«Para desarrollar el thriller nos situamos en el punto de vista de la protagonista»
Arantxa Echavarría (Carmen y Lola, La familia perfecta, Chinas, Políticamente incorrectos) estrena su nueva película, La infiltrada. Basada en hechos reales, cuenta la historia de Aranzazu Berradre Marín (interpretada por Carolina Yuste), pseudónimo con el que se infiltró una policía nacional en ETA. Con tan solo 20 años, fue, no ya la única mujer, sino el único miembro del cuerpo policial que convivió con la banda terrorista logrando la desarticulación del comando Donosti.
Una historia de personajes, pero también una historia de acción y un profundo retrato psicológico, donde vemos la evolución de su protagonista durante 8 años para ganarse la confianza de la banda bajo la tensión de ser descubierta, la presión de la infiltrada y de la persona al mando del operativo dentro de la policía nacional, interpretado por Luis Tosar.
Junto a Yuste y Tosar, completan el reparto Víctor Clavijo, Nausicaa Bonnín, Iñigo Gastesi, Diego Anido, Pepe Ocio, Jorge Rueda, Carlos Troya y Pedro Casablanc.
Con guion de la propia Arantxa Echevarría y Amèlia Mora, La infiltrada es una producción de María Luisa Gutiérrez (Bowfinger Int. Pictures) y Mercedes Gamero (Beta Fiction Spain), Esto también pasará e Infiltrada LP AIE, con la participación de Movistar Plus+, ATRESMEDIA y EITB en asociación con FILMFACTORY, con la participación de CREA SGR y con la financiación del ICAA. La película será distribuida en España por BETA FICTION SPAIN.
Dentro de la iniciativa los Preestrenos del Festival Antonio Ferrandis hemos podido entrevistar a la directora Arantxa Echevarría y al actor Víctor Clavijo que nos hablan de su experiencia con La infiltrada.
La película parte de una propuesta de la productora Mª Luisa Gutiérrez. ¿Cuándo llegas tú a la película? En este caso, escribes el guion junto a Amèlia Mora.
Arantxa Echevarría: María Luisa solamente nos contó la existencia de esta policía que se había infiltrado en ETA. Había contratado a Pablo Muñoz, que es un grandísimo periodista del ABC encargado de las noticias de Interior, para hacer un poco los informes, para hablar con policías. Ella me enseñó todo lo que había escrito Pablo e inmediatamente dije: «Yo quiero hacer esta película«.
Nos pusimos a leer y a escribir el guion, que fue un proceso muy rápido. Y todo lo que veis en la peli, además, es real y solo hay alguna cosa que está ficcionada como por ejemplo la escena del encuentro de Txapote con Aranzazu, pero está en el atestado judicial, él entró con una chaqueta roja a las 3 de la tarde, le puso la mano en el hombro a la persona de al lado y disparó a Ordóñez, salió y se chocó con alguien. Nosotros incorporamos ese choque porque era un choque emocional, un choque ficcionado, pero casi todo lo que pasa, cómo les descubren, la historia del gato, todo es real.
¿Cuándo te incorporas a La infiltrada y qué te interesó de la lectura del guion?
Víctor Clavijo: La película empezó a rodarse en febrero. Yo me incorporé un mes antes que comenzase el rodaje. No conocía la historia y cuando me llegó el guion me quedé precisamente con la historia. Me encantó el guion y me encantó mi personaje.
Además, me motivó saber que iba a trabajar con Arantxa Echevarría, repetir con Luis Tosar y trabajar con Carolina Yuste que no lo había hecho nunca. Todo era un sí, me gustó todo.
Arantxa: Y yo pensé en Víctor desde mucho antes, cuando estábamos escribiendo el guion ya estaba pensando en él, igual que escribí pensando en Caro [Carolina Yuste].
A lo largo de tu filmografía te has movido en diferentes géneros. El cine social, la comedia… ¿Cómo ha sido adentrarte en el thriller, en sus códigos específicos?
Arantxa: El truco que utilizamos para desarrollar el thriller en La infiltrada es que estamos todo el rato en el punto de vista de la protagonista. Todo va y lo sentimos a través de ella, salvo cuando nos vamos al mundo de los policías, donde ya es una película más coral. Pero cuando estamos con ella, todo lo que vemos es desde su punto de vista.
