Un insólito Poirot de la mano de Branagh
El tráiler de esta película advierte: «El asesinato es sólo el comienzo». Acertada afirmación para una obra que terminó de rodarse hace más de dos años, punto en el cual comenzaron sus problemas. La pandemia frenó un lanzamiento rentable y oportuno. Luego, dos de sus principales estrellas, entorpecieron por diferentes asuntos la obra: temas políticos, denuncias de abuso sexual, etc.
Basada en la novela de 1937 de Agatha Christie, estamos ante un thriller de crímenes, misterio y amor dirigido por Kenneth Branagh. En él se habla del desconcierto emocional y las consecuencias tóxicas que provocan los amores compulsivos y los comportamientos persecutorios, aunque esto también puede ser un ardid del relato.
El detective belga Hércules Poirot se embarca en unas vacaciones egipcias a bordo de un glamuroso barco de vapor, contratado por doble partida: por una madre para que indague la conveniencia de la relación amorosa de su hijo; y por una bonita fémina recién casada, que teme la agresión de la exnovia de su reciente y flamante esposo (Poirot seriamente trastornado por lo peligroso que puede ser el amor).
La navegación se convertirá en la terrible y endemoniada búsqueda de un asesino. Ocurre todo ello durante la romántica luna de miel de la pareja perfecta, luna de miel que acabará de la peor manera y de la forma más trágica imaginable.
Antecedentes con Agatha Christie en pantalla
He podido por fin ir a ver esta película al cine (novela de Agatha Christie) y me ha agradado en gran medida. Una realización impecable, factura consumada, interesante, reparto correcto y aspectos técnicos muy buenos, de los que cuestan una pasta a los productores hollywoodienses, que luego han de redituar para que salgan las cuentas. En mi parecer, en esta cinta las cuentas van a salir.
Branagh ya tiene su recorrido en la adaptación de las novelas de Agatha Christie. En 2017 estrenaba Asesinato en el Orient Express, con guion de Michael Green y un reparto de enorme nivel: el propio Branagh, Penélope Cruz, Willem Dafoe, Judi Dench, Johnny Depp y Michael Pfeiffer. Película teatral, un Poirot de medianía, filme justiciero (a veces tedioso), imágenes exteriores espectaculares y una producción convencional y de oficio. El éxito comercial que tuvo ha hecho viable la realización de un segundo intento con la Christie.
Antes, se había estrenado el mismo título en 1974, dirigido por Sidney Lumet, con actores y actrices como Albert Finney, Lauren Bacall, Ingrid Bergman, Sean Connery, Anthony Perkins y Jacqueline Bisset, nada menos; y se convirtió en un referente.
Pero yendo al título de hoy, en 1978, dirigida por John Guillermin, se estrenó Muerte en el Nilo, con guion de Anthony Shaffer, una interesante, ingeniosa e inteligente versión que contaba con un reparto de diez: Peter Ustinov, Bette Davis, Mia Farrow, David Niven, Angela Lansbury, Jane Birkin, George Kennedy, Jack Warden y Maggie Smith, ¡nada más y nada menos!
En 2004, Andy Wilson repite con Agatha Christie: Poirot, Muerte en el Nilo (TV), con un memorable libreto de Kevin Elliot y un reparto igualmente interesante: David Suchet, James Fox, Emma Grifiths Malin, J. J. Feild y Emily Blunt.
Y ahora, en 2022, el estreno de este filme, aunque la peli viene de atrás, de antes de la pandemia, precedida de ciertos escándalos en los que no entro. O sea, la primera cita con el calendario nos llevaba a diciembre de 2019, pero se torcieron las cosas, que no siempre salen como los estudios proyectan y su estreno final ha sido en este febrero en cines solamente, lo cual me alegra (hay que ir al cine y abandonar el silloncito de casa).
En suma, que casi a la par que Branagh estrena Belfast (nada que ver con esta, aquella es autobiográfica), dirige, interpreta y estrena por fin esta nueva versión de la conocida novela de Agatha Christie.
Un memorable prólogo
La película tiene un introito que me ha gustado mucho. Un prólogo bélico en blanco y negro, un sensacional plano secuencia que cuenta un episodio de la I Guerra Mundial, con trincheras y orden de ataque inminente, donde el soldado Poirot, haciendo gala de su sagacidad, sugiere al oficial no retrasar el ataque previsto, habida cuenta la presencia de petreles (un tipo de aves), que anuncian viento a favor.
