56 Festival de San Sebastián (4): disparidad del cine español

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Escribe Daniela T. Montoya
(San Sebastián, 23 de septiembre de 2008)

ss-17-elpatiodemicarcel2.jpgCasi consecutivas, se exhibieron dos de las tres películas españolas que concursan en la Sección Oficial, a saber: El patio de mi cárcel y Un tiro en la cabeza.

La primera, producción incuestionable de la marca El Deseo, es una telenovela plagada de los tonos kitsch tan característicos de la casa Almodóvar. Con la anecdótica firma de la directora novel Belén Macías, su inexperiencia se deja ver, entre otras cuestiones, en el pavor a dejar respirar a sus personajes.

Centrada en las experiencias de presas y funcionarias de una prisión de mujeres en la España de los ochenta, la cámara se cierra sobre sus rostros perfectamente maquillados para no perderse un ápice del guión que casi deletrean. Frases escritas con ingenio, sentencias pretendidamente frescas, son sólo palabras y más palabras que recitan sin cesar cada una de las integrantes de este filme colectivo.

El patio de mi cárcel es una película tan chispeante y anquilosada como cualquiera de las series españolas de moda. Con un regusto crítico como, por poner un ejemplo, tiene la televisiva Aída, los estereotipos sociales son piezas que se mueven entre la simpatía y el drama, rozando a veces la lagrimilla contenida. Todo ello en un ambiente pulcro, sin enseres destartalados ni jirones en las ropas, rodeadas de tonos pastel recreados por la nítida fotografía.

En resumen, un filme ideal para hacer caja dentro del territorio nacional, y cuyo paso por el Festival, dada su distribución asegurada, se puede contemplar como un acto más de mutua promoción.

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Literalmente en el polo opuesto se sitúa la tercera película de Jaime Rosales, Tiro en la cabeza. Película enmudecida, contemplativa, derrocha la contundencia de quien tiene la seguridad de saber lo que se hace.

Retomando su estilo discretamente distante de La soledad (2007), Rosales reproduce un hecho: el asesinato de dos guardias civiles en la frontera francesa. Tal cual. Sin buscar explicaciones, sin querer ser preciso en las indagaciones policiales, sin mostrar un juicio moralista e, incluso, sin decir que está hablando de ETA.

ss-18-tiroenlacabeza.jpgPresentada en el festival el mismo día que la banda terrorista hacía acto de presencia asesinando, la dirección del festival emite un comunicado (que lee previamente a los  pases de la película) de rechazo a la violencia de la banda terrorista y solidaridad hacia los familiares de las víctimas.

Por su parte, Rosales se reserva cualquier inciso verbal de condena para los minutos finales Tiro en la cabeza. El plano en que los dos jóvenes guardias civiles yacen, tiroteados en el interior del coche, es contrapuesto por el encuadre de los paneles de anuncios del centro comercial frente al que se encuentran. “La liberté en développement” (La libertad en desarrollo), proclama el eslogan de una cadena de revelados de fotografía.

Previamente, durante más de la mitad del metraje, Rosales se ha limitado a contemplar con atención la vida de un hombre cuarentón, que juega en el parque con una niña, que pasea por las calles, que va al banco, que charla con los amigos en la calle y en los bares, que liga… Un hombre robusto, del que desconocemos tanto su nombre como su voz, pero al que miramos entre parsimonia y cautela.

Algo de especial tiene para dedicarle tanta atención, pero de la mera observación no es posible extraer ninguna afirmación concluyente. Es ya cuando, tomando un café en una estación de servicios por la frontera francesa, su mirada directa nos hiela la sangre. Él es quien camina por el parking del establecimiento, portando una pistola, para perseguir e insultar en euskera a los dos jóvenes guardias civiles que visten de paisano. Sin más. No hay diálogos ni excusas, porque es imposible ni comprenderlo ni justificarlo.