A mí el thriller siempre me apasionado, sobre todo el thriller de los 70, de los 80, La conversación es una de mis películas favoritas, la veía mientras grabamos, lo mismo que las escuchas de La vida de los otros. Son thrillers emocionales, con un personaje muy importante en medio que te está contando la historia.
Y en este caso también es jugar con que fue una historia real. Eso era lo más fuerte porque una cosa es inventarte toda esta película, pero aquí es verdad. Los actores conocían a los policías que interpretaban, hablamos con el manipulador, que se le llama así de verdad, conocimos al profesor de tango de ella mientras estábamos preparando la secuencia de la película en que baila el tango.
Y como actor, ¿qué supone acercarse a un personaje real? ¿Os limita para la ficción?
Víctor: Cuando el personaje real es muy conocido por el público tenemos un hándicap o el reto de emular una característica física, ver cómo habla o cómo se mueve. Pero en este caso, mi personaje era un personaje real que no es conocido por el público, por lo que no era necesario copiarlo exactamente. De alguna manera nos sirve como referente para construir un personaje dramático. Pero no se trataba de que yo tuviese que hacer de esta persona porque no es la historia de esta persona. Esta persona participó en este operativo, pero no es la historia de él.
Pero sí me sirvió para acercarme al personaje, para aproximarme y entender sus motivaciones. En este caso me toca hacer un policía y es más fácil entender sus motivaciones que la motivación del etarra. Si me hubiese tocado interpretar a un etarra habría tenido que construir sus motivaciones. Pero en este caso, las del policía son más fáciles de entender, pero a pesar de todo, aun sabiendo el riesgo al que se exponían, me interesaba saber qué es lo que les motivaba a seguir ese tipo de vida, a estar ahí. ¿Cuál era la adicción, la adrenalina que les produce estar en una situación de peligro?
Y el defender algo en lo que ellos creían. Para ellos era una guerra, ellos eran los buenos. Entonces, desde esa perspectiva, de alguna manera, intento abordar el personaje. Esto es una guerra y yo soy el bueno y los otros son los malos. Si hubiese estado en el otro lado del reparto, habría pensado exactamente lo mismo, desde el otro lado del personaje, porque me habría tocado defenderlo, lógicamente. Eso es lo primero.
Y luego verme muchos documentales de la época, de los años del plomo, para recordar lo que fue. Recordaba cuando vivía en Madrid en los años 90, era una cosa muy fuerte que lo he hablado hace poco con gente, que se nos olvida, que muchas veces te cambiabas de acera cuando veías un furgón de la policía; te cambiabas de acera porque sabías que era un objetivo de ETA.
Si hacíamos esto en Madrid, imagínate lo que sería en el País Vasco. O sea, era gente que era carne de cañón. Y la sociedad asumíamos que fuese carne de cañón. Entonces, veías un camión militar y automáticamente te cambiabas de acera porque sabías que podía reventar.
Entonces era fácil entender la motivación del personaje, aunque yo no comulgase con la manera de ser de ese personaje y con ciertos aspectos como la homofobia, el machismo del que hacía gala, además muy ufanamente. Pero es que era parte de su carácter, era un tipo de la época. Hacía gala de una socarronería, de su homofobia, del machismo. Y todo eso hacía de él un personaje peculiar. Entonces, me pareció divertido una vez que le conocí. Todo eso ya estaba en el guion, ya estaba claramente en el texto, pero una vez que lo conocí, me pareció muy curioso escuchárselo de viva voz, ese tipo de comentarios, incorporar algún chascarrillo, alguna cosita.
Arantxa: Y también aportó para el guion. Lo mejoró. Recuerdo alguna perla que me dijo y que luego se ha caído en el montaje final. Me decía que, en el País Vasco, por las mañanas, olía a amonal. Es una frase como de Coppola en Apocalypse Now. Esto lo metimos en rodaje, pero al final cayó en la fase del montaje.
En las películas de infiltrados siempre hay cierta ambigüedad o comprensión de ambas partes. Aquí está muy claro esas dos partes enfrentadas y quiénes son los que están en lado correcto.
Arantxa: Sí, pero yo creo que en este caso tú también sientes cierta empatía hacia este etarra más ideológico, que no pasa cuando llega el otro etarra que es un etarra de sangre. Yo creo que en ETA había muchísimas ramas. Aquí está la amiga de Arantxa, que también es abertzale, y es una chica que te cae fenomenal.
