Un paseo con Madeleine (2)

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Recordar, contarlo y ser escuchada

un-paseo-con-madeleine-0Película esta que, si se ve como hay que verla, es una obra sobre la memoria en la edad adulta mayor, los recuerdos. Hay un libro de Mario Benedetti que se titula El olvido está lleno de memoria, como que el olvido es un gran simulacro repleto de fantasmas. Nadie puede olvidar, aunque así lo quiera.

Precisamente, cuando se levanta la barrera del olvido aparecen recuerdos que fueron tiempos vividos, experiencias más o menos dolorosas o felices, pero que fueron enhebrando los años de la infancia, de la juventud, de la adultez, que en la vejez forman un caudal de evocación y de vitalidad.

Miguel Siguan dice: «Lo importante para tener en cuenta es que el viejo tiene unas perspectivas de futuro limitadas, por ello los recuerdos de su vida ya vivida tienden a convertirse en su justificación vital». Efectivamente, los mayores, demasiado identificados con las pérdi­das de perso­nas, trabajo y profesión, y épocas más felices y activas, colocan puntos de investimento afectivo y fijación y anclaje en aquellos tiempos, lo que favorece el recuerdo de su pasado.

Escribe así Benedetti: «El olvido está tan lleno de memoria / que a veces no caben las remembranzas / y hay que tirar rencores por la borda / en el fondo el olvido es un gran simulacro / nadie sabe ni puede / aunque quiera / olvidar».

Hay un fenómeno en Psicogerontología denominado reminiscencia, esto es, la capacidad y la función que permite recordar pensando o relatando hechos, actos o vivencias del pasado, una actividad mental organizada, compleja y que posee una finalidad instrumental importantísima: la de permitir a la persona senescente reafirmar su autoestima cuando sus capacidades psicofísicas y relacionales comienzan a perder vitalidad.

La reminiscencia favorece la integridad personal porque relaciona lo vivido, con el presente, constituyéndose así en vivencia de continuidad, de historia personal. Además, al integrar el pasado, hay una reconciliación con la vida que tocó vivir, evitando una excesiva añoranza por lo no vivido o mal vivido. Lograr la integridad es uno de los objetivos para ir construyendo un buen envejecer y sentirse en paz con uno mismo, sin reproches y sin culpas enfermizas de lo que pudo ser y no fue y otras reconvenciones.

Esta es una película que justamente trata sobre los recuerdos de toda una vida, de una mujer anciana. Utilizando flashbacks y alternando situaciones cordiales y otras más complicadas, se van mezclando los recuerdos que han jalonado y a la vez marcado la vida de nuestra protagonista Madeleine: la película va contando su vida, que es a su vez la que ella misma relata a un hombre de mediana edad.

Line Renaud, la actriz principal que encarna a Madeleine, fue también cantante y activista; actualmente tiene 94 años, casi los mismos que en el filme, donde dice haber cumplido 92. Proyecta una imagen de señora que ha tenido una vida en plenitud, valerosa, muy interesante y comprometida. Lo que ocurre es que ya no puede apañárselas sola, se ha convertido en una mujer dependiente, no puede arreglárselas con eso que se suelen denominar «actividades de la vida diaria» (AVD).

Estas actividades van desde asearse, vestirse o prepararse la comida, hasta otras más complejas como ir de compras, las relaciones sociales o el manejo del dinero. En vista de lo cual decide ir voluntariamente a una residencia de mayores. Para ello llama a un taxi y abandona, a su pesar, su imponente casa, el hogar en que vivió. El taxi llega con Charles al volante, un hombre con problemas económicos y de tiempo para ver a su familia. Madeleine monta en el coche y le pide a Charles que la vaya llevando lugares de la ciudad que marcaron su vida.

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Y en esas estamos: Madeleine abandonando su hogar para ingresar en una institución de ancianos al otro lado de París, su ciudad. Un taxista que viene a recogerla y ella le pide que pase por sitios de especial significación en su historia personal, como para hacer un repaso de esta y despedirse antes de entrar en la institución. Él, a pesar de su problemática familiar en lo económico y un trabajo absorbente y precario que no le permite ver a su hija cuanto quisiera, presta oído al relato y los recuerdos que la Madeleine le va contando.

Con el transcurrir de las horas se va creando entre un vínculo afectivo muy importante, que arrastrará la cinta, en el mejor sentido, por una especie de conmovedor drama de despedida, en una casi improvisada y franca amistad que surge entre este modesto conductor de taxi y la madame. Un relato que consigue calar al espectador, a la vez que evita la lágrima fácil, para ver con optimismo y sentido del humor cómo se afrontan los últimos días de una persona, y la salvación de otra.

Danny Boon, al que estamos acostumbrados a ver en comedias francesas, forma una entrañable pareja con la anciana Line Renaud, los dos podrían perfectamente haber sido incompatibles, pero en esta «bonita carrera», como dice su título francés original (Une belle course), hará que surja el cariño y la sintonía más fresca y sincera.

Una historia agradable de ver dirigida por Christian Carion, un realizador con bastante oficio que nos ha regalado títulos como Feliz navidad (2005), El caso Farewell (2009), Mayo de 1940 (2015), Perdido (2017) o Mi hijo (2021).

Christian Carion vuelve a demostrar el valor de lo artesanal y de lo cocinado a fuego lento en esta película que muy bien puede encajar en la fórmula feel good (dramedia con valiosas lecciones de vida y fin aceptablemente feliz), donde también demuestra que hay una mirada sensible detrás de la cámara, capaz de conmover sin caer de bruces en el lacrimal lábil.

