La vieja Europa no llena cines
A unos cuantos días de haber concluido el Festival de Berlín es un buen momento para recapitular y escribir unas pocas impresiones y recuerdos sobre lo que nos pudimos encontrar en esta última edición.
Empezaré por mi impresión final, es decir, la gala y la entrega de premios que fueron conducidos por Anke Engelke, actriz, comediante y presentadora, llamada por algunos periodistas como «la Jim Carrey alemana». No olvidaré la llamada de atención que Anke hizo al público presente en la Berlinale Palast al término de la ceremonia, pidiendo que no se fuera, ni se levantara de sus asientos, pues se iba a proyectar la película ganadora A child‘s pose.
A pesar de la manera tan ocurrente que tuvo Anke de resolver la incómoda situación del abandono de la sala, no pude evitar el interpretar esta situación como síntoma del festival de este año o mejor dicho del público que lo habitó. Se trataba de un auditorio que se mostraba muy dispuesto a ver a las grandes estrellas en pantalla grande, pero poco capaz de ver un drama psicologico y social proveniente de la vieja Europa con actores desconocidos para ellos.
Esta claro, es más llevadero y agradable ver una comedia ligera o un film de grandes personalidades que no asistir a dos horas careados a una realidad incómoda o que simplemente no se quiere ver. Esta circunstancia se convertió hace tiempo en actitud normalizada de cualquier festival internacional.
Por eso, cuando asisto a festivales más pequenos y aparentemente más humildes como lo es por ejemplo, el Filmfest Hamburg me reencuentro con ese espíritu refrescante que tenia el cine en aquellos años en que los directores no eran sólo grandes personalidades, sino personas con ganas de comunicar, de cambiar algo y de llegar a un público con el que discutia largamante su película. Este proceso ya queda restringido a filmotecas, a los llamados cines comunales en Alemania y en apariencia a humildes festivales que a mi ver nada tienen que envidiar a los de gran formato.
He escuchado varias veces decir que la Berlinale es un festival politicamente comprometido, en cierta manera es cierto, pero esto se ve precisamente en las secciones paralelas que a veces nada tienen que ver con la oficial. Me temo que el compromiso político al que se hace referencia forma parte intrinseca de la marca y marketing del festival.
Nada que reprocharle a esto si así se consigue apoyar a películas como A child‘s pose. De hecho, la directora de producción de esta película rumana mencionó aspectos muy importantes al recoger el galardon y que lamentablemente no encontraron apenas eco en la prensa.
Ada Solomon mencionó que cada vez se hacía más duro rodar una pelicula en su país y que actualmente en Rumanía ya no se dispone más de ese tipo de soporte que ellos tuvieron al comienzo de rodaje de A chil‘s pose. “Pienso que los politicos de Rumania deberían poner mucha más atención al tipo de representación que el cine rumano supone“. Con estas palabras se refería claramene a la falta de ayudas y apoyo al cine de autor en favor de otro tipo de cine: “Quiero mencionar que estamos hablando mucho sobre censura política y a veces olvidamos otro tipo de censura peligrosa, se trata de la censura comercial en contra del cine de autor e independiente“. Más claro no se podía haber dicho.
La Berlinale tuvo para mí en esta edicion ese momento paradójico de peliculas extremadamente comerciales que hacian bajar el nivel de competicion y aquellas películas turbadoras y socialmente comprometidas, las cuales fluctuaban en su mayoría en secciones paralelas.
Entre estos dos polos y a medias se encontraba el caso especial del realizador iraní Panahi, cuyo premio al mejor guión fue concedido como apoyo a la situacion personal y política en la que se encuentra todavía este director.
Acorde a la marca de la Berlinale de festival comprometido, Jafar Panahi recibió su premio y el mismo dia en que se presentaba su film pudimos ver a personas manifestandose en su apoyo. Nada que objetar a esto, sólo que me hubiera gustado que el apoyo a Panahi dejara de ser de una vez simbólico-mediático y pasara a ser un auxilio y apoyo concreto.
Quizá soy demasiado perversa pensando que el rol de mártir hace vender más la marca de festival de cine comprometido. Pero ¿qué ha de llegar a suceder para que se ponga en marcha en favor de Panahi y su familia una ayuda y asistencia inmediata de huida de un país que le ha condenado a un arresto domiciliario permanente y a veinte años sin realizar ningún film?
Escribe Laura Bondía
