante de la vida y de las ocasiones perdidas, construyendo un escudo protector que asume matices distintos pero que regala momentos de intensa locura y relajación.

Mommy es la historia de tres personas que se encuentran en un mismo momento, conectados no sólo por las ganas de rescatarse sino también por unas coincidencias de la vida que las llevan a cruzarse como para integrarse y “resolverse” entre ellos: una madre soltera y en búsqueda de trabajo, su hijo que es un adolescente con trastorno de hiperactividad, y una vecina, silenciosa y con un raro tartamudeo, que esconde y detiene un dolor, posiblemente relacionado con un hijo, del que nunca se descubrirá nada en el filme.

Todo es sugerido, nada está dado por hecho y es aquí que empieza y se reconoce la poética de la película, demostrando que las imágenes no siempre muestran, sino que revelan.

La interpretación de los protagonistas es impecable y el ojo del director mira hacia detalles inesperados, guiándonos en el universo interior de sus fracasos y descubriendo puntos comunes en la unión y en el compartir momentos de absoluta conexión.

Dolan se inspira con claridad y sutileza en películas clásicas, como Los 400 golpes de Truffaut, sobre todo moviendo la cámara hacia el niño que corre y baila en sus momentos de alegría y entusiasmo, cuando no se siente juzgado por nadie y decide dejarse llevar por delante todo lo que encuentra. Es una cámara cálida, íntima, que no deja fuera ningún detalle, sino que encaja perfectamente con todos los movimientos y los pasos de los personajes, acompañándoles con una música que define el momento y lo deja limpio, único y verdadero.

De la misma manera que en Lawrence Anyway (2012), Dolan cumple un acto íntimo e introspectivo con los personajes, de los cuales reconoce la plenitud y la unicidad, personajes que no tienen miedo de afrontar dinámicas fuertes y psicológicas y asumen la responsabilidad de seguir superando las barreras que separan lo que está dentro de ellos y lo que se queda fuera.

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La pregunta que se hace continuamente el director en este trabajo fílmico de alto nivel y que ya se había hecho antes en otras películas es: ¿qué es el miedo? Y la respuesta se reconoce en la incapacidad de poder afrontar ciertas situaciones dentro de una sociedad bien planificada, donde todo es parte de un orden prestablecido y donde no todo es aceptado por lo que es.

Ese triángulo donde dos mujeres contribuyen a la serenidad aparente de un adolescente es el símbolo de que una familia puede ser algo que va mucho más allá de los vínculos familiares y que se funda en el compartir criterios y sentimientos comunes, fuera de cualquier impedimento social.

Dentro de esta realidad compleja y difícil, este menage a trois representa un desafío que produce esperanza, como deseo de que las cosas vayan como quisiéramos que fueran. En un particular momento casi no entendemos el límite entre realidad y sueño, que el director nos enseña a través de una secuencia de escenas borrosas, donde entramos en la mente de Diane y asistimos a un flujo de consciencia poniéndonos en contacto con la más grande de las ilusiones.

La película lucha para ganar continuamente esperanza: hasta el último segundo el espectador quiere que los protagonistas se rescaten, quiere que encuentren su libertad. Y poco importa si se inventan caminos para alcanzarla, porque Dolan en este formidable trabajo nos da la posibilidad de mirar estos diferentes caminos y de entender que de verdad la esperanza es la última en morirse…

Siempre.

Escribe Serena Russo

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