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Carion, que dirige y a la vez escribe el libreto, construye su argumento y su puesta en escena en forma sencilla, filmando por las calles de París una historia que se desarrolla en su mayor parte dentro del taxi, filmando la relación entre los dos personajes y los temas de conversación que mantienen, a veces asuntos menores, otras veces grandes temas y diálogos con confidencias de alto voltaje, incluso asuntos peliagudos por momentos, problemas, aventuras y hasta un juicio sobre malos tratos.

Temáticas de sabor agridulce van saliendo de la boca de Madeleine y el taxista; reflexiones sobre la vida, el amor, la vejez y la aceptación de los golpes recibidos y ocasionados con el tiempo.

Un paseo penetrante y afectuoso, conversación calma, sin voces ni altercados entre dos personas dentro de un automóvil. Humor suave y por momentos intenso y expresivo, sobre todo por la fuerza e ironía de Madeleine; a veces desciende al drama por las importantes revelaciones entre ambos, lo cual puede hacer temer que la película quede parada en un semáforo o en mitad del tráfico, pero acaba saliendo de estos atolladeros.

Carion saca lo mejor de la nonagenaria Line Renaud y del cómico Dany Boon, ambos con química y sensacionales. Boon es un buen actor francés de comedia que en este trabajo sabe moderarse y hacer un buen trabajo como taxista afable, con problemas en su justa medida (familia, trabajo, etc.) y ponderado en todo momento. En cuando a la Renaud, resulta que como actriz aporta la dosis justa de gracia, chispa, verdad y ese componente de sentimiento para hacer el viaje cercano e interesante: interpretaciones muy bien llevadas por una mujer que parece de menos edad de la que realmente tiene.

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Acompañando muy bien actores y actrices como Alice Isaaz, Jeremie Laheurte, Julie Delarme, Gwendiline Hamon, Thomas Alden, Elie Kaempfen, Jacques Courtès, Rome Mielli y Hadriel Roure. A lo cual se añade una bonita música de Phillippe Rombi con bonitas canciones jazzísticas, hermosa fotografía de Pierre Cottereau y buena puesta en escena.

Destacar la idea del coche como vehículo del tiempo, no en el sentido de Regreso al futuro u otras similares, sino como en Fresas salvajes (1957), de Ingmar Bergman: donde el viejo doctor Victor Sjöstrom hace un viaje por carretera y otro espiritual al centro de su corazón y de su existencia. En esta cinta, Madeleine hace su petit voyage, un viajecito breve pero intenso y rodado con delicadeza por Carion.

Madame Madeleine sabe cuál es su destino y sabe bien que, entre su hogar de siempre, donde ha transcurrido su vida y la residencia de mayores a la que se dirige, hay un espacio, un itinerario que es físico, pero también psíquico, y en él harán acto de presencia los fantasmas del ayer.

Capítulo especial merecen unos flashbacks que pueden parecer abundantes e incluso reiterados en lo dramático y en lo sentimental. Pero son las voces y son también los ecos de una vida; van brotando en el curso del trayecto por un París desconocido para Madeleine, una ciudad que ha cambiado. Porque esta historia no es un punto final sino más bien una recapitulación, un repaso a la vida. Como muestra tenemos al conductor, un hombre afable que acompaña, la imagen de alguien que no habla de muerte, sino de esperanza. De vida. La vivida y la que sigue, la que es continuo viaje y movimiento.

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Un apéndice, una enseñanza del filme

Hay una ley en neuropsicología conocida como Ley de Ribot, que afirma que los contenidos de memoria en los mayores se olvidan en orden inverso al tiempo en que fueron aprendidos; o sea, se pierden antes los contenidos fijados más recientemente (memoria de fijación), que la recordación de asuntos antiguos (memoria de evocación). Esta también llamada memoria terciaria o de acontecimientos remotos, permanece relativamente intacta en los mayores. Incluso más vívida y fresca que durante la juventud.

En la investigación y en la clínica se demuestra que los adultos mayores recuerdan muy bien detalles y sucesos del pasado. Esta tendencia se observa sobre todo en los acontecimientos históricos que experimentaron en forma personal y de los cuales los jóvenes suelen enterarse de forma indirecta. Las personas mayores suelen describir con gran facilidad y lujo de detalles sucesos de infancia y juventud, lo cual evidencia, entre otros, que los mayores son los depositarios de nuestra historia.

Los mayores recuerdan y gustan de recordar de forma emotiva estos acontecimientos. Este acto de pensar en las experiencias pasadas y relatarlas (reminiscencia), siendo escuchadas por terceras personas, tiene un efecto terapéutico que sirve de protección contra la ansiedad y la depresión.

El recuerdo del pasado, repasar sucesos vitales, permite además el mantenimiento de la autoestima y es un recurso que debe ser potenciado y manejado por la familia y el personal que atiende a los mayores: debates, memoria histórica, grupos de reflexión o el manejo de historias de vida y la memoria biográfica. Este es un mensaje importante de esta cinta, encarnado en una anciana que consigue cerrar asuntos y abrir otros nuevos, gracias a sus recuerdos, que son escuchados con atención por Charles.

Este extremo de tener un oyente, alguien que sigue el relato con interés y cariño, es muy importante, pues a los mayores en muchas ocasiones se les manda callar o sencillamente no se les presta atención con ese cuento de «ya está el abuelo con sus batallitas» y dichos similares, que comportan una actitud de frialdad e incluso de desprecio o hartazgo. En el filme, la actitud positiva, receptiva y afectuosa del taxista concluirá en un final inesperadamente triste-feliz para Charles y su familia.

Escribe Enrique Fernández Lópiz | Imágenes A Contracorriente films