Jaume Balagueró: En nombre de la oscuridad (de Julio A. Olivares)

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La fascinante atracción de la oscuridad

OLIVARES_-BalagueroA punto de estrenarse su nueva película en solitario (Mientras duermes), tras el díptico compartido con Paco Plaza (Rec y Rec 2) y tres experiencias marginales (el corto Sr. Rosso, rodado con un teléfono móvil; el falso trailer de El exorcista 5, para un concurso de falsos trailers; y la wikipeli Miedo, en teoría coescrita con varios miles de internautas), Jaume Balagueró es objeto del primer libro que se dedica a estudiar a fondo su filmografía.

El responsable del documentado y exhaustivo trabajo es Julio Ángel Olivares Merino, profesor titular de Filología inglesa en la Universidad de Jaén, autor de diversos libros sobre cine fantástico, novelista, colaborador habitual de varias revistas y director de la emisora UniRadio Jaén.

Y tras el proyecto está la editorial Akal, cuya colección de cine incluye tanto trabajos clásicos sobre autores míticos (Hitchcock-Truffaut: edición definitiva, Hawks según Hawks de Joseph McBride, Kubrick de Michel Ciment) como acercamientos a algunos de los autores más desconocidos del panorama cinematográfico actual (David Mamet, Theo Angelopoulos, Takeshi Kitano, Wong Kar-wai) y, sobre todo, amplios estudios sobre algunos de los cineastas españoles contemporáneos, tanto si son sobradamente conocidos (Conversaciones con Pedro Almodóvar), como si son objeto de un trabajo metódico por primera vez (Agustí Villaronga y el libro que nos ocupa).

Dos elementos llaman poderosamente la atención en este texto: la claridad de su planteamiento y la oscuridad de su materialización.

Respecto al primer punto, Jaume Balagueró: En nombre de la oscuridad es un libro claro, dividido en cinco capítulos (al margen de una introducción y la conclusión), en los que primero se repasa el panorama del cine fantástico español antes de Balagueró, después se realiza un exhaustivo repaso de las influencias en el cineasta leridano (que no sólo son de cineastas, sino también de literatos, poetas e incluso pintores), el corpus central lo ocupan dos capítulos centrados en el análisis detallado de sus películas y en la exposición de sus constantes formales y estilísticas; por último, un capítulo analiza el fenómeno Balagueró tras el éxito del díptico formado por Rec y Rec 2.

Una división clara, metódica, perfecta para situar al personaje estudiado en su contexto, para entender sus influencias, para comprender los entresijos de su obra y, en definitiva, para otear por dónde pueden ir sus futuras apuestas, ya que el autor habla en exclusiva de Mientras duermes, un film aún no estrenado cuando escribimos estas líneas (aunque curiosamente guarda cierto parentesco argumental con un fallido título de reciente estreno: La víctima perfecta, un poco agraciado retorno de la Hammer films al cine de terror, con Christopher Lee de invitado y una generosa Hilary Swank de productora y protagonista absoluta).

Hasta ahí todo perfecto.

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El problema viene cuando nos adentramos en las páginas del libro.

Y descubrimos que el subtítulo del mismo (En nombre de la oscuridad) no es en absoluto casual: responde al criterio utilizado por el autor.

Un párrafo de muestra para intentar “explicar” lo que queremos decir (página 29):

Ante esta matemática de continuum o abismo textual enmarcado, la lectura mimetiza a la propia filmación, obedeciendo, en esencia, a una inclinación mórbida y doliente, un anhelo de abstraer la oscuridad interior. Así, como Kierkegaard, Balagueró nos sumerge en el envés del espíritu humano, nos inscribe cual actantes erráticos en una tierra de niebla y, al estilo de Edvar Munch, grita las tribulaciones de la herida existencial, dejándonos para siempre presos en los planos de ausencia y desemantización, especialmente aquellos que toman forma de fundidos en negro apocalípticos. El montaje sincopado y el carácter autocontemplativo de los planos chocan por la antitética retórica visual y rítmica que implican en el discurso —aceleración del tempo frente a una suerte de ralentización de la proyección—, si bien, en puridad, tanto uno como otro retardan la percepción al postergar la clausura, al anclarnos al reverso del plano”.

Podría entenderse que para hablar de la oscuridad nada mejor que un lenguaje oscuro.

Podría aceptarse que a fin de cuentas Olivares es profesor universitario y si le apetece escribir sólo para sus colegas, pues eso, está en su derecho.

Podría ser válido que el objetivo del libro sea, ante todo, un trabajo de prestigio, una publicación para eruditos… y que Akal venda más o menos ejemplares sea algo irrelevante.

balaguero-2Vale, todo eso podría ser. Y estaría bien.

Pero si hace unos días, en nuestro anterior comentario (Alégrame el día, un libro de Jesús Palacios) nos preguntábamos qué sentido tiene un libro sin ningún criterio, en el que todo vale, que más parece un blog en Internet, en el que el capricho parece la nota dominante, hoy nos preguntamos justamente lo contrario: ¿tiene sentido un libro que casi nadie puede leer y entender correctamente?

No pedimos que un libro se lea de un tirón, ni que tenga que utilizar un lenguaje llano y vulgar por necesidad, pero estamos ante una obra que se ha de digerir en pequeños sorbos, repasando cada párrafo un par de veces como mínimo y con un buen diccionario a mano.

Un esfuerzo titánico para el lector.

Superado el envite (lo que casi ha supuesto un trauma para este lector que, pese a todo, ha leído hasta la última página), uno descubre que el análisis está realizado por un apasionado del cine de Balagueró, un hombre capaz de definir con precisión las constantes temáticas de su cine (la dualidad creación/destrucción, la esencia de la oscuridad, la tortura física y psicológica, la infancia maltratada, la soledad, la imposibilidad de amar y el sentido malsano del entorno urbano en general y de los inmuebles en particular).

En definitiva, un autor capaz de sistematizar el universo de Balagueró y sus distintas etapas (la primera, hasta Frágiles, esencialmente con una brillante caligrafía visual; la segunda, con la improvisación y cierto estilo visual aparentemente cercano al Dogma, hasta Rec 2; la tercera, al parecer un retorno a los orígenes, con una cuidada puesta en escena, comienza con Mientras duermes). Todo ello con rigor, sin dejar nada al azar.

Un gran trabajo de investigación.

Pero alguien que trabaja en radio y en revistas quizá debería tener claro para quién escribe un libro.

Y si opta por la oscuridad, no seremos nosotros quienes le neguemos su derecho a ese lenguaje críptico e inaccesible.

Pero permítasenos que no recomendemos el libro más que a los muy, muy adictos a Balagueró (que se armen de paciencia, eso sí) y a quienes estén preparando una tesis doctoral sobre el cine de terror del nuevo siglo.

Quizá ellos sí se sientan atraídos por un cripticismo lindante con la pedantería.

El resto de los mortales difícilmente disfrutará de esta oscura propuesta.

Escribe Mr. Kaplan

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