Ibai Abad, Mireia Vilapuig y Àlex Brendemühl nos hablan de «Escanyapobres»

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«Partimos de arquetipos para romperlos»

El guionista y director Ibai Abad estrena Escanyapobres, su segundo largometraje tras su opera prima The girl from the song. La película es una adaptación libre de L’Escanyapobres, la novela de Narcís Oller.

Escanyapobres nos transporta a finales del siglo XIX, cuando la llegada del tren a un pueblo aislado trae consigo el progreso… y a Oleguer, un oscuro usurero envuelto en negocios turbios. Tras expropiar la masía de Cileta y su familia, la joven campesina se embarca en una lucha desesperada por recuperar su hogar, aunque esto implique adentrarse en las mismas sombras que rodean a Oleguer.

Protagonizada por Àlex Brendemühl, Mireia Vilapuig y Laura Conejero, la película ha sido producida por Nakamura Films, Mayo Films y Abacus, con el apoyo del Institut Valencià de Cultura y el Institut Català de les Empreses Culturals. También cuenta con la colaboración de À Punt Mèdia, Televisió de Catalunya y CREA SGR. Carácter Films se encarga de su distribución en cines.

Con motivo del pase de Escanyapobres en el Cine Club Lys, hemos hablado con Ibai Abad, Àlex Brendemühl y Mireia Vilapuig sobre el proceso de adaptación, las referencias visuales al western y la interpretación de unos personajes movidos por la avaricia.

¿Qué elementos te interesaban de la novela para realizar la adaptación al cine?

Ibai Abad: El tema principal creo que fue justamente el hecho de la codicia, una codicia desmesurada, como muy exagerada, donde se veía representado algo que en su momento no lo supe ver, pero años después, con la crisis del 2009, con todos los bancos apropiándose de muchas casas y muchos terrenos, de repente veía que estaba a la orden del día, que no había cambiado nada respecto a un siglo antes.

Tuve la sensación de que hay que mirar en el pasado para poder saber cómo seguir avanzando. Fue la reflexión de decir: «¡Vale! Si hace un siglo y medio, cuando empezó el capitalismo salvaje, ya estábamos en esas, y en la actualidad no ha cambiado nada literalmente».

¿Y el enfoque de considerar la película como un western estaba ya desde el principio?

Ibai: No, el enfoque del western fue mucho más una intuición personal. Yo me he criado viendo los westerns de John Ford y de Sergio Leone. Mi padre es muy fan de este tipo de películas y casi era lo único que tenían de VHS en casa.

Entonces, me nutrí mucho de ese lenguaje y siempre me llamó la atención por qué no se podía hacer un western aquí en nuestras tierras, pero no necesariamente copiando su estética sino transportando su lenguaje a nuestra estética.

Un western tiene un modo de producción en el que hay que rodar en exteriores, una clase de localizaciones, de vestuario, que necesita un presupuesto considerable. ¿Qué dificultades has tenido en una producción de estas características, más modesta?

Ibai: Ahí tiras mucho de ingenio y de creatividad. Para mí hay una idea que todo el mundo se imagina cuando piensa en el western, te imaginas en ese punto de fuga de los pueblos donde hay un horizonte. Y mi idea fue encontrar ese mismo punto de fuga aquí en Valencia y en Cataluña [la película está rodada en localizaciones de Cataluña y la Comunitat Valenciana].

Encontrar cosas que la gente iba reconociendo como los postes verticales que rompen el horizonte o los porches que rompen un poco con lo que sería ese paisaje más de piedra que tenemos aquí en Valencia, en Cataluña, pero dándole esa pátina externa donde se reconocen esos elementos que todo el mundo sabe que forman parte de este género.

Comentabas antes que te apetecía adaptar la novela clásica porque reconocías elementos de la actualidad. En este sentido, el guion le da un papel preponderante al personaje de Cileta que no estaba desarrollado en la novela. Hay una perspectiva de género que se añade aquí.

Ibai: Correcto, no lo quisimos hacer desde una visión feminista, no le quisimos dar esa patina, pero sí acudimos a la referencia del libro de Virginia Woolf Una habitación propia. ¿Por qué? Porque hace un siglo y medio, si una mujer no tenía dinero, no tenía libertad. Y eso nos parecía muy interesante recalcar en la película esta parte como inicio de lo que fue un movimiento que posteriormente se convirtió en el feminismo. Sentíamos que era importante poder recuperar esa idea de hace un siglo. Esa libertad que es la que busca desesperadamente Cileta. Y en ese camino no tiene más remedio que meterse en aguas grises, acudiendo, por ejemplo, a la seducción.

Lo hablamos mucho con Mireia [Vilapuig] porque su personaje es una mujer que el único poder que puede ejercer en ese momento es el de la seducción, su capacidad de seducir, y por lo tanto, de tener a alguien a sus pies. La forma de controlarle era a través de esa feminidad, ¿no?