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Siguiendo con la Sección Oficial, menos áridas fueron las otras dos propuestas de las jornadas de ayer y esta mañana.

ss-20-louise_michel.jpgEl dueto compuesto por los franceses Benoît Delépine y Gustave Kervern se encargó de traer el surrealismo a esta 56 edición del Festival de San Sebastián con Louise-Michel. Delirante propuesta, que parte de una imaginativa solución / venganza por el cierre de la factoría que da trabajo a las mujeres de una pequeña ciudad, conjuga una punzante crítica a la economía globalizada con personajes en exceso estridentes (en teoría, a causa de algunos desajustes hormonales). De esta forma, la mofa por el nuevo des-orden mundial y el neo-capitalismo sin escrúpulos pierde fuelle cuando la película se recrea en las extravagancias de la pareja protagonista y de algún personaje (por llamarlo de alguna manera) paralelo.

Por último, en este meridiano del festival, causó buena impresión la película Pandora’s Box, de la realizadora turca Yesim Ustaoglu. Tomando como eje pivote el personaje de una anciana con Alzheimer (interpretada por la cautivadora Tsilla Chelton), Ustaoglu saca a flote las desavenencias que hay entre los tres hijos de la misma y sus familiares directos.

ss-21-pandorasbox.jpgAl límite por la incapacidad de conducir sus propias vidas, les sobreviene la responsabilidad compartida de tener que hacerse cargo de su madre. Se echarán en cara rifirrafes del pasado, se replantearán su futuro y, cada uno a su manera, asumirá el cuidado de su madre. Todo se entremezcla. Las riñas tienen lugar con el trasfondo calmo de la frondosidad verdosa, pero también el desquicio mutuo se produce por entre la neblina de la ciudad de Estambul.

Los sentimientos quedan diluidos en la fotografía fluctuante, constantemente variable, sin aprovechar la ocasión de enfatizarlos. Otro elemento que va en perjuicio de Pandora’s Box es la prolongación del metraje por el afán de encontrar un final placentero. Aún así, el carisma que desprende Tsilla Chelton, como el tempo calmo que impregna Ustaoglu al filme, son buenos motivos para tener en cuenta esta cinta.

Ya fuera de la Sección Oficial, tan sólo mencionar tres “perlas” de las que daremos buena cuenta en el momento de su estreno.

ss-22-tokyosonata.jpgEn primer lugar, el japonés Kiyoshi Kurosawa hace un paréntesis en su cine de vísceras y terror para diseccionar el resquebrajamiento de una feliz familia acomodada. Sutil desvelo de ocultaciones y mentiras, Tokyo sonata apela a la unión sincera frente al sometimiento / dependencia de la voz autoritaria del patriarca.

Mientras, desde Irán, Majid Majidi también ahonda en la correlación existente entre la autoridad paternal y la capacidad de éste para mantener la familia. Con The song of sparrows nos introducimos en la vida del cuidador de avestruces Karim quien, tras la pérdida de un ave, es despedido. Tras lo cual, inicia un singular periplo como mototaxista en la ciudad. Condición que servirá para contrastar las diferencias entre el mundo rural y la ciudad, así como la transformación incipiente entre el trabajador, que establece un vínculo con el producto que elabora, y el comerciante, que negocia con manufacturas importadas de países remotos.

ss-23-olivier-assayas.jpgPor su parte, Olivier Assayas aporta con L´heure d´été una interesante reflexión sobre el paso del tiempo y el arte. Tomando como punto de partida una familia unida por la abuela, a la muerte de ésta se plantea el reparto de la colección de arte que ella había heredado de su tío. Objetos que decoraban la casa de campo y que usaron durante su niñez. Los mismos objetos, impregnados de su propio pasado, y que ahora han devenido valiosas piezas de museo. Cuadros, mesas, jarrones o figuritas rotas son meras piezas inanimadas que, aunque contengan pedazos de recuerdos, son susceptibles de ser enjaulados para ser exhibidos en un museo.