La reescritura de la historia
 El sufragio femenino fue aprobado en Reino Unido el 1928, en España el 1931, en Francia el 1944, en México el 1953… Y en Arabia Saudí aun están pensándoselo.
El sufragio femenino fue aprobado en Reino Unido el 1928, en España el 1931, en Francia el 1944, en México el 1953… Y en Arabia Saudí aun están pensándoselo.
Es un hecho que la Historia en mayúsculas ha sido escrita por los vencedores, aquellos que legitimados o no impusieron su discurso. En los márgenes ha quedado la versión sobre los acontecimientos de las minorías, adoptando pues el rol de marginados, exiliados u silenciados de la Historia oficial.
Esta fue la tendencia general de la historiografía hasta la irrupción de los Cultural Studies (estudios culturales) que surgidos en la década de los 60 en Birmingham (Reino Unido) defendían el compromiso de los historiadores con los más desfavorecidos, con los olvidados del pasado, y sobre todo la voluntad de rescatarlos y de darles palabra (1). Uno de los teóricos más destacados fue E. P. Thompson al proponer aquello de la History from Below (la historia desde abajo) en su célebre The Making of the English Working Class en 1963 (La formación de la clase obrera en Inglaterra) llegando hasta nuestros días su influencia a la hora de abordar el estudio de las clases populares.
Este es el marco donde entender Sufragistas que viene a cubrir el nicho, aun hoy existente, de películas que aborden la lucha por el sufragio femenino con los derechos sociales y políticos que el mismo conllevaba.
La realizadora, Sarah Gavron, en su particular relato “desde abajo” de dicha lucha, describe al detalle el ambiente opresivo de la Inglaterra de principios de siglo XX en que debían moverse las mujeres, desde las más adineradas hasta las más humildes.
Es justo la elección de una trabajadora de una lavandería como protagonista la que acabará por situar este filme en el marco de los Estudios Culturales. Ella es Maud —el personaje de Carey Mulligan— que mostrará cierta predisposición a la toma de conciencia, pero que a diferencia de otras compañeras no gozará de la formación de la farmacéutica Edith —Helena Bonham Carter— o del carisma de la líder del movimiento, Emmeline Pankhurst —Meryl Streep—. Una mujer anónima, trabajadora desde los 7 años sobreviviendo a jornadas laborales interminables, en pésimas condiciones y cobrando menos que sus compañeros, y madre joven sin derechos sobre su propio hijo. Una de las muchas mujeres que permanecían completamente a merced de sus familiares barones en la Inglaterra de principios de siglo XX, así como de muchos otros países.
Sufragistas se sitúa en 1912, cuando las mujeres cansadas de promesas incumplidas por las autoridades competentes —llevaban articuladas entorno al movimiento sufragista desde 1851— emprenden una serie de acciones violentas enmarcadas en la Primera Ola del Feminismo. Este episodio el espectador lo descubrirá a partir del trayecto de toma de conciencia que experimenta la propia Maud, mecanismo mediante el cual el espectador accede al conocimiento de la dimensión social y el espacio en que se forjó dicha lucha.
Centrar el foco de atención en la figura de Maud, y otras compañeras trabajadoras que la acompañan, revela la intención de Gavron por indagar sobre la dimensión del contexto opresivo en que estas alzaron su voz, con que medios afrontaron las estrecheces derivadas, de qué manera materializaron su consigna y con qué valores revistieron sus acciones.

Hubiera podido darse el caso de narrar este episodio del sufragio femenino desde el punto de vista de la líder Pankhurst, pero Gavron mira de manera distinta un episodio de la historia ya conocido, esta vez desde el punto de visto de las trabajadoras más humildes. En su apuesta, la realizadora parece ser consciente del impacto que una obra de estas características aspira a alcanzar en taquilla. Es decir medio-bajo. Lo que explicaría la elección de las tres actrices de renombre que de alguna manera funcionan como reclamo de cara al espectador, de por sí poco sensibilizado hacia esta clase de temáticas.
No estamos ante una película trascendental para la historia del cine, sino ante un ejercicio de historia comprensiva, si se quiere, de puesta en imágenes de un momento del pasado lamentablemente poco tratado en el medio cinematográfico. Un pasado desapercibido para las generaciones más jóvenes, y tal vez asimilado para las más mayores, por lo que esta relectura aporta actualidad a la reflexión entorno a la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, una lucha aun presente en la sociedad del 2016.
De ahí el valor de un film que no busca reivindicar, ni enaltecer, sino rescatar y situar en la Historia —en mayúsculas— de la humanidad la lucha feminista por alcanzar el estado de igualdad que el sistema patriarcal un día le arrebató.
Escribe Aïda Antonino i Queralt
Nota
(1) SERNA, Justo; PONS, Anaclet. (2005, 2013). La historia cultural. Autores, obras, lugares. Madrid: Akal.
