Del perturbador reflejo de un diamante al horror de la belleza

En esta crónica, me propongo explorar dos películas unidas, al menos para mí, por sus elementos perturbadores, a pesar de no tener una relación directa entre sí. Ambas producciones, en diversos grados y de manera muy distinta, poseen un carácter enigmático y profundamente inquietante.
Comenzamoscon Reflet dans un diamant mort (Reflejo en un Diamante Muerto) de Hélène Cattet y Bruno Forzani, presentada en la sección de competición del festival.
Llegué a la proyección sin conocimiento previo sobre los directores ni su estilo, algo que intento hacer siempre que puedo. Debo admitir que esta es la primera vez que escribo sobre una película que no pude concluir. Sin embargo, creo importante compartir mi experiencia de visionado.
La película narra la historia de John D, interpretado por el enigmático Fabio Testi, un hombre mayor que reside en un lujoso hotel de la Costa Azul. Allí, se siente intrigado por su vecina de habitación, quien despierta en él recuerdos vívidos de su frenética juventud como espía en la Riviera durante los años sesenta. Sus vidas se entrelazan, mezclando recuerdos con el presente. La película me recordó al Tarantino más salvaje, fusionado con un James Bond imaginativo y desquiciado, en donde manchas, restos y huellas, además de la violencia, se vuelven protagonistas.
Una producción bizarra y enigmática, con escenas visualmente cautivadoras. Recuerdo una en particular y está ligada al título: la idea de los reflejos y mensajes atrapados en diversos objetos, así como en las caras y superficies del diamante. La película destaca por su riqueza visual, pero la intensidad de los sonidos e imágenes violentas se volvió insoportable para mí, llevándome a abandonar la sala en una escena que superó mi resistencia como espectadora.
A pesar de esto, la película es visual y artísticamente atractiva, lo que me genera una contradicción personal, dejando claro que romper o traspasar límites es parte del estilo cinematográfico de Hélène Cattet y Bruno Forzani. Estoy segura de que esta película encontrará numerosos aficionados más adecuados que yo.
Demos un paso más hacia ese lado oscuro del festival con la segunda película, y para ello debemos dejar atrás la sección de competición y dirigirnos a la sección de Panorama. Aquí, Den stygge stesøsteren (La hermanastra fea), de Emilie Blichfeldt, transforma un cuento de hadas que me dejó literalmente helada, comprendiendo del todo por qué el festival de Sundance la eligió para abrir su sección Midnight Program.
No exagero al decir que, en mi opinión, este film supera en coherencia a muchas producciones de body horror, aunque la directora prefiere definirlo más como horror de la belleza. Con un giro oscuro y revelando lo atroz del cuento clásico de Cenicienta, pues la película sigue a Elvira, su protagonista, dispuesta a hacer lo que sea necesario para conquistar el corazón del príncipe.
Personalmente, me enganchó completamente porque me recordó al Cronenberg más clásico, al que siempre coleccioné, pero nunca vi en pantalla grande. Hablo de películas como Vinieron de dentro de… (1975), Rabia (1977), Cromosoma 3 (1979) o incluso Scanners (1981). Ver esta película en el cine ha sido lo más cerca que he estado de experimentar aquel Cronenberg en una sala de cine, ya que pertenezco a una generación posterior a quienes tuvieron esa oportunidad.
Nos encontramos aquí con un cuento de hadas transformado radicalmente, narrado desde la perspectiva de la hermanastra fea de Cenicienta. Es una identificación perversa y eficaz con el uso de elementos fantásticos al más puro estilo cronenbergiano, caracterizado por su plasticidad y también atrocidad.
La propia directora enfatiza esta conexión con Cronenberg, señalando que las transformaciones físicas actúan como metáforas de los dilemas internos de sus personajes. Así que, si tienen pensado someterse a una operación estética en el futuro, les aconsejo que eviten ver esta película.
Escribe Laura Bondía | Fotos Berlinale y Laura Bondía
