Gore, monos y tambores

Osgood Perkins, aunque también se le conoce como Oz Perkins, es hijo de Anthony Perkins por si hay alguien que aún no conozca esta información. Este dato para nada es baladí: su padre interpretó al icónico Norman Bates en una de las cintas de suspense (y terror) más influyentes de la historia del cine.
Como todos sabemos, Psicosis, para bien o para mal se acabó convirtiendo en una saga más o menos trash del género, celebrada por algunos y denostada por la mayoría. En cualquier caso, acabó siendo algo así como una franquicia de serie B de aquellas que siempre consiguen una buena legión de adeptos.
Si miramos la trayectoria cinematográfica de Perkins hijo, es fácil ver que su dedicación a películas del género ha sido las que ha colmado hasta ahora sus intereses como realizador. Y desde luego, podemos encontrar en todas ellas una especie de sello de la casa.
Ya sea con La enviada del mal (2015), su primera incursión como director, o con la mucho más elaborada Soy la bonita criatura que vive en esta casa (2016), lo que él nos propone es el dibujo de unos ambientes enfermizos, terriblemente sugerentes y bien filmados que, eso sí, nos ofrecen un guion y unos arcos argumentales más bien mediocres.
Lo que le faltaba a Perkins era precisamente poder elaborar —para luego dirigir— un guion mucho más sólido. Para su siguiente trabajo, Perkins hizo una adaptación de Hansel y Gretel (2020). La historia sólida, por lo tanto, ya le venía dada. Lo que hizo fue llevarse el material a su terreno para brindarle a la historia original una elegancia y una ambientación de pesadilla muy adecuadas. Aunque no fue esta su película de consagración sino que tuvo que esperar al siguiente largometraje para obtener el tan ansiado reconocimiento de crítica y público.
Por supuesto, hablamos de Longlegs (2024). Con el concurso de una de las scream queens más sugerentes del panorama del cine de terror, Maika Monroe, y el concurso de un irreconocible —e increíble— Nicolas Cage, Perkins consiguió su obra más inquietante, terrorífica y angustiosa.
Si bien es cierto que aun su guion dejaba algunas vacuidades por el camino, y volvía a priorizar forma antes que fondo, diríamos que el balance esta vez le salió bastante positivo a su producto. Longlegs volvía a hacer gala de su mano maestra para la puesta en escena de Perkins, que inoculaba en nuestra piel paulatinamente una sensación de zozobra incuestionable.
Pues bien, si toda su filmografía ha hecho que nos creyéramos que conocíamos su estilo pausado, difuso y atmosférico, ahora nos da un guantazo sin manos con su nueva cinta, The monkey. Olvidémonos de lo que hemos visto de él hasta ahora.
Perkins, Wan y King
Lo acabamos de decir. Perkins da un volantazo a su timón hasta ahora pilotado y se atreve a ofrecer un producto que ni siquiera parece que venga del mismo director que habíamos estudiado hasta ahora. Es otro Perkins, es otro estilo, y cómo tal, puede gustar mucho o defraudar mucho más si lo que esperabas es otra cinta que se metiera debajo de tu piel.
Para empezar, no sólo tenemos el nombre de James Wan (Insidious) como productor de la cinta, sino que Perkins adapta para esta ocasión un relato del archifamoso Stephen King. Es decir, tenemos a tres nombres ilustres unidos por obra y arte del cine de terror. Por lo que las percepciones de que podríamos tener la esperanza de ver una gran obra del género habían aumentado considerablemente cuando se anunció la feliz unión.
Una vez vista y analizada, no afirmaremos que lo sea, pero sí que podemos decir que se trata de una cinta absolutamente disfrutable, aunque no sea el siguiente paso lógico que se esperaba del director.

Partimos de una premisa simple, en la que dos hermanos gemelos, Hal y Bill, encuentran un mono de juguete con aspecto bastante inquietante y una serie de extrañas muertes empiezan a suceder. Los gemelos se deshacen del mono, pero pasados unos años ven cómo la matanza se vuelve a repetir y tendrán que ser ellos quienes acaben con el dichoso mono, que desata la muerte en cuanto empieza a hacer sonar el tambor que lleva incorporado. Es Theo James, actor que cada vez goza de mayor carisma y presencia, el encargado de dar vida a este par de gemelos en apuros.
Lo que Perkins —y Wan entendemos que también— ha decidido hacer esta vez es una comedia gore, salvaje, sangrienta, gamberra y a todas luces alocada. Es como una sucesión de muertes cachondonas e irreverentes que juegan al humor negro, a rizar el rizo y a la diversión desenfrenada de vísceras y carnicería para aquellos que realmente son seguidores de este estilo de serie B splatter pasada de vueltas. Muchos la han comparado con la saga de Destino final, y desde luego, es ese el espíritu del que hace gala la cinta.
Esta propuesta, aunque sencilla (quizás demasiado sencilla), es lo que es y funciona a un nivel nuevo en el que Perkins aún no había jugado. Es más un producto que una obra, y es un producto que sirve para ver una noche de Halloween en un programa doble junto con alguna otra película de terror ochentera cutre. Y a este efecto también juega a favor su ajustadísimo metraje.
Lo que hace que, en general, consiga todo lo que se propone, aunque quizás todo resulte muy liviano, resulta ser un banquete hemoglobínico que apuesta por la carcajada. Y poco más, pero con esto ya tiene suficiente para obtener su cometido.
Perkins sigue labrando su personalidad en cada cinta, pero aún le queda por entregarnos alguna gran obra a todos sus niveles. Estamos bastante seguros de que tarde o temprano, con el camino que nos demuestra, logrará.
Escribe Ferran Ramírez | Fotos Beta Fiction Spain
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Longlegs