The Thicket (2)

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Western interesante y furibundo

Comienza la película con una cita de la poeta norteamericana Emily Dickinson: «Parece un hogar / y hogar no es / pero qué podría ser ese lugar». Estos versos son una forma de nombrar la muerte, representa la tumba de la Dickinson, donde descansaría por última vez.

A continuación, un motociclista de los principios del XX, tapada la cabeza y el rostro, a toda velocidad por un camino nevado, se dirige hacia un punto donde hay un entierro.

El título de esta película vendría a traducirse con toda legitimidad como «La espesura» o «El matorral», o sea, un bosque, vegetal y alegórico, que no permite ver bien: ni físicamente, porque las ramas y la maleza impiden incluso ver las estrellas; ni psicológicamente, pues el entramado incluye un abultado grupo de hombres y mujeres de poco fiar, canallas y psicópatas muy violentos.

Lo dicho es muy acorde para este western de Elliott Lester, un director con un currículo acreditado en cine de acción y fuerza (Blitz, 2011), más de diez películas en su haber.

La fotografía de Guillermo Garza es fría, casi letal. Hay una sensación de infelicidad en el aire. El mundo de esta película huele regular. Está poblado por personajes que se han adaptado a vivir en él, no siempre bien.

Y el reparto está salpicado de actuaciones inesperadas de figuras como Macon Blair, Gbenga Akinnagbe, Andrew Schultz y James Hetfield.

Con un guion de Chris Kelley, adaptación de la novela homónima de Joe R. Landsdale de 2013, Jack Parker y su joven hermana, Lula Parker, han perdido a sus padres infectados por la viruela y deben marchar con un tío mayor que los acompañará hasta Montana, donde les espera una tierra próspera y un hogar con su tía. Pero el plan se trunca cuando se disponen a atravesar el río.

A partir de aquí la hermana es secuestrada por la despiadada Cutthroat Bill (que ha matado al tío), y el hermano es abandonado a su suerte. Desesperado, una vez recobra el conocimiento y dándose cuenta de que su hermana ha desaparecido, Jack, un joven cristiano ingenuo, recluta al cazarrecompensas Reginald Jones, quien, a regañadientes, se convierte en el líder de un grupo de marginados que buscan rescatar a la muchacha.

A lo largo del viaje, se les unen personajes como Eustace Hollow, un exesclavo enterrador; y Jimmie Sue, una joven prostituta. Juntos, se embarcan en una peligrosa misión que los lleva a la mortal «tierra de nadie» conocida como The Thicket.

Vemos constantemente el aliento, el vaho que sale de la boca de los protagonistas, entre la agitación y el frío polar, la sangre en la nieve. Y una doncella secuestrada que debe ser rescatada por este grupo variopinto de los únicos tipos buenos de la película, con motivos diversos, encabezados por un enano.

Western que nada tiene que ver con esos de polvorientos caminos con jinetes que cabalgan sudorosos, ni con barrancos calcinados por el sol, no hay serpientes de cascabel, tampoco la búsqueda frenética de agua, ni los vaqueros con piel de cuero que cabalgan sudorosos por una estepa de polvorienta. Esta cinta tiene lugar en un paisaje duro y nevado que se media con pequeños pueblos igualmente nevados y sufridos, compuestos de bares y burdeles.

En el caso de los malos y rufianes, la película hace algo inusual, utilizando una táctica simple pero intrigante a la vez. El villano principal se llama Cut Throat Bill, supuestamente por el nombre y sus acciones y habilidades con los puños y las armas, es hombre (así es al parecer en la novela). Pero aquí es interpretado por Juliette Lewis y aunque quienes no lo conocen asumen que es un hombre, cuando Lewis se encuentra cara a cara con alguien, queda claro que el personaje es percibido como mujer.

Tiene una atmósfera cruda y fatalista, con escenarios inhóspitos que son una alegoría de cierta degradación moral

«Él es una ella», y será así todo el metraje. Cut Throat Bill no los corrige, continúa con ese nombre. Podría pensarse en un personaje trans o similar, pero la cinta se desenvuelve en un mundo sin categorías para esta temática, y tampoco la obra adapta las ideas modernas a ese entorno histórico. Cut es Cut, pero es una mujeraza marcada en el rostro por diversas cicatrices, también por las heridas emocionales de una crianza disfuncional.

Desde luego no es una historia alegre para nadie, tampoco para la comunidad queer. Es un western con personajes sombríos que mueren de forma oscura también, abatidos sobre la frialdad, sobre la espesura polar. Cierto es que hay un tiempo razonable entre muertes, o sea, no hay un exceso.

He asociado esta película con otras como Los odiosos ocho (2015), de Tarantino; o, por mencionar otro título donde la ventisca y la nieve son protagonistas, Wind River (2017), de Taylor Sheridan.

Esta, al igual que aquellas, es una propuesta sobria, un thriller amargo y visceral, sobre la base de un profundo sentido del lugar, con intensas heladas, sitios inhóspitos, solitarios y crueles, donde unos hombres sobreviven y otros mueren sin atención ni remisión. Película que sabe conjuntar el paisaje con los sentimientos, vivencias e ideas que componen la narración. El paisaje es, así, un personaje más.

Es un western con personajes sombríos que mueren de forma oscura también, abatidos sobre la frialdad

Tiene una atmósfera cruda y fatalista, con escenarios inhóspitos que son una alegoría de cierta degradación moral, sobre todo de los forajidos e incluso de los sheriffs corruptos. También destaca el reparto, con actuaciones sólidas de Peter Dinklage y Juliette Lewis, desde mi modo de ver los mejores, que aciertan a aportar fuerza, intensidad y carga dramática a sus personajes. Incluso pondría en primer lugar a Lewis con un acento de reptil y cara acuchillada, que incluso no sabe cómo identificarse.

Dinklage (quien es coproductor de la película), aporta un cinismo peculiar y fascinante a su figura mercenaria. Su capacidad para resolver problemas va desde lo violento a lo insultantemente profano, incluso el amor.

Desde luego hay disparos, disparos toscos, como debieron ser en la realidad de aquellos tiempos (menos el afinado rifle con mirilla del enano); hay adrenalina y acción, también es un filme solemne. Una historia peculiar, cautivadora, interpretada con gana y entusiasmo, y filmada con un compromiso físico con los espacios abiertos y el frío crudo de los elementos.

Es una película para quienes gustan del western con un toque de thriller psicológico, con personajes complejos. Lleva en su metraje la esencia del cine del oeste crepuscular, con paisajes desolados y una estética que recuerda a clásicos del género; y el capítulo de la soledad presidiendo el entramado.

Aunque dista de ser perfecta, cuenta una historia intrigante, dramática y con un elenco que sube el listón del filme.

Escribe Enrique Fernández Lópiz