Ficción y realidad

La comedia romántica constituye un subgénero dentro de la comedia que a lo largo de la historia del cine se ha ido afianzando construyendo una tipología de relato en el que se reconocen una serie de pautas muy claras -su origen está en el teatro-. El encuentro de una pareja, las relaciones amorosas, las fases del enamoramiento y un happy ending son elementos, que con la variación introducida por los cambios sociales, suelen estar presentes en este tipo de películas.
Dentro de ese amplio bloque destacan también, aprovechando la estructura de la comedia, las películas que analizan el agotamiento del amor, con ejemplos que van desde Dos en la carretera (1967) hasta 500 días juntos (2009); en este tipo de filmes se pone el acento en el efecto del paso del tiempo y la caducidad del amor, introduciendo una serie de características que pertenecen al terreno del drama –dramedia–.
Volveréis, el octavo largometraje de Jonás Trueba, que viene avalado por el premio Europa Cinemas Label en la pasada Quincena de Cineastas del Festival de Cannes –recogiendo el testigo de Elena Martín que lo ganó en la edición anterior por Creatura–, se añade a esos filmes que sitúan su mirada en el periodo del desamor, en la fase en que se asume la descomposición de una pareja.
Ale (Itsaso Arana) y Álex (Vito Sanz) son una pareja que tras 14 años de unión deciden poner fin a su relación de forma consensuada. Lejos del dramatismo de estas situaciones acuerdan organizar una fiesta para conmemorar su separación, una celebración a la que puedan asistir todas aquellas personas que significan algo en su vida, siguiendo una idea propuesta en el pasado por el padre de Ale.
Con este sencillo argumento, Volveréis comienza bajo el estilo naturalista que Jonás Trueba ha ido elaborando a lo largo de su filmografía, con esa calidez que aporta una cámara que acompaña a los personajes, del que se desprende un tono documental, en ese Madrid cinematográfico –alejado de la imagen turística– que sirve de fondo para plasmar una historia que se beneficia de la complicidad de un reparto técnico y artístico que repite con Trueba película tras película.
La sencillez inicial va dejando paso a un filme más complejo que busca la deconstrucción del relato romántico en el que a través de la presentación de una variada troupe de personajes secundarios, con la repetición como elemento base –nos separamos, estamos bien, queremos celebrarlo, una boda al revés–, se muestran las dificultades, las dudas y las inseguridades que afrontan para llevar adelante el ritual de celebrar el fin del amor como un hecho que posibilita sentirse más feliz y afrontar el futuro con confianza.
El guion, coescrito entre el director y la pareja protagonista, sin inmiscuirse en detalles explicativos sobre la causa de la separación, termina elaborando un discurso sobre una pareja, que a pesar de quererse, es consciente del agotamiento de su amor, de la falta de deseo, de la necesidad de cerrar una etapa y abrir otra que, con todas las dudas, sea mejor. En este sentido como cualquier comedia romántica, la búsqueda del happy ending –en este caso la felicidad es certificar la separación– deberá superar todos los obstáculos que Trueba enmarca en un catálogo de convenciones sociales, de expectativas como pareja –incluido ese ‘volveréis’ que da título a la película–, que quedan disueltas por el deseo acordado como pareja de explicitar la separación.
Pero la propuesta de Jonás Trueba va más allá de una reflexión sobre las relaciones sentimentales porque lo verdaderamente interesante, lo que aporta el verdadero sentido a la película, y que emerge de forma paralela para terminar adueñándose del discurso cinematográfico, es la relación entre el cine y la vida, entre la ficción y la realidad. En Volveréis, Ale es una directora y Álex es el actor de la película que han rodado y que actualmente se encuentra en fase de montaje. De tal forma que asistimos a la propia creación de la película que estamos viendo.
A partir de este hecho, se establece un juego entre la realidad presente y la ficción rodada; un juego que se sustenta a través de la presencia de personajes encarnados por personas reales (directores, guionistas, etc.) y donde la línea que separa la verdad y la ficción se difumina provocando una creativa confusión. Muy al estilo de la Nouvelle Vague, Trueba juega con la repetición de planos, el raccord o una planificación forzada. En una de las escenas más significativas de la película, Álex le pide a Ale que le ayuda para grabar un video de prueba para un futuro papel. Ale prepara la cámara y le da la réplica con el diálogo y en ese juego de cine dentro de cine es donde Álex explica el motivo de la separación; un momento emocionante mirando a la cámara, en el que dentro de la ficción sobresale la verdadera realidad.
Volveréis deja claro ese juego mostrando la tramoya narrativa, desde la comedia, riéndose de ella misma, realizando su propia reflexión sobre lo que estamos viendo. Así, cuando el equipo de la película se reúne para ver la primera copia de la película un miembro expresa sus dudas diciendo que parece una película repetitiva, que no se sabe dónde van los personajes, llegando a preguntarse si la película es circular o lineal. En la escena que hemos descrito con anterioridad, la grabación de la prueba, la propia Ale se pregunta quién ha podido escribir semejante diálogo.

La película está plagada de citas cinematográficas: Bergman, las comedias de los años 40, el cine de Blake Edwards –el director que incluía una fiesta en todas sus comedias–, François Truffaut o la referencia al filosofo Stanley Cavell y su texto en el que afirma que el cine nos hace mejores. Un compendio de referencias que terminan emparentando la vida con el cine, con la capacidad que tiene el cine para contar historias, para recrear la ficción. De hecho hay varias escenas de Ale montando la película porque es precisamente en la fase de montaje donde se construye la historia, donde se puede modelar el sentido de un relato.
En una escena de la película la pareja protagonista discute sobre la validez y la actualidad de una película de Blake Edwards. Hablan de 10, la mujer perfecta. No es una cita cualquiera. En esa película, el argumento hablaba sobre la crisis matrimonial a través su protagonista (Dudley Moore), un hombre casado que caía rendido ante la novedad y belleza de una mujer joven (Bo Derek); pero la película, en su interior, de lo que realmente estaba hablando era sobre la dificultad de la creación de una obra artística. Volveréis hace algo parecido. Sobre la consideración de las relaciones amorosas, el efecto del paso del tiempo en el matrimonio o la forma de separarse cuando acaba la conexión de la pareja; se cuela una reflexión sobre la creación cinematográfica.
El último trabajo de Jonás Trueba puede parecer una película ligera, liviana, pero dentro de la naturalidad y la sencillez que caracteriza su estilo, contiene una carga de profundidad que la hace grande. Como todo su cine, Volveréis es el retrato de una generación que ahora se acerca a los cuarenta años, pero en el que a diferencia de otras películas suyas, aquí se vislumbra el ejercicio de creación de la ficción, por lo que termina convirtiéndose en una celebración del arte cinematográfico.
En esa fiesta final donde se dan cita los protagonistas, junto al resto de amigos y amigas que forman parte de ese grupo de personas que forman parte de la obra de Trueba, nosotros terminamos siendo uno más de esos rostros cómplices de una ficción que nos atrapa.
Escribe Luis Tormo | Fotos Elástica Films