De infiernos y cielos
Escribe Adolfo Bellido
Las películas de la Sección oficial se proyectan, en un primer pase, para el Jurado y la Prensa, por la mañana de dos en dos y con una diferencia horaria de dos horas.
Como es de suponer, nunca comienzan a la hora exacta, ni siquiera la primera a las 9’45. Otro problema es que el comienzo de la segunda película, anunciado para las 11’45 está sujeto al menos (los otros son los imprevistos) a dos hechos: la duración “real” del primer filme y la rueda de prensa que se produce después de cada proyección. Y, claro, hasta que esa comparecencia del realizador no tiene lugar (no hay en ellas ni demasiados informadores ni suelen preguntarse demasiadas cosas), la segunda película no se inicia. Puede suponerse, en algunos casos, a qué hora termina la… rueda de prensa de la segunda película proyectada.
A esta primera hora de la mañana acuden, como dije en la primera crónica, decenas, cientos de escolares que llenan las salas. No es tranquilidad lo que se respira, en ellas, durante la proyección, Soy testigo de la desbandada que se produce cuando termina la película y salen los alumnos. Los escolares son de edades dispares: muy pequeños, pequeños, alumnos de los últimos cursos de la ESO y Bachillerato. Las entradas de los primeros días a las salas eran más o menos tranquilas. La del viernes, se conoce que se sentía cercano el fin de semana, fue bastante desordenada, acompañada, además, de un ensordecedor griterío acorde con los mejores sistemas amplificados de estereofonía.

Menos mal que la sala (pequeñita) de los pases matinales de la Sección oficial se encuentra resguardada de ataques exteriores.
Las tardes son distintas. Poco a poco, día a día, parece que va aumentando el número de espectadores. Algunos, al acercarse a taquilla, preguntan cuales son las “pelis” en “castellano”.Y es que abunda la tercera edad y los estudiantes que tienen acceso gratis a las sesiones, y es un público que huye de los filmes “leídos”, máxime cuando los subtítulos (por sistema informáticos) vienen dados con caracteres diminutos.
En muchas de las sesiones de tarde hay presentación de la película. Es un decir, porque, como hemos podido comprobar en el filme serbio, el director, la productora y el intérprete simplemente salieron, agitaron sus manos en señal de saludo o hicieron una reverencia, para decir a continuación: hola, contentos de estar en Valencia… y marcharse con rapidez. Todo un detalle.

Milos Brankovic (¿Quién es Milos Brankovic?)
Sección oficial
Escribe Adolfo Bellido
Hablando de película serbia, se trata de primera película de Nebojsa Radosavlievic (entenderán el grave problema que tuvo la presentadora al pedir la presencia del realizador). Eso sí, antes ha hecho algún corto, además de trabajar en televisión y estar especializado en spots y trabajos por el estilo.
Eso se nota en el tono (casi de anuncio) de muchas de sus imágenes veladas por tonos preciosistas. Su mayor apuesta es querer rodar y epatar al espectador con un (falso) filme en blanco y negro, que no es blanco y negro ya que aquí y allí aparecen tonos coloreados. El director se ufana de ello como si hubiera descubierto el cine. Pero no, hay varios directores que ya han experimentado esa forma en sus filmes. Sin ir más lejos, y muy bien, lo hicieron los hermanos Coen en El hombre que nunca estuvo allí (2001).
Dicho lo cual habrá que centrarse en lo que cuenta y cómo lo hace. Intenta ser un “documento” sobre la capital serbia. Y mostrar que aquel mundo está cercano al infierno. Drogas, prostitución, asesinatos, extorsiones, corrupción a cualquier nivel… O sea, como para salir corriendo, Algo que al final (se supone que simbólicamente) hará el protagonista en un largo plano que se corresponde con su huida de todo y de todos (mientras la cámara va perdiéndole, al moverse más rápida que el personaje que corre y corre). Pero eso sí, el angelito antes se habrá cargando a varios individuos, entre ellos a su amigo mafioso, gracias al cual ha logrado sobrevivir en este infierno.
Como toda película serbia que se precie, el sexo y la violencia abundan a partes casi iguales, aunque sea probablemente el tono “a lo Tarantino” el que termine ganando. Absurda, irrelevante y con homenajes constantes al cine, por ejemplo, en la figura de un director que filma cualquier cosa y que se llama Godard (¡lo que faltaba!), o un policía con toda la pinta del Quinlan de Sed de mal (o séase, Orson Welles).
Un tono a lo Trainsporting (1996) de Danny Boyle con recuerdos para los citados Tarantino y los Coen, terminan por cerrar una película tan infernal como el infierno que quiere retratar. En eso al menos es coherente.