Entonces creo que eso era muy interesante de ponerlo, por lo menos, en la palestra para que se generase un debate por parte de toda la gente que lo viese en la película.

Ibai Abad, Mireia Vilapuig y Àlex Brendemühl en los Cines Lys de Vaencia. Foto: Oroneta Audiovisuals

Mireia Vilapuig: Esos valores sí que son de puesta al día y van un poco más allá de ese relato decimonónico. Teníamos que trabajar esta historia en un contexto histórico que a Cileta le priva de sus libertades, evidentemente, muy patriarcal y donde las mujeres no tenían absolutamente ningún tipo de derecho.

Y ella rompe con todo esto y empieza a entrar en las tabernas para estar con sus amigos y reivindicar que aunque sea mujer puede jugar a las cartas, generar este vínculo con Oleguer y con Tuïes, para poder ser libre y poder tener autonomía, poder tener esta libertad de liberarse de este contexto que la oprime y que le priva de poder hacer lo que ella quiere.

Àlex Brendemühl: Y luego está el tercer personaje de Tuïes, que de alguna manera es el siguiente paso que le tocaría a Cileta si siguiese por ese camino que es el imponer la ambición a cualquier precio. El pragmatismo máximo es la mujer del notario, el personaje que interpreta Juli Mira, que creo que fue de las últimas interpretaciones que hizo y tuvimos la suerte, el privilegio de trabajar con él, y compartir unos momentos cuando ya estaba muy mayor y enfermo, y que para mí fue un regalo y un privilegio poder disfrutar de él.

Ese personaje de Tuïes antepone la codicia, el pragmatismo por conseguir el dinero a cualquier otro sentimiento. En la balanza de las relaciones, el amor siempre queda por debajo del deseo por conseguir más dinero. Entonces ese es un poco el drama.

Ibai, has nombrado el tema de la seducción. Y en las tres o cuatro escenas de sexo que están en la película aparece el dinero, las monedas, como un elemento sustancial de esa relación.

Ibai: No hay ni un solo beso en esas escenas…

Hay un jugueteo con las monedas, pasar la moneda por la piel…

Ibai: Hay algo de mezcla de deseo y de apariencia, donde el dinero, para nosotros, es importante. No se explica de forma explícita. Se puede entender de una manera sencilla como una historia de amor o la simplificación de una historia de amor,

Para nosotros siempre era muy importante lo que has dicho tú, en las escenas eróticas o sexuales buscábamos que el dinero, las monedas, esa idea estuviera siempre presente. Digamos que si no está el dinero casi no hay seducción; en ese sentido, me parece muy interesante explorar eso.

A pesar de ser una película basada en una novela, y de hecho hay frases en el guion que suenan a sentencias literarias, es cierto que hay un deseo de  trasladar el contenido a través de las imágenes sin depender del texto. ¿Cómo se ha abordado ese tratamiento visual?

Ibai: Siempre he sido muy fan del lenguaje de los Coen, donde ellos son los reyes en no explicar las cosas para mostrarlas de alguna otra manera. Y como guionista de la película, de hecho, me encontré que, en el momento de ponerme a dirigir la película, tenía mucho diálogo. Yo mismo había escrito mucho diálogo y entonces lo que hice fue intentar depurar ese diálogo.

Porque el diálogo muchas veces lo que significa es inseguridad, es miedo a que no se entiendan las cosas y entonces tiendes a sobre explicar. Pero cuando llegas a un proceso en el que están los actores, ellos ya te entregan con sus emociones todo eso que tú tenías en palabras; entonces, esas palabras, para mí, sobran. Fue un proceso de ir quitando cosas para quedarnos con la esencia, destilar absolutamente las emociones y no quedarse con la palabra.

Mireia: Yo me siento muy cómoda a veces con los silencios. Me parece más interesante trabajar el silencio que no tener una conversación que no va a ningún sitio.

Àlex: Los dos tenemos tendencia a la economía en el lenguaje y nos da cierto pudor tener que decir grandes frases si no tienen sentido o si se puede decir con la mirada. Cuando se acentúa o se duplica la expresión porque dices ya lo que se está viendo, entonces es absurdo. Y creo que había muchos momentos muy interesantes también, tal como está planteada la planificación de la cámara, con unos zooms, con unas lentes muy alejadas de los personajes, que captaban la mirada y se intentaba acercar en los personajes también en el panorámico. Y de repente, todos esos silencios están cargados de muchas cosas.

Mireia: Y esto a Ibai también le interesaba mucho. En la fase de casting yo planteaba también un personaje así, cargado de silencio y que con una sola mirada ya decía un poco lo que pensaba. Ibai me reconoció esto como algo que realmente le interesa del personaje.

Luis Tormo con Ibai Abad

¿Cómo fue el tratamiento de los dos personajes principales? Para ir más allá de la fachada externa y profundizar en la complejidad de su actitud.