Se inicia el ataque conforme a lo aconsejado por Poirot con todo éxito, pero una vez conseguido el objetivo, un fallo del comandante provoca una fuerte explosión que dejará a Poirot desfigurado (un Branagh envejecido digitalmente).
Ya en el Hospital, su novia le sugiere que, sencillamente, se deje bigote, por lo que el espectador es informado de cuándo y por qué esos bigotones afinados en punta que se atusa Poirot, además de sus perfiles interiores y ocultos por su habitual y algo cómica capa de inmodestia, y sus rasgos pedantes y megalómanos.
La pérdida de su amante compañera, que muere en la contienda, y la propia guerra harán mella en Poirot en forma de trauma, de pánico a volver a sentir algo, el dolor, la pérdida, todo ello convierte al personaje de Branagh en un hombre serio, reflexivo y abrumado.
Sobre el equipo
De nuevo se reúne el equipo de Asesinato en el Orient Express. Producida por Ridley Scott, Kenneth Branagh, Judy Hofflund y Kevin J. Walsh, fundamentalmente; están igualmente los productores ejecutivos Mark Gordon, Simon Kinberg, Matthew Jenkins, James Prichard y Mathew Prichard; el guion es igualmente de Michael Green, bajo la batuta de Branagh.
El presidente de producción de 20th Century Studios, Steve Asbell ha declarado: «La visión amplia y elegante de Kenneth Branagh sobre esta historia clásica merece ser vista en la pantalla más grande posible. Estamos muy orgullosos de esta película, de nuestro brillante reparto y del trabajo realizado para llevar Muerte en el Nilo a la gran pantalla. Sabemos que el público está deseando participar en la siguiente aventura de Hércules Poirot, y estamos encantados de volver a trabajar con Ken porque aporta su acertada visión de la historia a la entrega más reciente de esta famosísima franquicia».
Sinopsis
Estamos ante un fascinante thriller de misterio con desconcierto de pasiones y mortales consecuencias, ello movido por amores obsesivos, perturbadores y letales como trasfondo.
La historia nos acompaña con el detective Poirot, a bordo de un suntuoso barco de vapor por el Nilo, un trayecto que acaba por convertirse en la horripilante indagación del asesino que acompaña en el viaje, que aflige la travesía de los pasajeros, incluida una «ideal» pareja que va de idílica luna de miel, todo lo cual se ve trucado de la forma más trágica.
La aventura se desarrolla en un paisaje de leyenda con maravillosas vistas al desierto y a las majestuosas pirámides de Giza.
Una historia de pasión desenfrenada, tensión y celos destructivos, de la que son protagonistas un grupo de personajes mundanos elegantemente vestidos y de depurados modales. Los importantes giros y disyuntivas de la historia, las intervenciones de Poirot, sus interrogatorios y pesquisas y sus sagaces observaciones, hacen que el espectador se pregunte sobre cuanto sucede hasta el interesante y absorbente desenlace.
El cuadro psicopatológico de Poirot
Es curioso que el conocido detective Poirot sea analizado a la luz de cierta hermenéutica psicopatológica muy adecuada a su profesión.
El personaje aparece como un señor con componentes obsesivos claros, que no puede comer siete pastelitos por ser impar, sí seis; que observa cada detalle de lo que hacen los personajes de la historia y lo observa todo; que viste con absoluta elegancia y minuciosidad hasta el último detalle; es quisquilloso al máximo; en fin, un detective puntilloso, prolijo, que va al mínimo pormenor, por lo cual esta componente obsesiva le viene muy bien a su profesión.
Es obvio que no llega a ser un paciente con diagnóstico de neurosis obsesiva compulsiva o TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo), como se dice ahora, porque esta patología es muy severa, con muy mal pronóstico e incapacitante (en su momento se le denominaba el «cáncer de la psiquiatría»).
Pero unas ajustadas dosis de obsesividad hacen en favor del orden, la obstinación, la pulcritud e incluso la sutileza de miras de un buen detective.
Aspectos técnicos y de reparto
El estupendo prólogo monocromo del que hablaba antes es el primer escalón de una arquitectura dramática singular, que no consigue empero, maquillar cuanto de previsible hay en el relato.
Secuela que extrae el mineral precioso de cierta belleza filmográfica clásica, del material original firmado por Agatha Christie. Ofrece dos horas plenas de encanto y buen hacer en el plano cinematográfico, si bien pierde parte del misterio que cabría esperar.
