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Entretener
Escribe Carlos Losada
Lo que nos proponer Mimi Leder al final de este entretenimiento, no demasiado ocioso, aunque tal vez prescindible, es que lo único real, y de lo que nos podemos fiar, es el amor. Todo lo demás es inseguro, manipulable, dudoso; desde policías hasta ladrones, pasando por abogados, familiares, amigos, contrabandistas, joyeros, políticos, instituciones.
Bueno, puede que tenga razón. Morgan Freeman así nos lo dice con sus miradas, silencios, actitudes de estar de vuelta de todo y al cabo de la calle de un porvenir todavía más inseguro –muy de acuerdo con los tiempos que vivimos, que hemos vivido siempre–. Le acompaña Antonio Banderas, aún verde en estas y parecidas cuestiones, aunque ya fajado en roles de personalidades cambiantes y acomodaticias; menos en el amor, que al final le descubre Radha Mitchell, para regocijo suyo y sonrisa nuestra.
O sea, que The Code tiene todas las bazas para implicar al espectador en su seguimiento, a través de las peripecias de un par de ladrones, que no son lo que parecen, o simulan, que tratan de robar los valiosos nuevos Fabergé, para venderlos al mejor postor, claro. Y nada es lo que parece y todo se encamina al desmantelamiento de los cauces de las películas de policías y ladrones, incluyendo alguna secuencia de cándido erotismo.
Todo esto realizado con pulcritud, casi sin estridencias, salvo los contados casos de usar la cámara como si viésemos un telefilme –no olvidemos que Leder viene de series televisivas–, a través de un guión medido y correcto de Ted Humphrey y la idoneidad de contar con los actores
adecuados, que además se lo pasan estupendamente rodando –se nota mucho en el caso de Morgan Freeman– e intentando hacerse cómplices del espectador, que consiguen casi siempre.
Y como tiene cierto tono de ironía sobre este tipo de películas, y no pretende más, pues hasta podríamos decir que agradecemos la conclusión de que el amor es lo único real de nuestras vidas. A lo mejor descubrimos que es cierto. ¿O es una ironía de Mimi Leder? Bueno será que nos quedemos con la duda, para no ofender.