Ibai: Pues en el guion, tanto a mí, como a Elisenda Gorgues [coguionista] o como a los actores, nos planteamos que partíamos de arquetipos precisamente para romperlos. Era la frase que siempre nos rondaba por la cabeza, que era tener esos arquetipos porque todo el mundo los reconoce; como el ávaro de Cuento de Navidad de Charles Dickens, es un arquetipo, pero a partir de ahí se empieza a construir el personaje. Nosotros queríamos hacer lo mismo, ir reconstruyendo desde un arquetipo como si fuera un cuento, una fábula, y desde ahí acercarlo a un personaje real.

Siempre decíamos con Alex y con Mireia que, si no nos creíamos las emociones, da igual todo el envoltorio, pues no estaríamos conectando con los personajes. Y yo creo que de ahí viene esa complejidad que ofrece más de una cara.

Àlex: Yo creo que a partir de los ensayos se fue gestando un poco las relaciones de los personajes, el personaje de Cileta no existía realmente en la novela, con lo cual era un terreno virgen que se podía abonar, investigar e ir a explorar los límites de la contemporaneidad de este personaje, porque no dejaba de ser una película de época. Entonces, ¿cuáles eran los códigos? Ibai también quería hacer un poco un mix, encontrar una mujer contemporánea dentro de este contexto histórico.

Sí que es verdad que los exteriores tienen mucho la estética del western, estas dimensiones de los paisajes, de los caballos, el ferrocarril, el polvo en la taberna, son lugares muy icónicos y que se identifican rápidamente a través de los caballos y el vestuario, con el lenguaje del western. En cambio los interiores tienen una estética y un discurso más cercano a la novela del XIX. Prácticamente son como dos películas diferentes.

Àlex, tu personaje no es el malo absoluto. Hay cierto deseo de humanizarlo.

Àlex: Yo parto de la premisa que nadie es malo 24 horas al día, que la gente tiene arrebatos de maldad y todos queremos que nos quieran, ser queridos y buscamos el reconocimiento en los demás. En este personaje no quise que se escapase este deseo de ser querido o ser aceptado, porque vaya donde vaya se va encontrando rechazo por la naturaleza de su trabajo, entonces hay un momento en el que él se relaja y encuentra en un lugar en el que dice: “Aquí podría ser feliz, me podría quedar aquí”. Y baja un poco la guardia y ahí es donde descubrimos la humanidad de ese personaje que también la tiene porque a mí me gusta buscarla en todos los personajes y me parecía interesante darle también ese otro lado y esa otra cara, y presentar la posibilidad de una redención y de un cambio, que viene o no viene, y que de alguna manera el encontrar un vínculo le hace vulnerable.

Y eso me parecía mucho más interesante que presentar un personaje que estuviese todo el rato instalado en la rabia, en el odio y en la mala leche. Quiero decir que la gente no es así y me parecía que no sería un personaje interesante.

Te gusta participar e involucrarte en proyectos independientes.

Àlex: Bueno, yo creo que hacemos de todo, ¿no? Lo que quieres y lo que puedes. Sabes lo que puedes y haces lo que quieres cuando puedes elegir. Yo en mi caso siempre me siento atraído por historias diferentes que me sorprenden, que me hacen aprender, que me hacen reflexionar sobre alguna realidad y no dejo de combinarlo con series o en producciones de televisión que igual tienen un aire más comercial o llegan a todo el mundo porque hay que hacer de todo.

Y te tiene que conocer el público para luego ir a ver tus películas porque esto es así, es buena esa combinación pues tienes que estar presente y existir en esta industria. Y cuando puedes, pues haces teatro también, que es otra manera de enfrentarte a textos y al público desde otro punto de vista y desde otra profundidad de trabajo. Creo que todo enriquece. Y si haces solo una cosa también te acabas cansando.

Mireia, ¿el rodaje de Escanyapobres coincidió con la serie Selftape? Te lo comento porque Selftape es un trabajo que me imagino debe dejar huella por el impacto emocional que supone crear e interpretar una serie de esas características.

Mireia: Rodé Escanyapobres y después nos dijeron que podíamos empezar a escribir la serie. Fue todo muy rápido y claramente hay un cambio de paradigma en todo, tanto a nivel profesional como emocional, como vital. O sea, Selftape, para mí, incluso para mi hermana [Joana Vilapuig], ha sido entender que detrás de las cámaras existe un universo donde nos sentimos cómodas, y evidentemente difícil, pero que queremos seguir descubriendo y que queremos seguir trabajando ahí.

Y a nivel interpretativo como actriz, también el hecho de trabajar en un contexto así, donde estás como productora ejecutiva, creadora y guionista; la visión de los rodajes, de los proyectos que te pueden ofrecer a partir de ahora, ya lo ves todo desde un punto de vista distinto. Y sí, ha sido una experiencia increíble.

Escribe Luis Tormo

Con Àlex Brendemühl y Mireia Vilapuig