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Buscando la objetividad
Escribe Luis Tormo
Los primeros años de la década de los 70 fueron años convulsos en la política internacional. La guerra del Vietnam, el conflicto árabe-israelí, las dictaduras en Latinoamérica, las guerras de liberación en África, la crisis económica mundial provocada por el aumento de los precios del petróleo y un sinfín de acontecimientos que unidos a la frustración que provocó el fracaso del mayo del 68, hizo que surgiera un caldo de cultivo que favoreció la aparición de pequeñas cédulas formadas por jóvenes de ideología radical de izquierda que decidieron ir un paso más allá, pasar a la acción, para oponerse al sistema capitalista que en ese momento venía representado por la política agresiva del gobierno americano y de sus aliados. Así, aparecieron grupos como las Brigadas Rojas en Italia o el grupo Baader-Meinhof en Alemania. Estos grupos fueron pasando de pequeñas acciones que tenían por objetivo llamar la atención sobre la situación del momento a realizar acciones sangrientas (secuestros, atentados, asesinatos) destinadas a poner en jaque el sistema establecido.
En Alemania, el grupo Baader-Meinhof asumió el protagonismo de las acciones terroristas en una escalada de violencia que desembocó en un auténtico enfrentamiento con el Estado. En el año 1977, Alemania tuvo que establecer el estado de excepción (la película Alemania en otoño, realizada por un grupo de directores del llamado nuevo cine alemán, describe a la perfección el ambiente de ese momento) provocado por la muerte en la cárcel de los principales integrantes de la banda terrorista (la versión oficial estableció que se suicidaron) y las acciones que los nuevos integrantes de la banda estaban perpetrando para continuar con su lucha (asalto a la embajada alemana, secuestro y asesinato del presidente de la patronal alemana).
Este preámbulo sirve para presentar los hechos que narra la película RAF: Facción del Ejército Rojo (Der baader meinhof komplex, 2008). Dirigida por Uli Edel, un realizador alemán conocido en los años 80 por Yo, Cristina F, Última salida Brooklyn o el bodrio Body of evidence (El cuerpo del delito, vehículo para la exhibición de Madonna) su carrera cinematográfica se eclipsó, pasando posteriormente al mundo de la televisión, de donde vuelve ocasionalmente para dirigir en la pantalla grande.
Y no es descabellado pues no estamos ante una película de director, RAF: Facción del Ejército Rojo es una producción en toda regla, es decir, la consideración de este filme viene definida por la factura que presenta el producto final, por el embalaje que arropa toda la película y donde la autoría recae en el productor y también guionista del filme, Bernd Eichinger, el cual desarrolla el modelo que ya utilizó cuatro años atrás en El hundimiento. En ese filme, dirigido por Oliver Hirschbiegel (un realizador que también provenía de la televisión), se narraban los últimos días de existencia de Hitler, siendo la película una descripción minuciosa de los acontecimientos y donde lo importante residía precisamente en eso, la descripción estricta de los hechos, dejando el análisis a cargo del espectador.
En RAF: Facción del Ejército Rojo ocurre algo muy similar. El filme comienza con el origen de la banda, universitarios adscritos a la izquierda radical que, partiendo de pequeñas acciones (bombas en sedes bancarias, comisarias, etc.), van encadenando atentados que se radicalizan con el paso del tiempo.
El filme utiliza dos recursos: por un lado, el modelo documental que le permite insertar fragmentos en los que se detalla la situación violenta tanto en Alemania (ataques de la ultraderecha, atentados) como en el resto del mundo (la escalada de la guerra de Vietnam, manifestaciones, atentados, secuestros) y donde cualquier elemento, desde la música hasta los subtítulos que delimitan el lugar y el tiempo de los acontecimientos, sirven para que el espectador comprenda la situación de violencia de esos años (como ejemplo tenemos el asalto por parte de terroristas palestinos en las olimpiadas celebradas en Munich).
Al igual que ocurría en El hundimiento, el filme no entra a juzgar a los personajes, muestra las cartas de todos los jugadores y describe a la banda Baader-Meinhof como una consecuencia de los tiempos que se vivían. La película insiste en la globalización (por emplear un término de moda) de la situación mundial; así, los miembros de la banda se rebelan contra cualquier autoridad, bien sea en Alemania o en cualquier lugar donde se encuentren (el enfrentamiento que tienen con los instructores árabes por su relación con las mujeres).
Y, por otro lado, en un filme que tiene una duración considerable (cerca de 150 minutos), el segundo recurso que utiliza es la aproximación al modelo del thriller. El desarrollo de las acciones (la liberación del prisionero, la escalada de la violencia, la preparación de los atentados, el asalto a bancos, el secuestro del empresario, el desarrollo del juicio y las escenas de prisión…) sigue el arquetipo del cine policiaco y la narración se agiliza introduciendo la tensión necesaria para mantener el ritmo de las escenas. Así, obviando la carga ideológica de los personajes, el planteamiento es el mismo que tendríamos en un filme de acción. De hecho, hay una cierta recreación en la descripción de las acciones, favorecido por un potente diseño de producción (parece ser que es una de las producciones más caras del cine alemán).
Ahora bien, más allá de la mera narración de los acontecimientos, la película no ofrece una reflexión sobre los hechos. Tan sólo a través del personaje de Ulrike Meinhof (interpretado por una siempre excelente Martina Gedeck) el filme profundiza en aspectos o sentimientos como la culpabilidad, las dudas ante la lucha armada, el conflicto entre vida cotidiana (la activista era una periodista que contaba con dos hijos) y la militancia en la banda armada que le obliga a abandonarlo todo, la posibilidad del suicidio como única escapatoria ante su situación, etc. El resto de personajes funciona de una manera mecánica, representan su papel, los miembros de la banda realizan atentados y las autoridades alemanas aparecen encarnando la autoridad del Estado.
Pero precisamente ese es uno de los problemas del filme, pues pese a pretender mantenerse neutro (poner en imágenes los hechos que pasaron perfectamente documentados), al final el efecto que se consigue es lo contrario. Por lo tanto, el deseo de objetividad conduce contradictoriamente a un planteamiento ambiguo, provocado por la falta de análisis de los acontecimientos y los personajes. Al final, tras la visión del filme no tenemos demasiado claro el mensaje que se nos quiere transmitir.
¿Qué nos está diciendo el filme? No sabemos si la acción armada está justificada por esa actitud mitad ingenua, mitad rebelde de los jóvenes o bien todo es fruto de la situación política y social del momento, verdadera causa de los acontecimientos. ¿Se equipara el suicidio de los encarcelados (la investigación de las autoridades alemanas determinó que fue un suicidio, pero en el proceso quedaron muchas dudas) con la ejecución del dirigente de la patronal alemana? Demasiadas incógnitas para un filme que se pretende racional, frío y neutro.
El mérito de RAF: Facción del Ejército Rojo y de parte del último cine alemán que nos llega es, al menos, esa capacidad de revisar un pasado doloroso que abarca desde las consecuencias del nazismo hasta la reunificación del país, y al que ahora hay que sumar el capítulo representado por el grupo Baader-Meinhof.
