El narcotráfico en la zona de Cádiz

La zona más meridional de la península ibérica es Cádiz, la Costa de la Luz, una geografía bañada por el Atlántico que tiene múltiples atractivos para el visitante. Hay una geografía privilegiada de sierra y costa, playas kilométricas de fina arena, bellos pueblos que son casi ciudades en la costa, y pequeños y atractivos pueblos de serranía. Y Cádiz capital, con más de tres mil años de historia.
Pero su costa próxima a Marruecos y una población joven olvidada y con mucho desempleo, ha hecho que prolifere en esta tierra el turbio negocio del tráfico de hachís, sobre todo.
Hace ya algunos años, José Manuel Caamaño, antiguo compañero de colegio y en su vida adulta un policía español nacido en Tánger y criado en Cádiz al que todos conocen por Mané, fue el primer infiltrado en el mundo del narcotráfico de Marruecos, camino a las costas gaditanas.Caamaño ha novelado sus diez años de «agente secreto» en dos libros, Bebedores de té y Conexión Galicia, donde aparecen todos los personajes, pero no todos los nombres, de cuanto enredo y doblez implica el narco en esta zona sur.
Caamaño dejó claro en su obra y en sus entrevistas que el narcotráfico se vio notablemente enrarecido y peligroso cuando hicieron acto de presencia cárteles y mafias foráneas como los rusos o los colombianos. Él mismo afirma que en un punto se enteró de que los colombianos iban a liquidar a un amigo, incluso a él mismo. Los iban a asesinar. Salvaron la vida por poco.
A aquellos los detuvieron, pero vendrían otros y como él dijo: «No había que tentar la suerte». Y cambió de destino. Pues bien, esta variable de los traficantes colombianos, entre otras cosas más, forma parte de esta interesante película.
Por eso esta cinta me ha traído a la memoria a Mané, pues en ella se cuenta la historia de tres viejos amigos en la costa gaditana: Mateo el Gallego, es un reconocido y arrojado guardia civil; Juan el Antxale, un pescador convertido en narco por las circunstancias precarias de la pesca y el paro; y Benito el Yeye, un resignado depositario judicial, moviéndose siempre entre la ley y la delincuencia.
Estos tres amigos son muy creíbles para un lugar, Cádiz, y el momento actual. Los tres al pairo del viento de levante y el abandono de las instituciones. En un tiempo en que se ha experimentado un violento e imparable ascenso del narco en la provincia, unido a un aumento del descontento social y el desempleo.
Por lo tanto, son tres hombres amigados, casi fraternos, atrapados en el polvorín de la droga y de sus avatares. Todos pondrán a prueba su amistad en el transcurso de la historia, si bien en ningún momento se enfrentan ni ponen a prueba su lazo de fraterno. El rutinario traslado de un pequeño yate incautado a un peligroso cártel deviene aventura entre la vida y la muerte para los protagonistas.
Excelente dirección de Albert Pintó con un libreto preciso de Fernando Navarro, una magnífica fotografía David Acereto, que aprehende el paisaje gaditano de marisma, salinas y matorral bajo, con la intrusión del mar y la desembocadura de los ríos Guadalete y San Pedro y, al fin, el enorme puente de la Constitución de 1812 que atraviesa la bahía y desemboca en la ciudad. Muy buena la música de Sara Cáceres Huerta, que arropa la obra más que mejor.
Lo que vemos es acorde a lo que leemos en la prensa, es una historia pegada al terreno, creíble al ciento por cien y que entretiene en todo momento, un filme que tiene una tensión que corta el aliento, emoción bien dosificada y una trama que engancha.
En el filme, seguimos a los tres amigos, hay melancolía e impotencia en las historias de estos colegas, tres hombres con su buena dosis de desgracia, hombres perdedores, ilusionados, soñadores, encarnadosmagistralmente por el firme Luis Zahera (refleja de maravilla la frustración de su personaje con cuanto tiene que lidiar), el fantasioso, pero capo Karra Elejalde y Jesús Carroza, cuyo personaje imprime un poco de ternura a esta película.

Amigos desde la juventud que se ven atrapados en la madurez, por la violencia, las trampas, y los métodos de nuevas generaciones de delincuentes provenientes de allende los mares.
Acompañando, actores y actrices de reparto que están muy bien y conjuntados como Vicente Romero, Paula Díaz (la novia enamorada), Damián Alcázar, Jero Medina (muy bien como el maligno colombiano que se hace personaje odioso), Emilio Palacios, Tamara Casellas o Mona Martínez.
La película de Pintó es un drama social lleno de claroscuros, con más grises que claros, en el cual no cabe el maniqueísmo. Aunque el Gallego, guardia civil, es el personaje más íntegro de la historia, pronto se hace cargo de cuánto está dispuesto a hacer (junto con los otros dos), con tal de conseguir el botín que oculta la deseada embarcación.
Hay agentes corruptos y dependientes de los narcos; otros ven la injusticia social de criminales de alto nivel adquisitivo que salen de la cárcel indemnes por los manejos ocultos de las leyes y el dinero abundante.
Los hay puramente ambiciosos, pero otros caen en la trampa para poder salir a flote de las dificultades que acarrean. Y, como decía, ni los malos son tan malos ni los buenos son tan buenos.

Esto es lo que vamos comprobando durante los 101 minutos de metraje, muy bien llevado, con un ritmo in crescendo, con un final poco o nada previsto, situaciones de peligro extremo para mantener la tensión y un desenlace con un cierre humano y correcto de la película.
Mientras dura la cinta, encontramos al trío protagonista realizando un muy buen trabajo actoral y coral. Hay que considerar que el desarrollo de la historia se produce con cierta lentitud hasta ponerse más emocionante en la última parte, que cierra con un final del infarto y balacera.
Considero esta obra es muy apetecible para los entusiastas de los thrillers, a los cuales les dejará una buena impresión y, sin duda, saldrán contentos de la sala. Les dejará un buen sabor de boca, pues tiene una buena puesta e interpretaciones meritorias e incluso brillantes en más de un momento.
Película que hace un fiel retrato de la realidad de la droga en la costa gaditana, con hermosos paisajes y un mensaje esperanzador, dentro de lo desolador; entre la ley y la corrupción; entre la lucha contra el narcotráfico y enriquecerse con los estupefacientes.
Escribe Enrique Fernández Lópiz | Fotos Sony Pictures España