Mr. Holmes (3)

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La fotocopia perfecta

mr-holmes-1Hagamos memoria. Recordemos aquel filme, hoy un tanto olvidado, llamado Dioses y monstruos. Era el año 1998 cuando Bill Condon reunía a dos talentos cara a cara, uno confirmado y otro inesperado, para filmar una suerte de pseudobiografía de James Whale en sus últimos días, el director del célebre primer Frankenstein. La cinta se centraba en la relación que mantenía este personaje con su joven y fornido jardinero y las confesiones y secretos que salían a la luz entre ellos.

Si bien la cinta se articulaba en torno a estos dos ejes, todo lo demás era accesorio para contar en el fondo una historia intimista, aparentemente sencilla aunque de profundas reflexiones. Aunque la historia se situara en el Hollywood de los años dorados y aunque la cinta tuviera algún que otro personaje más en pantalla, lo que realmente importaba de aquella cinta y lo que ha perdurado es cómo Ian McKellen se acercaba a un rudo Brendan Fraser.

Ambos personajes, además, eran perfectas alegorías. Si Ian McKellen era el director de cine homosexual, culto y formado, que encarnaba la maestría, Brendan Fraser era el contrapunto de la mirada fresca, ingenua, que aprendía a ver la vida con nuevos ojos gracias a su nuevo mentor. Paulatinamente, ambos se nutrían del otro construyendo el retrato de un bello vínculo

Como bien sabemos los que la recordamos, aquella cinta fue ampliamente celebrada por su sensibilidad, su afecto y su inteligencia a la hora de no caer en maniqueísmos ni en tópicos de tercera. Bill Condon fue calurosamente acogido por la crítica por vez primera, lo que debe ser frustrante después, pues ninguna de sus posteriores incursiones han logrado el mismo eco.

Y ahora repetimos fórmula…

Pues bien, como si algo funciona hay que explotarlo y mediatizarlo para sacar rendimiento pleno, lo que ha hecho Condon es exactamente eso. Copiar la fórmula que le dio el éxito de crítica y público y repetirla con mínimas variaciones para dar un resultado igual en cuanto a similitudes, igual en cuanto a inteligente, igual en cuanto a resultados, igual de satisfactorio. Mr. Holmes es lo mismo que Dioses y monstruos, sólo que con un cambio de contexto y personajes.

Para empezar tenemos al mismo actor, Ian McKellen. Todos sabemos lo grande que es y lo bien que le sienta su presencia a la cámara y a la pantalla cinematográfica. Repetir con él ya era todo un tanto para asegurarse, al menos, una interpretación central digna de todo tipo de elogio, pues da igual que McKellen interprete a un superhéroe que a una tortuga, lo hará igual de bien.

No tenemos a un personaje real como era James Whale pero tenemos algo mejor, más reconocible y querido por todos: tenemos a Sherlock Holmes, también en las postrimerías de su vida. En vez de un jardinero, tenemos a un niño fanático del detective quien será el oyente de sus hazañas. Será el contrapunto lleno de ingenuidad que construirá una tierna relación con la sabiduría de la vejez y la experiencia.

También tenemos los momentos delicados, confesionales, que Holmes tiene con la melancólica Ann, una mujer que perdió a sus dos hijos antes de nacer, y por supuesto, el fantasma de la senilidad que amenaza a nuestro popular personaje principal.

En este sentido, y al igual que en la antedicha Dioses y monstruos, el tema de ver cómo la vida llega a su fin se revela lo más doloroso de la propuesta. A este proceso irreversible acompañan igualmente la perdida de la memoria y la identidad, que en el caso de un personaje ficticio como Sherlock Holmes resulta aún mucho más significativo.

Tanto por forma como por su contenido, Mr. Holmes es un filme sólido y digno de ver, aunque Condon haya jugado con esta cinta al mito de la caverna de forma un tanto desvergonzada. De este modo, ha logrado reconciliarse con la prensa especializada después de dirigir la última parte de la saga Crepúsculo y un fiasco llamado El quinto poder.

Quizás este cineasta gana enteros cuando se mete en el oficio de retratista y se ocupa de historia de envergadura más personal. Desde luego, hasta el momento es lo que mejor se le ha dado en ambos casos, aunque sean dos lados de un mismo espejo.

Escribe Ferran Ramírez


Más información de Bill Condon en Encadenados:

La saga Crepúsculo: Amanecer, parte 2

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