En ETA había de todo. Había gente de izquierdas que acabó en ETA porque la circunstancia de ser de izquierda en el País Vasco podía llevarte por ese camino. No había por dónde pasar. Luego estaba la gente con el concepto militar, de esto es una guerra. Y lo que se vivía en el País Vasco era un crisol de cosas, de gente que no tenía ninguna intención de meterse en política y acababa tomando una cerveza porque era donde estaba tu amigo, de pequeño, poniendo copas. Es que era una mezcla muy extraña de sensaciones.
En la película hemos intentado mostrar eso, pero es verdad que para mí, a partir de que tenemos una democracia no entiendo que nadie coja la pistola. Puedo comprender una ETA contra Franco, creo que todos, en un momento, hemos pensado que fueron los únicos que lucharon contra un dictador, pero a partir de que hay una democracia no entiendo las pistolas.
Los personajes de la policía y el etarra sí se equiparan porque son dos personas solitarias.
Arantxa: Son dos personas que están solas. Y tampoco saben muy bien ninguno de los dos por queé lo hacen. Ella tiene 22 añitos, acaba de salir de la academia de policía, sí tiene el concepto de lo que está haciendo, pero lo podría hacer en una comisaría de Granada y estar feliz. Y de pronto se ve abocada, por querer ser, por demostrar ante alguien como el comisario, que confía en ella; y sigue y sigue…
Y el etarra joven está perdido, hay un momento que dice que tiene el sueño de qué pasaría si esto se acabara, qué sería de ellos, como viendo el camino de dejarlo pero no sabe cómo salir. Yo creo que nos pasa a todo el mundo, cuando te ves abocado a algo que arrastra.
Víctor, el hecho de afrontar un papel secundario, con menos espacio para elaborar el arco dramático del personaje. ¿Es una dificultad añadida?
Víctor: Está claro que con un protagonista tienes más posibilidades para mostrar el arco dramático, la evolución del personaje. Pero en una sola secuencia puedes hacerlo mucho mejor. En una sola secuencia, si todo está condensado en un secundario, puede ser una secuencia brillante, puedes hacer mucho.
Para mí lo importante, siempre, no es el tamaño de los personajes. Yo soy un vehículo para contar una historia, hay veces que soy el vehículo que está a la cabeza y hay veces que soy el vehículo que está detrás. Pero yo soy un vehículo para contar, a veces toca un personaje más pequeño y otras uno más grande.
Pero nunca he entendido esta carrera como una cuestión de hacer protagonistas o hacer secundarios. A mí me encanta mi oficio, me encanta mi trabajo y me gusta hacer todo tipo de personajes, siempre que el personaje esté bien construido, sea bonito y que el reparto con el que estoy y la directora o el director, los que me van a acompañar en este viaje, ayuden a que sea algo placentero y único. Me da igual ser soldado de segunda o en otra general, siempre y cuando yo crea lo que estoy contando, para mí eso es importante; y también que yo crea en mi personaje, que me parezca estimulante. Y por último, que crea en el equipo.
Nunca he entendido este oficio de otra manera, la verdad. Entenderlo como una cuestión de carrera, de solamente hago protas o no, es otra manera de entender esta profesión, que no es mi caso.
Y ya para finalizar, se dice que las nuevas generaciones no conocen nuestra historia reciente. ¿Este tipo de cine es una forma de memoria histórica?
Arantxa: Yo creo que es necesario. Y es verdad que una mayoría no lo sabe. Antes de hacer la película hicimos una pequeña encuesta, para el target de 20 años para abajo y no saben lo que es ETA. La rendición de ETA pasó en 2012, o sea, hace nada, y ya se ha olvidado. A mí me da miedo que cometamos los mismos errores y volvamos a crear en las mismas estupideces. Después de la II Guerra Mundial pensamos que ya no iba a existir jamás el nazismo, y ahora resulta que ya está aquí. ¿Qué pasa? Que la gente olvida.
Creo que tenemos un aparato estupendo que es el cine, que tiene una gran capacidad para poder contar historias. Entonces sí que podemos recordarle a la gente lo que pasó.
Escribe Luis Tormo