La película es una especie de evolución de lo que su director nos ofreció metidos en el Orient Exprés de 2017. De manera que hay elementos de similitud con la anterior fórmula sobre raíles, esta vez en embarcación lujosa sobre el maravilloso Nilo y cuanta ruina y paisaje imaginar se pueda (un exceso de digitales y otros artificios).
Así, esta entrega tiene un plus de alarde técnico, un cautivador diseño de producción, enorme fotografía en 65 mm a cargo de Haris Zambarloukos, excelente y envolvente música de Patrick Doyle y un impecable Branagh en la puesta en escena.
Elementos todos que resultan de una acción que conjuga lo analógico y lo digital y que cuenta con un reparto de lujo. Un elenco bien conjuntado, coral, con un peso definitivo de actores y actrices que evocan el Hollywood clásico, como Gal Gadot, Emma Mackey, Armie Hammer o Annette Bening, siendo la estrella definitiva el Poirot de Kenneth Branagh.
Subrayo a Gal Gadot y Emma Mackey que, aunque más no sea por las escenas iniciales del baile, ponen la historia a cien por hora, y dan pie a las conjeturas que luego se habrán de cumplir.
Es vital la presencia de Hércules, donde queda sustanciado el espíritu, la razón y la médula de este filme en el cual, el crimen es incluso secundario. De hecho, lo que nos descubre realmente el fondo y los entresijos de la historia es a un Poirot rico en matices y angulaciones, un individuo complejo, con claroscuros e interesante de escudriñar.
Cuando se evidencia el asesinato
Pero el problema principal es que anticipa lo evidente. Está bien en su parte primera, cuando va presentando con todo lujo de detalles y con detenimiento un abundante surtido de personajes, con un exceso de duración, tal vez podría haber sido más sucinta la cosa. Eso sí, cuando por fin fluye la sangre, la cosa se precipita en una investigación con numerosas sorpresas, lo cual engancha y ya faltan ojos y oídos para no perder ripio.
Un espectador despierto no tarda en atar cabos sueltos y conocer con prontitud quién está detrás del crimen sobre el cual pivota supuestamente gira la trama. Pero a pesar de esto, Branagh acierta a adobar la cosa con pistas falsas, curvas inesperadas y giros prodigiosos que nos mantienen pegados al asiento.
Parafraseando a López, la sensación es que, más que ante un whodunnit (¿quién lo hizo?), en este filme nos encontramos ante un howdunit (cómo fue). Un howdunit es básicamente lo mismo, pero se trata de cómo, en lugar de quién, como en la mayoría de las entregas policiales o de detectives y crímenes; el espectador cuenta con las pistas para deducir la identidad del asesino antes de que la historia proporcione la revelación misma en su clímax.
En esta cinta sabes quién es, pero hay que demostrarlo, que no es poco.
Hay dinero, mucha teatralidad, unas formas realmente bellas y una propuesta anacrónica, pero efectiva en su deseo de mantener en vilo el subgénero del murder mistery, en una industria cada vez menos proclive a este tipo de producciones.
Conclusiones
Punto uno: Un Poirot incansable. Dentro de las pelis que he visto donde nuestro detective es protagonista, en esta el Poirot de Branagh se pasa trabajando, haciendo incluso horas extras. No sólo para estar al quite de todo o resolver el tiroteo que tiene lugar durante la noche en el lujoso vapor, sino también para defenderse a sí mismo, como especie de versión única y propia del personaje.
Punto dos: El elenco repleto de estrellas, nos distrae y entretiene en todas las direcciones. Branagh genial; una hermosísima Gal Gadot; muy interesante Letitia Wright; Armie Hammer casi sembrado; Sophie Okonedo muy sugerente; Emma Mckey preciosa y muy bien; Tom Bateman inspirado; Annette Bening como pintora extrañamente mala; Jennifer Saunders, divertida yanqui comunista; y así hasta casi treinta actores y actrices de renombre.
Punto tres: El guion de Michael Green agrega giros inesperados a la trama, lo cual va en favor de la intriga.
Punto cuatro: Grandiosas tomas largas a la captura de un paisaje envolvente, de un Egipto milenario y esplendente que, aunque ficticio, llama mucho la atención.
Punto cinco: Vestuario cuidado, esmerado y muy apropiado a la historia de millonarios a gogó danzando arriba y abajo de fiesta en fiesta y bebiendo champaña.
Punto seis: Película que «se las apaña para triunfar, y ofrecer una valiente alternativa en tiempos de deconstrucciones escépticas» (Corona).
Escribe Enrique Fernández Lópiz