Imane Belhaj / Adieu mères (Adiós madres)
Sección oficial
Escribe Adolfo Bellido
Del infierno se pasó al cielo con el bienintencionado filme marroquí, cuarto realizado por Mohamed Ismail (1951), y que su país ha seleccionado para los Oscar. Otra cosa es que lo elija la Academia Americana.
Lo mejor de este filme es su idea, su sentido de pacificación, al mostrar lo maravilloso de un mundo donde las culturas musulmana, judía y cristiana (sobre todo las dos primeras, que son sobre las que incide la película) permanecen unidas, en paz.
Por si el desarrollo no lo dejara claro, el final lo remarca: los hijos de un matrimonio judío, muerto cuando los niños eran muy pequeños, han sido cuidados por unos amigos árabes. Años después de la muerte de los padres, la mujer que los ha cuidado, los lleva a la tumba de su madre. Y allí juntos los tres, delante de la tumba, la mujer les da a los jóvenes el regalo que la madre le dijo a ella debía darles. Es una cadena que, ahora, pone al cuello de cada uno y que representa el signo de David: la necesidad, y la grandeza, de vivir en paz como hermanos. Los de cualquier lugar y raza. Todos somos seres humanos.
Excelente mensaje el del filme, sustentando a través de una historia de “éxodo” (la música de la película de Preminger suena en más de un momento), o más bien de la necesidad o no de producirse. Una parte de la historia de Marruecos que desconocemos: los años en los que “agentes” israelíes buscaban a sus “hermanos” marroquíes (y suponemos lo mismo ocurría en otros países) para venderles la idea de marcha a su “tierra”, abandonando la que ahora tenían. Algo mas bien inútil cuando estaban totalmente asentados en el país donde habían nacido y no se sentían perseguidos, al menos de una forma violenta.
Alternancia de escenas mostrando las distintas costumbres sociales y religiosas de ambas comunidades, una historia de amor entre una joven judía y un joven árabe rota por las “creencias” de los padres, unos peregrinos muertos en un accidente absurdo en busca de una tierra que quizá no es la suya. Muchos personajes y muchas historias se entrecruzan en el camino que recorren los protagonistas de ambas comunidades.
Muy simple, de una realización casi televisiva. Es decir, fin de una escena que queda sin cerrar, para pasar a otra y volver a la primera con la conclusión. Incluso ese aire televisivo se aprecia en una escenografía que en más de un momento suena a cartón piedra. Varios actores sobreactúan, sus gestos son excesivamente teatrales y la cámara se muestra bastante estática, primando los planos generales.
Y con todo, desde su simpleza narrativa, casi como si a través de sus imágenes estuviéramos asistiendo a un cine bastante primitivo, el filme se deja ver, se siente, tiene una gran fuerza en algunas secuencias. Sus limitaciones son claras, pero su sentido de la honestidad conduce a la película hacia la sinceridad y la serenidad. Sin alardes, desde la humildad, reconduce su mensaje de paz, unión y amor. Desde sus grandes limitaciones, esa es su propia grandeza.
El director en la rueda de prensa habló de lo poco que se ve en su país el cine propio y de las pocas películas que se hacen. Se reafirmó en el mensaje de unidad de su película y reconoció las dificultades que había tenido en Marruecos su exhibición ante la postura de ciertos grupos radicales islámicos. No todo, desgraciadamente, es cielo.

DP75 Tartina City (DP75 Tartina City)
Sección informativa
Escribe Gloria Benito
Hoy jueves 16, los espectadores de la Mostra hemos sufrido, especialmente los que a las seis de la tarde deseábamos ver DP75 Tartina City. Tras una espera de 45 minutos, de pie y con calor acumulado tanto por el cabreo interior como por la humedad ambiente, conseguimos sentarnos en nuestras butacas las quince personas interesadas en este filme. Luego, la organización reconoció sus errores, pidió disculpas y nos regaló una invitación por las molestias. Gracias.
La película denuncia la brutalidad del régimen chadiano durante los años ochenta, en los que el joven periodista y fotógrafo Adoum Baroum es detenido en el aeropuerto de N’Djamena, cuando se disponía a viajar a Bruselas para denunciar los desmanes y extorsiones del gobierno de su país.
El argumento desarrolla sobre todo las durísimas e inhumanas condiciones de los presos encarcelados arbitrariamente en zulos subterráneos, donde se hacinan hombres y mujeres. El título hace referencia a la cruel broma del brutal coronel Koulbou, responsable de las torturas y asesinatos de miles de inocentes, con sus subordinados: por las trampillas del suelo se arrojan cubos de trozos de pan impregnados por deshechos crudos de animales, a los hombres encerrados en los sótanos inferiores. Esta repugnante comida es llamada “tartina” por los hombres de Koulbou, en un alarde de humor tan negro como desalmado.
Lo que el espectador percibe, sin ninguna concesión a la sensibilidad de las imágenes, es la enfermiza conducta de los militares chadianos, más cercana a la de los señores de la guerra que a la de militares profesionales. Su sádica patología, sustentada por un régimen sin escrúpulos ni valores humanos, es puesta en evidencia por este joven director africano formado en París y dedicado a denunciar los sufrimientos de la población de su nación de origen, en manos de crueles tiranos y sádicos gobernantes.
El resto de la historia argumental queda escondida en un guión confuso, en el que cuesta reconocer a los personajes secundarios y su función en el relato. Lo mismo ocurre con el tiempo, ya que algunas retrospecciones temporales aclaran los conflictos que sufren los personajes, mientras otras los confunden.
Nos encontramos ante una realización de poca calidad desde el punto de vista técnico, pues la luz es demasiado plana, sin perfiles ni matices, y a veces la cámara no encuadra bien los planos, dando la sensación de encontrarnos más ante un documental de cine-realidad que ante una construcción ficcional. Claro que se podría objetar que en la actualidad no hay una clara división de géneros cinematográficos, lo que convertiría en mérito lo que parece defecto, si es que ése hubiera sido el objetivo perseguido por el director.
Quizá también responda a dicha intención –emular el género documental– la manida imagen de las bandadas de aves sobrevolando las marismas, tan habituales en los documentales sobre la naturaleza, y que en este caso simbolizan la búsqueda de la libertad. La otra imagen recurrente, la del coronel encerrado en una burbuja de jabón que sobrevuela la tierra, que esconde tanto sufrimiento gratuito, seguramente representa el poder que se deleita en su dominio y es feliz de ejercerlo, mientras se siente a salvo de todo control ajeno.
En fin, una película interesante por lo que muestra y denuncia, por un discurso necesario en un mundo muchas veces ensimismado en problemas que se consideran intrascendentes, ante la enormidad de los abusos y perversiones que unos hombres cometen contra otros.
